Destinatario equivocado

25 5 14
                                    

Anthony

La puerta se abrió de golpe.

Un aire frío entró en la habitación cuando una figura alta y elegante cruzó el umbral con paso apresurado.

—Perdonad.

Nathatiel Knight se quitó el sombrero con un movimiento rápido, su cabello ligeramente revuelto por la prisa. Su expresión, aunque serena, tenía ese matiz de ansiedad contenido.

—Muchas gracias, Bridgerton, por cuidar de mi Seraphina.

Mi Seraphina.

Algo en mi interior se tensó al escuchar esas palabras. Como si fuesen una afirmación, una advertencia, una maldita realidad de la que no podía escapar.

Lo vi acercarse a la cama sin dudar, con esa seguridad natural que siempre lo caracterizaba. Se inclinó sobre ella y, con una ternura que no podía ignorar, le besó la frente.

—¿Qué ocurrió? —su voz bajó, preocupado—. ¿Estás bien, cariño?

Seraphina asintió con una pequeña sonrisa cansada.

—Sí... solo ha sido un susto.

Él suspiró, aliviado, antes de girarse hacia nosotros.

—De verdad, muchísimas gracias —nos dijo, con sinceridad—. Kate, Anthony, no sé cómo agradeceros lo que habéis hecho por mi familia.

Kate le restó importancia con un ademán amable, pero yo no respondí de inmediato. Solo observé. Observé la forma en que su mano encontró la de ella, la manera en que sus dedos se entrelazaron con los de Seraphina como si fueran la única verdad que importaba.

Y entonces, ella habló.

—Vamos a casa, Nathatiel.

Su esposo le apretó la mano con suavidad.

—Por supuesto, mi amor.

Se giró hacia nosotros una última vez.

—Gracias de nuevo.

Kate respondió con una sonrisa cortés.

Yo solo asentí.

Y los vi marcharse.


—Vamos a cenar, querido.

La voz de Kate sonó suave, casi condescendiente, como si intuyera que mi mente estaba en cualquier sitio menos en la cena. No le respondí de inmediato, solo asentí y le ofrecí mi brazo por costumbre.

Nos sentamos en el comedor, la mesa puesta impecablemente, la luz de los candelabros arrojando un resplandor dorado sobre la vajilla. Se sirvió la sopa, un caldo humeante que probablemente estaba delicioso, pero cuyo sabor no distinguí en absoluto.

El silencio fue el primer invitado en nuestra cena.

Me esforcé por aparentar normalidad, por seguir el ritmo de los cubiertos chocando suavemente contra la porcelana. Kate, sin embargo, me observaba. Lo sentía. Sentía su mirada recorriéndome como si intentara descifrar lo que ocurría dentro de mi cabeza.

Y, francamente, yo mismo no estaba seguro de poder explicarlo.

Seraphina.

Seraphina desmayándose en medio de la plaza. Su piel pálida, su cuerpo frágil entre mis brazos. El susurro de su voz, la forma en que sus dedos temblorosos rozaron los míos.

Nathatiel, por supuesto, vino para llevársela. Como debía ser.

Apreté la mandíbula y aparté el plato antes de terminarlo.

La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora