Dia 29

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No puedo más. He llegado a un punto en el que ya no tengo fuerzas para seguir adelante, para seguir cargando con este peso. He pensado en todas las opciones, y esta es la única que tiene sentido. No puedo seguir viviendo así, en este vacío constante. Cada día es peor, y no veo ninguna salida.

Esta mañana me desperté con la sensación de que algo en mí había cambiado. A pesar de que todo sigue igual, la monotonía se ha vuelto insoportable. Todo lo que hago se siente inútil. Comí algo sin ganas, las palabras de mamá resonando en mi mente, recordándome que debía levantarme, que debía hacer algo. Pero la verdad es que no quería hacer nada, y sinceramente, estaba agotado.

Hoy fui al parque que solía ir con mi padre cuando era pequeño. Recuerdo esos días tan bonitos, llenos de risas y aventuras. Me senté en el mismo banco en el que solíamos sentarnos juntos mientras merendaba. El sitio sigue igual, pero todo ha cambiado. Recuerdo cómo me contaba historias o cómo me hacía sentir que el mundo era un lugar lleno de posibilidades.

Mientras estaba allí, observaba a la gente pasar, preguntándome si ellos también sienten lo mismo, o si soy solo yo, me di cuenta de lo desconectado que estoy del mundo. Las personas que corrían, que jugaban, que se abrazaban, parecían tan llenas de vida. Sentí envidia. ¿Por qué no puedo sentirme así? ¿Por qué todo lo que toco se convierte en cenizas?

Valeria no sabe nada, claro. Ella sigue siendo una chispa de luz en un mundo que me parece tan gris. No podría soportar ver su carita si supiera lo que estoy a punto de hacer. Me despedí de ella esta noche, la abracé más fuerte que nunca, como si fuese la última vez que la viera. En su inocencia, me dijo que me quería mucho, y que papi también nos estaba viendo desde el cielo. No le corregí. No tenía el corazón para destruir su mundo. Solo le sonreí y le dije que yo también la quería. Esa fue la única verdad que le he dicho en mucho tiempo.

Después de eso, volví a mi cuarto. Miré alrededor, a las paredes que alguna vez estuvieron llenas de sueños. Todo lo que he querido ser se ha desvanecido. Escribí una nota en un folio en blanco, una para cada uno. Quería explicar por qué lo hago, pero ni siquiera yo lo entiendo del todo. Lo único que sé es que ya no puedo seguir adelante. Quiero que ellos sepan que esto no es su culpa, que no lo hicieron mal. Solo espero que, cuando me vaya, ellos encuentren una forma de ser felices sin mí.

Quizás, en algún lugar, papá me entenderá. Quizás, en un mundo que no me resulta familiar, podré encontrar la paz que he estado buscando. La idea de reunirme con él me da un pequeño consuelo en este momento de desesperación.

Y así, a altas horas de la madrugada, fui a la cocina y tomé un cuchillo cocinero del cajón de los cubiertos. La decisión está tomada, y aunque estoy lleno de miedo, hay una extraña sensación de liberación. Espero que este acto, tan drástico, al menos traiga un poco de claridad y alivio a aquellos que dejo atrás. Al final, lo único que realmente deseo es que encuentren la felicidad, aunque yo no pueda ser parte de ella.

30 DIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora