Deseo

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Seraphina

El momento fue electrizante, como si el aire a nuestro alrededor estuviera cargado de una energía que nunca había experimentado. Pero, de repente, me sentí como si el suelo se estuviera desvaneciendo bajo mis pies. La realidad regresó con una claridad perturbadora, y me di cuenta de la posición en la que nos encontrábamos: yo, tumbada sobre la manta con Anthony casi encima de mí. Un ardor inconfundible se apoderó de mí, irradiando en un lugar que nunca antes había sentido de esa forma.

Con una mezcla de confusión y aprehensión, traté de recomponerme. La risa que había estado fluyendo entre nosotros se evaporó, reemplazada por una incomodidad inesperada. —Quizás deberíamos irnos ya —sugerí, tratando de sonar casual, pero mi voz tembló, revelando lo que realmente sentía.

Sin embargo, él simplemente sacudió la cabeza con determinación. —De ninguna forma —respondió, y su tono era firme, casi como si se negara a dejar que este momento terminara.

Un pequeño suspiro de frustración escapó de mis labios. Era extraño sentirme así, como si un fuego estuviera ardiendo dentro de mí, y a la vez, saber que estaba a merced de un hombre al que consideraba... bueno, solo un amigo. Pero en este instante, "amigo" se sentía como una etiqueta inadecuada.

Anthony pareció notar mis nervios. Se acercó un poco más, y tomando mi mano con una suavidad inesperada, me miró con una mezcla de ternura y curiosidad. —¿Pasa algo, amiga? —preguntó, y la forma en que dijo "amiga" me hizo dudar. Esa palabra sonó tan distante en ese contexto, como si intentara marcar una línea que no debía cruzarse, aunque todo lo que deseaba era que la cruzara.

—No, no... —balbuceé, sintiendo que las palabras se me atascaban en la garganta. Mi corazón latía con fuerza, y la conexión que compartíamos me hacía sentir expuesta. ¿Por qué se sentía tan bien estar cerca de él, incluso en esta confusión?

Pero había algo en su mirada que me tranquilizaba. A pesar de la situación, él no se veía asustado ni ansioso. Anthony estaba ahí, sosteniéndome con ternura, como si realmente se preocupara por cómo me sentía. Me encontraba tan vulnerable, pero a la vez, había un deseo en mí de permanecer en ese instante, sintiendo el roce de nuestras manos, la calidez de su presencia.

Su tacto era delicado, casi reverente, y me hizo dudar aún más. ¿Esto era normal? ¿Era correcto sentirme así? ¿Por qué su simple cercanía me hacía sentir como si estuviera en llamas?

—Es solo que... es un poco... —intenté explicarme, buscando las palabras, pero las frases se me escapaban. La confusión se hacía más profunda y el calor que sentía no se desvanecía.

A pesar de todo, no podía ignorar la intimidad que se había instalado entre nosotros, esa conexión que parecía más fuerte que cualquier amistad. La tentación de dejar que todo fluyera, de dejarme llevar, era abrumadora. Pero en el fondo, había un pequeño eco de duda que no podía ignorar.

Anthony

Admirando su rostro, iluminado por los últimos destellos del sol poniente, una mezcla de deseo y preocupación se entrelazaba en mi interior. Pude sentir la tensión en el aire, la forma en que el tiempo parecía ralentizarse cuando sus ojos buscaban los míos. Ella era consciente de lo que sucedía entre nosotros, de esa conexión que se había intensificado con cada mirada y cada roce.

Las palabras que salieron de mis labios sorprendieron incluso a mí. —A veces, es normal jugar un poco de más con los amigos, ¿no? —dije, tratando de sonar casual, aunque en el fondo sabía que eso no era del todo cierto.

Pero en el momento en que pronuncié esas palabras, un remordimiento agudo atravesó mi pecho. ¿Qué estaba haciendo? Me di cuenta de que estaba insinuándome a Seraphina, como si fuera solo otra chica, como si no significara más para mí que eso. Ella no era "solo una amiga"; ella era Seraphina Bennet, y el modo en que la miraba me decía que merecía más que juegos insulsos.

La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora