El día había sido largo, lleno de reuniones y decisiones importantes, pero cuando el sol comenzó a ponerse en el horizonte, María y Valeria decidieron escapar a la playa. El aire estaba impregnado del olor a sal y las olas rompían suavemente en la orilla, creando un ambiente mágico. La luz dorada del atardecer iluminaba sus rostros mientras caminaban por la arena, riendo y disfrutando de la compañía de la otra.
—¿Te imaginas lo que sería vivir así, sin preocupaciones, solo disfrutando de cada momento? —preguntó Valeria, mirando el horizonte.
María sonrió y se detuvo, tomando la mano de Valeria.
—Sí, pero en este momento, me siento así. No necesito nada más que estar contigo aquí —respondió María, su voz suave y sincera.
Valeria sintió que su corazón latía con fuerza. En ese instante, las palabras de María resonaban en su interior, llenándola de amor y gratitud.
—Eres increíble, María. Ver todo lo que has logrado me inspira a ser mejor cada día. Gracias por permitirme ser parte de tu vida y de tu misión —dijo Valeria, acercándose un poco más a ella.
Las dos se miraron a los ojos, y el mundo a su alrededor se desvaneció. Fue entonces cuando María, impulsada por la emoción del momento, extendió su mano hacia el mar, como si deseara atrapar la esencia del ocaso.
—Ven, bailemos —dijo María, y sin esperar respuesta, comenzó a moverse suavemente al ritmo de las olas, su cuerpo fluyendo con la música del atardecer.
Valeria se unió a ella, y juntas comenzaron a danzar en la arena, riendo y girando mientras el sol descendía lentamente en el horizonte. El cielo se transformó en un lienzo de colores, donde el naranja, el rosa y el púrpura se entrelazaban, creando un espectáculo digno de admiración.
A medida que bailaban, las palabras de amor comenzaron a fluir entre ellas.
—Eres mi refugio, mi luz en medio de la oscuridad —dijo Valeria, sus ojos brillando con emoción.
María la miró, sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón.
—Y tú eres mi fuerza. No importa lo que suceda en el mundo, siempre quiero que estés a mi lado. Contigo, todo es más fácil —respondió María, acercándose un poco más.
Las dos se detuvieron, y en ese momento, sus corazones latían al unísono. La conexión entre ellas era inquebrantable, y cada una sabía que había encontrado en la otra a su compañera de vida.
Valeria, aún sosteniendo la mano de María, la miró profundamente a los ojos.
—Prometamos que siempre estaremos juntas, no importa lo que pase. Quiero enfrentar el mundo contigo a mi lado —dijo Valeria, sintiendo que era el momento perfecto para compartir sus sentimientos más profundos.
María sonrió, sintiendo una oleada de felicidad.
—Lo prometo. No hay nada que desee más que compartir mi vida contigo, en las buenas y en las malas. Eres mi todo, Valeria —respondió María, su voz llena de emoción.
Con esas palabras, Valeria se acercó y besó suavemente los labios de María. Fue un beso lleno de promesas, de sueños compartidos y de amor que solo crecía con el tiempo.
Cuando se separaron, el sol estaba casi por desaparecer en el horizonte, dejando un resplandor dorado en el cielo. Las dos se abrazaron, sintiendo la calidez del amor que las unía.
—Este es nuestro momento, y siempre lo será —dijo Valeria, mirándole a los ojos.
—Siempre juntas, Valeria. Por siempre y para siempre —respondió María, apretando su mano con fuerza. Fue una de sus promesas bajo el sol
Mientras la noche comenzaba a caer, y las primeras estrellas aparecían en el cielo, Valeria y María sabían que habían encontrado no solo el amor, sino también un propósito compartido en la lucha por un futuro mejor. Juntas, estaban listas para enfrentar lo que viniera, y el amor que compartían sería su mayor fortaleza.
Y así, mientras la brisa del mar acariciaba sus rostros, se quedaron allí, en la playa, bailando bajo el cielo estrellado, sintiendo que su amor era el ancla en la tormenta y la luz que iluminaba su camino.
Fin
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Promesas bajo el sol-María Corina Machado
عاطفيةTe amo de acá a la luna a pasitos de tortuga.🌷