Dia 27

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Hoy también falté a clases, la mañana comenzó como cualquier otro día, con el silencio que envuelve la casa desde la muerte de papá. Estaba tirado en mi cama, como siempre, tratando de ignorar el caos en mi mente. En ese momento, no tenía ganas de hacer nada, de enfrentar a nadie. Pero oí a mi madre subir las escaleras y todo cambió.

—¡Adrián! —gritó, su voz resonando en las paredes como un eco de su desesperación—. No puedes seguir así. Haz algo con tu vida, si no quieres seguir estudiando búscate un trabajo.

No la veía así de enfadada desde hace mucho tiempo. Intenté buscar la forma de defenderme, de explicarle que no podía, que estaba atrapado en un lugar del que no sabía salir. Pero lo único que salió de mis labios fue un susurro, un intento de calmarla.

—Mamá, por favor... —empecé, pero ella no me dejó terminar.

—¡Tu padre no querría verte así! —continuó, su voz ahora llena de tristeza—. No puedes ser tan egoísta coño. No haces nada por nadie mientras yo trato de mantener esta casa en pie.

Sabía que tenía razón. Pero las palabras se me atascaban en la garganta.

Le respondí con un silencio incómodo, incapaz de mirarla a los ojos. En vez de eso, me quedé mirando a la pared, sintiendo que el peso de sus palabras me aplastaba.

—No sé qué quieres que haga —le dije al final, con la voz quebrada—. Lo estoy pasando mal. Además, lo he dejado con Marta.

Después de la discusión, me encerré en el baño. Miré mi reflejo en el espejo, y la imagen que vi allí me desmoronó por completo. Me vi pálido, con los ojos hundidos, una sombra de lo que solía ser. No me reconozco.

Me quedé allí, viendo a esa persona en el espejo, preguntándome cómo había llegado a este punto. A veces, en mis momentos más oscuros, pienso que todo esto es un mal sueño, que en algún momento despertaré y todo volverá a la normalidad. Pero la realidad me golpea una y otra vez. Esto es real, y estoy aquí, atrapado en esta vida que ya no siento como mía.

Finalmente, salí del baño y volví a mi cuarto. La risa de Valeria resonaba en la distancia, y en ese momento, me pregunté si algún día podría volver a ser el hermano que necesitaba. Pero ahora, todo parecía imposible, y aunque la gente a mi alrededor intentaba ayudar, yo no sabía cómo dejar que entraran en mi mundo.

30 DIASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora