Seraphina
Mi cuerpo todavía vibraba con el calor de Anthony, con el deseo que había encendido en mí, y de repente todo se detuvo. Lo miré con incredulidad, con el corazón latiéndome en los oídos. No podía entender lo que estaba pasando, lo que él estaba diciendo. Lo tenía frente a mí, tan cerca, y en un solo segundo todo ese fervor que habíamos compartido, toda esa conexión, se desvanecía.
—¿No puedes...? —mi voz salió rota, apenas un susurro—. ¿Por qué...?
Me sentí desnuda no solo en el cuerpo, sino en el alma. El velo que me había protegido durante tanto tiempo estaba tirado en el suelo, y ahora sentía como si él viera cada inseguridad, cada cicatriz, cada miedo que había guardado dentro de mí. Y lo que estaba diciendo me golpeaba como una bofetada.
Anthony no quería continuar porque... no tenía intención de casarse conmigo. Era obvio. Nunca me vería de esa manera.
Mi respiración se volvió más superficial, y una sensación de frío me recorrió el cuerpo, como si de repente me hubiera expuesto demasiado, demasiado pronto. No podía procesar lo que estaba ocurriendo. Las palabras que él decía, aunque parecían llenas de preocupación, sonaban a condena. Era como si me estuviera diciendo que no era suficiente, que no lo merecía.
—Entonces... —comencé, sin poder evitar que mi voz temblara—. No vas a hacerlo porque... no te casarías conmigo. —El peso de mis propias palabras me aplastó.
Lo miré a los ojos, buscando una respuesta que desmintiera lo que acababa de decir. Quería que me dijera que estaba equivocada, que lo que había entre nosotros era real y que, aunque el matrimonio no era algo inmediato, al menos me veía como alguien digna de amar, de desear de verdad. Pero sus ojos, aunque llenos de conflicto, parecían decir otra cosa.
—No... no es eso... —Anthony intentó explicarse, pero el dolor en su rostro me confirmaba lo que temía—. Seraphina, no quiero herirte, no quiero... arruinarlo todo. Lo que siento por ti... —Se quedó en silencio un instante, como si estuviera buscando las palabras correctas—. Es complicado.
"Complicado". Esa palabra resonó en mi cabeza. No había nada más que decir. Él no podía verme como algo más que una amiga, como alguien que pudiera compartir su vida, a pesar de lo que habíamos sentido en ese momento. Había intentado detenerse para no lastimarme, pero su vacilación era un reflejo de algo más profundo. Y ese algo era que jamás me vería como la mujer con la que querría casarse.
—¿Complicado? —repetí con un amargo nudo en la garganta, sintiendo cómo todo mi mundo se desmoronaba ante mí—. No... para ti no es complicado. Es simple, Anthony. No puedes verme de esa manera. Y está bien, es solo que...
Me alejé de él, envolviendo mis brazos alrededor de mi cuerpo, intentando cubrir la desnudez que sentía no solo en mi piel, sino en el alma. La sensación de abandono, de rechazo, me embargaba por completo.
—Sabes... —le dije con la voz baja, intentando no derrumbarme—. Pensé, por un momento, que quizás podía ser algo más para ti. Que quizá... yo era diferente. Pero está claro que no.
Me giré hacia la ventana, tratando de contener las lágrimas que comenzaban a acumularse. El dolor en mi pecho era insoportable, y el silencio de Anthony detrás de mí solo lo empeoraba. No me veía como algo más que una amiga, una chica rota con una cicatriz que hacía que los hombres se lo pensaran dos veces antes de acercarse demasiado.
—Seraphina, no es así... —empezó, acercándose, pero no pude soportarlo.
—¿Entonces cómo es? —lo interrumpí, girándome bruscamente hacia él—. ¡Dímelo! ¿Cómo es que no puedes seguir con esto, pero tampoco puedes alejarte? ¿Es porque no soy suficiente? —Mi voz se quebró, el dolor era demasiado fuerte—. ¿Es porque no me ves como algo más que una chica con una cicatriz? Porque, Anthony, si no puedes quererme por lo que soy, entonces... no me hagas esto. No me hagas creer que podría haber algo más cuando en realidad no lo hay.
Lo miré fijamente, esperando que dijera algo, que me diera alguna explicación que pudiera calmar el caos que se había desatado en mi interior. Pero su silencio, su vacilación, solo reforzó lo que ya sabía en el fondo. Él jamás me vería como alguien a quien podría amar de verdad, al menos no de la manera en que yo lo deseaba.
Mi pecho subía y bajaba rápidamente, intentando contener el dolor, pero ya era inútil. Anthony estaba allí, tan cerca y a la vez tan lejos, incapaz de darme lo que más anhelaba: la certeza de que podía ser amada completamente, a pesar de todo.
Anthony
Sus palabras cayeron sobre mí como un puñal. Sentí que me atravesaban el pecho, y el aire de la habitación se volvió denso, asfixiante.
—Seraphina... —comencé, pero mi voz no encontraba fuerza. El nudo en mi garganta me bloqueaba, y todo lo que quería decirle parecía desvanecerse antes de llegar a mis labios.
Ella, con una determinación que no había visto antes, levantó el velo que se había quitado hacía solo unos minutos. Verla hacerlo, cubriéndose de nuevo, fue como ver cómo ella misma levantaba un muro impenetrable entre los dos. Un muro que yo había ayudado a construir, sin querer.
—Mi madre tenía razón, Anthony —dijo con un tono tan frío que no parecía el suyo—. Solo me quieres para un rato, para un momento de... de deseo. Como he sido tan ingenua... —Se rió, pero no había ni rastro de alegría en su risa; era amarga, dolorosa. Casi como si riera de sí misma por haber creído en algo que nunca podría ser.
Sus palabras me golpearon con una violencia que no esperaba. ¿Cómo podía pensar eso de mí? ¿Cómo había llegado todo tan lejos? Sentí que mi corazón se desgarraba en dos, y con cada segundo que pasaba, la distancia entre nosotros no era solo física. Se estaba volviendo abismal, insalvable.
—Seraphina, por favor... no es así... —intenté acercarme, pero ella dio un paso atrás, rechazando cualquier intento de consuelo.
—Vete. —Su voz era apenas un susurro, pero lo dijo con una firmeza que me rompió en mil pedazos—. Por favor, vete, Anthony.
Sus palabras eran claras, pero lo que más me dolió fue el vacío en sus ojos, ese mismo brillo que había visto antes, lleno de vida y curiosidad, ahora apagado. Yo había hecho esto. Le había hecho daño, y ni siquiera sabía cómo arreglarlo.
—No quiero que te vayas... —dije, sintiendo cómo mi propia voz temblaba—. Pero no puedo... No puedo seguir viéndote pensar que no eres suficiente, porque lo eres, Seraphina. Mucho más de lo que crees.
Pero ella solo negó con la cabeza, y el dolor en su rostro fue suficiente para aplastar cualquier intento de acercamiento. Me sentía impotente, incapaz de enmendar lo que acababa de romper.
—Te he hecho daño, lo sé. —Me esforcé por no dejar que las lágrimas escaparan de mis ojos—. No era mi intención. Nunca fue mi intención.
Sus ojos se alzaron hacia mí, pero su expresión era impenetrable, como si todo lo que había entre nosotros ya hubiera quedado atrás, en ese instante en que ella había decidido apartarse de mí, en el momento en que se colocó el velo.
—Anthony... —dijo con voz suave, pero tajante—. Por favor. Vete.
Quería quedarme. Quería romper el espacio entre nosotros y quitarle ese velo de nuevo, hacerla sentir lo que realmente significaba para mí, pero no podía. Ella no lo permitiría, y yo, en mi torpeza, había reforzado cada una de las dudas que la atormentaban.
Sentí un vacío insondable mientras me daba la vuelta lentamente, sabiendo que quizás este era el final de algo que ni siquiera había comenzado. Con cada paso hacia la puerta, sentía como si me arrancaran algo de dentro, algo irremplazable.
Antes de salir, miré hacia atrás una última vez, con la esperanza de que me dijera algo, que me pidiera que me quedara. Pero su mirada seguía perdida, como si ya no estuviera realmente allí, como si yo hubiera terminado de romperla. Y lo peor era que, quizá, no había forma de arreglarlo.
Con el corazón destrozado, cerré la puerta tras de mí, dejando a Seraphina sola, con su dolor, y a mí... con el mío.

ESTÁS LEYENDO
La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)
FanficSeraphina Bennet, oculta tras un velo y marcada por su pasado, despierta el interés del vizconde Anthony Bridgerton, el único hombre que se atreve a sostener su mirada. A medida que su conexión se profundiza, ambos desafían las normas sociales y des...