Dia 1

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El despertador de mi móvil ha sonado a las siete y media, como cada maldito día. Lo he silenciado con los ojos medio cerrados y me he quedado un rato sentado en la cama, mirando el techo, mismo techo, mismas paredes. No me acuerdo si he dormido bien o mal, pero ¿a quién le importa?. Me he levantado, me he lavado la cara, me he peinado y me he vestido. He bajado las escaleras y mi padre ya estaba en la calle con el coche, esperándome para llevarme al instituto, con la misma cara de amargado y recién levantado que tiene todos los días.

—¿Vas bien en el instituto? —me ha preguntado con su tono de siempre.
—Sí, todo bien —le he respondido, como siempre.

Cuando he llegado al instituto, lo de siempre. Estoy en un grado superior de informática, se supone que debería estar emocionado, ¿no? HTML, CSS, JavaScript... todos esos lenguajes que supuestamente me abrirán puertas al futuro. Pero no lo siento así. Las clases son aburridas, las tareas repetitivas, la gente es rara y siento que no encajo allí. Hoy, el profesor nos ha hablado de JavaScript, pero mis pensamientos han estado en otro lugar. He escrito líneas de código mientras mi mente divagaba, desconectada. Mis compañeros hablaban entre ellos, pero no me apetecía unirme a la conversación. Estoy aquí, pero no estoy realmente.

Las horas han pasado y finalmente he salido de la clase. He caminado de regreso a casa. Me gusta esta parte del día también. A veces me pregunto si podría simplemente caminar sin parar y dejar todo atrás. Pero siempre termino volviendo. En casa, mi padre ha preparado la comida. Me he sentado, he mirado el plato y luego, lo de siempre, he ido al baño y he vomitado. Ni siquiera sé por qué me molesto en comer, porque al final sé lo que voy a hacer después. Me he observado en el espejo, tratando de encontrar algún cambio, pero siempre veo lo mismo. La misma cara y el mismo cuerpo con el cual no me siento cómodo.

Más tarde, me he puesto a hacer tareas. He pasado toda la tarde frente a la pantalla, pero siento que no estoy aprendiendo nada. El código no me llena como debería y eso que estoy haciendo todo lo que se supone que debería hacer, pero por dentro me siento vacío.

A las ocho de la tarde me he preparado para el gimnasio. El gimnasio es la única parte del día en la que siento que estoy logrando algo. Hago pesas, corro y sudo hasta sentir que mis músculos no pueden más. Me gusta esa sensación de cansancio físico, porque al menos puedo controlar mi cuerpo, aunque no pueda controlar nada más.

A las 10:15 he salido del gimnasio, he llegado a casa y me he duchado. El agua caliente me relaja después de las palizas que me meto, pero solo durante unos cuantos minutos. Después de la ducha suelo hacer videollamada con Marta.

Marta es mi novia. Nos conocimos hace poco más de seis meses, en su fiesta de cumpleaños, y aunque vivimos a kilómetros de distancia, la conexión entre nosotros es real. Ella es lo único bueno que tengo en estos días. Nuestras videollamadas son mi salvavidas. No es fácil tener una relación a distancia, pero ella siempre sabe qué decir para que me sienta mejor.

He iniciado la videollamada, y ahí estaba ella, sonriendo en la pantalla, su pelo castaño ondulado como siempre.

—¡Holaaa! ¿Cómo vas? —me ha preguntado.
—Lo de siempre —le he dicho, encogiéndome de hombros—. Instituto, deberes, gimnasio... Como siempre. ¿Y tú?.

—Pues me duele la cabeza. Hoy la que me cae mal me ha dicho que... —me ha contado su vida, suspirando.

Hemos hablado durante una hora y pico. Marta siempre consigue sacarme alguna sonrisa, incluso cuando no me siento del todo bien. Es fácil hablar con ella, no tengo que fingir. Me hace olvidar, aunque sea por un rato, lo aburrido que se ha vuelto todo últimamente.

Después de la llamada, me he sentido algo mejor. He apagado la pantalla, pero la soledad ha vuelto rápido. Me he quedado en la cama mirando el techo, preguntándome si de verdad merece la pena seguir adelante. Mañana será igual. Estoy atrapado en un ciclo, y no sé cómo romperlo.

30 DIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora