Capítulo 10 "Entre la Vida y la Culpa"

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Después de aquella intensa conversación con María, Valeria se encontraba en un dilema profundo. Su corazón seguía dividido entre dos amores, cada uno representando aspectos diferentes de su vida. Intentaba concentrarse en la lucha por la libertad de Venezuela y en su relación con Sofía, pero no podía quitarse de la mente las palabras de María. Aun así, trató de mantener su vida en equilibrio, resistiendo la tentación de dejarse llevar por el caos emocional.

Unas semanas después de la protesta, Sofía y Valeria estaban juntas en una de las calles más peligrosas de Caracas, donde Sofía, en su labor como periodista, estaba documentando las protestas que aún sacudían a la ciudad. Aunque Valeria siempre se preocupaba por ella, esa tarde Sofía parecía estar más decidida que nunca a captar el conflicto desde la primera línea.

—No me gusta que te pongas en peligro así —le dijo Valeria mientras Sofía ajustaba su cámara, preparándose para acercarse a la protesta.

—Es parte de mi trabajo, amor —respondió Sofía, dándole un beso en la mejilla para calmar sus preocupaciones—. Además, estoy contigo. Nada malo va a pasar.

Valeria intentó sonreír, pero el mal presentimiento en su pecho no la dejaba tranquila. Aun así, respetaba la valentía de Sofía, quien siempre había sido intrépida y comprometida con su labor. Ambas avanzaron hacia el núcleo de la manifestación, donde los enfrentamientos entre la Guardia Nacional y los manifestantes eran más intensos.

De repente, el sonido de disparos y gritos llenó el aire. La Guardia comenzó a dispersar a los manifestantes de forma violenta, y el caos se desató. En medio de la confusión, Valeria perdió de vista a Sofía por un instante. Buscó desesperadamente entre la multitud, su corazón latiendo con fuerza. Cuando finalmente la encontró, Sofía estaba cerca de la primera línea, intentando tomar una foto de un grupo de manifestantes que resistían.

Antes de que Valeria pudiera advertirle que se alejara, un fuerte estruendo se escuchó, seguido por el crujido de un vehículo militar que avanzaba rápidamente hacia la multitud. En cuestión de segundos, el caos se tornó trágico. Valeria vio, con horror, cómo el vehículo se acercaba peligrosamente a Sofía, quien no tuvo tiempo de reaccionar.

El mundo pareció detenerse.

—¡Sofía! —gritó Valeria, corriendo hacia ella con el corazón en la garganta.

El sonido del impacto resonó en sus oídos, y todo se volvió borroso a su alrededor. Sofía cayó al suelo, su cámara volando de sus manos. Valeria llegó a su lado en cuestión de segundos, cayendo de rodillas junto a su cuerpo inmóvil.

—¡Sofía! ¡No, no, no! —gimió Valeria, mientras sus manos temblorosas intentaban despertarla.

El caos continuaba a su alrededor, pero para Valeria, nada más existía en ese momento. Sofía estaba inconsciente, su rostro pálido y con una herida en la cabeza que comenzaba a sangrar. Valeria se sintió impotente, la desesperación la consumía mientras trataba de mantener la calma. Gritó pidiendo ayuda, pero el pánico y la confusión impedían que alguien se detuviera.

Finalmente, un grupo de manifestantes se acercó para ayudar. Valeria, con lágrimas en los ojos, se aferró a la mano de Sofía mientras la subían en una camioneta que se alejaba rápidamente del peligro. El camino al hospital fue una agonía interminable para Valeria, que no podía dejar de mirarla, esperando cualquier señal de vida, cualquier movimiento.

Horas después, en el hospital, Valeria se encontraba en la sala de espera, con la mirada perdida. Su ropa estaba manchada de sangre, y sus manos seguían temblando. No sabía si Sofía iba a sobrevivir, y la incertidumbre la estaba destrozando por dentro. La culpa y el miedo se mezclaban en su mente, junto con una terrible confusión sobre sus sentimientos por María.

El médico salió de la sala de emergencias, y Valeria se levantó de golpe.

—¿Cómo está? —preguntó, su voz rota.

—Está en estado crítico, pero estable por ahora —respondió el médico—. Sufrió un fuerte golpe en la cabeza y algunas fracturas. Tendrá que permanecer en observación las próximas 48 horas.

El alivio momentáneo de saber que Sofía estaba viva no disipó el nudo en el estómago de Valeria. Se permitió entrar en la habitación donde Sofía reposaba, conectada a varios equipos médicos. Su rostro estaba cubierto de vendajes, y el sonido de las máquinas era el único indicio de que seguía luchando por su vida.

Valeria se sentó junto a ella, tomando su mano suavemente. Las lágrimas corrían por su rostro mientras la miraba. Se sentía rota por dentro. ¿Cómo había llegado todo a este punto? La vida de Sofía colgaba de un hilo, y el caos político en el que estaban inmersas no hacía más que agravar todo.

—Lo siento… —susurró Valeria, sin saber exactamente por qué se disculpaba—. No debería haberte dejado estar tan cerca. Te necesito aquí, conmigo.

Mientras Valeria permanecía allí, sus pensamientos se volvieron inevitables hacia María. La confesión de María seguía retumbando en su mente, y ahora, más que nunca, se sentía dividida. Sabía que aún amaba a María, pero también sabía que su amor por Sofía era real. Y ahora, con Sofía en esa situación crítica, el sentimiento de culpa y confusión se hizo aún más pesado.

El tiempo parecía detenerse mientras Valeria se quedaba junto a Sofía, rezando por su recuperación. Pero una parte de ella no podía evitar pensar en María y en lo que eso significaba para su futuro.

Promesas bajo el sol-María Corina Machado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora