Hoy ha sido otro día igual. Igual de vacío, igual de pesado. Me levanté, como siempre, con esa sensación de que el día iba a ser igual de puta mierda que el anterior. El sonido de mi alarma fue lo primero que oí, y solo quería lanzar el móvil por la ventana. Pero, claro, no lo hice, es muy caro. Me levanté, me vestí con lo primero que pillé y fui al instituto, como un autómata programado para seguir siempre el mismo patrón. Mis clases de informática me importan cada vez menos, últimamente siento que todo eso es inútil. ¿Para qué sirve aprender a programar si siento que no voy a hacer nada de eso en un futuro?
Hoy, durante la clase, el profesor explicó una función, pero no presté mucha atención. Mi mente estaba en otro lugar. Miraba la pantalla del ordenador, pero mis pensamientos estaban lejos. Fuera, más allá del instituto, más allá de todo esto. Miré por la ventana, viendo a los raritos entrar al instituto, y me pregunté si también se sienten así, como si estuvieran atrapados en una rutina de la que no pueden escapar.
El camino de vuelta a casa fue, obviamente, como siempre. Me puse los auriculares y dejé que la música llenara mi cabeza, pero ni siquiera eso funcionó hoy. Normalmente, la música me ayudaba a desconectar y a sentirme mejor, ya que la música me encanta. Pero ahora, ni siquiera eso me sirve.
Cuando llegué a casa, comí lo que me había preparado mi padre, no sé ni por qué me molesto en comer, si sé que va a pasar en cuanto suba las escaleras. Efectivamente fui al baño y vomité, como lo he estado haciendo todos los días. No sé por qué lo hago, siento que lo puedo controlar y que puedo parar cuando yo quiera, pero no. Me quedé mirando al espejo después de hacerlo, viendo mi reflejo. Mis ojos se veían apagados, vacíos, como si hubiera perdido algo, pero no sé qué. Es como si todo dentro de mí se hubiera ido.
Por la noche, hablé con Marta por videollamada. Hablamos de lo mismo de siempre. Ella me contó sobre su día, sobre lo que había hecho en la universidad, sobre sus chismes, y yo fingí escuchar. Pero lo cierto es que cada día me siento más distante de ella. No sé qué me pasa, pero cada vez que hablamos, siento que estamos más lejos, que ya no es lo mismo. Como si estuviéramos juntos, pero no. No le conté lo que realmente estaba sintiendo. ¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo le explico que siento que mi vida se está derrumbando poco a poco y que cada día es peor que el anterior? Fingí que todo estaba bien, y ella lo creyó. Al final, hablamos un poco más y nos fuimos a dormir.
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30 DIAS
Short StoryEsta es la historia de Adrián, un chico que, a su corta edad, ya siente que la vida le ha dado la espalda. No es que le falten oportunidades, sino que cada decisión que toma parece empeorar las cosas. Entre errores y malas decisiones, Adrián se encu...