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En el momento que las cadenas ya no lo apresaban suspiró aliviado estirándose en su lugar, y miró al rubio quien le sonreía enormemente, ansioso por lo que se avecinaba.

Aunque Ford no estaba muy gustoso con intimar con él, también estaba ansioso, había pasado un buen rato desde que vio al rubio y tenerlo de nuevo con él era un huracán de emociones, suspiró yendo hasta el menor tomándolo de la cintura.

—Regresa conmigo—. Pidió Bill abrazándolo por el cuello pegando su delgado cuerpo al musculoso de Stanford quien apretó sus labios—. Seré diferente, aprendí mis errores y no los volveré a cometer.

—No creo ni una de tus sucias palabras, Bill—. Gruñó el castaño mirando directamente a uno de los ojos del menor y llevó una de sus manos para quitar el parche que cubría su otro ojo, ese peculiar ojo negro con su iris azul celeste.

—Me portaré bonito—. Murmuró Bill a la vez que revoloteaba sus pestañas al tener sus ojos expuestos para el mayor.

—Mantente en silencio.

Stanford no perdió más el tiempo, no quería estar más ahí con él así que tenía que cumplir y salir de ahí cuando antes, unió sus labios con los del rubio tomándolo en brazos haciendo que este enredara sus piernas en su cintura, su beso era necesitado, aunque lo negaran ambos habían extrañado aquello; sus lenguas se encontraron, comenzaron a probarse mutuamente, cada rincón de aquellas bocas que tanto conocían.

Al separarse un fino hilo de saliva los unía, se miraron unos segundos tratando de recuperar el aliento, aunque Bill no lo necesitaba del todo.

El mayor volvió a besarlo caminando con él hasta el sofá donde se sentó con él en sus piernas, Bill no perdió la oportunidad y comenzó a mover sus caderas sobre el castaño soltando un gemido entre sus labios al sentir como ambos se frotaban un poco, Ford lo alejó tomándolo del cuello mirándolo con cierto deseo.

¿Porqué siempre caía en los encantados de aquel ser?

Bill sonrió lascivo bajando sus manos hasta la entrepierna del castaño apretando un poco su miembro por encima de la tela, podía sentir como este ya estaba endureciendo bajo su tacto, Stanford por su parte le quitó la ropa que llevaba el rubio relamiendo sus labios al ver el blanco pecho del demonio, y aquellos botones rosados le llamaron, no se opuso a sus deseos, llevó sus labios hasta estos probandolos con ansias succionando con gusto escuchando como Bill gemía al ser estimulado.

—Oh, Fordie—. Gimió llevando sus manos al castaño cabello del mayor arqueando su espalda sintiéndose magnífico al sentir sus besos en su pecho.

El mencionado soltó sus pezones no sin darles una fuerte mordida alejándose de él, adentró un par de sus dedos en el interior del menor logrando que este se quejada por lo alto, el rubio le dio un pequeño golpe en el pecho logrando que el castaño sonriera burlón.

—Con cuidado, bruto, llevo años sin ser tocado—. Bufó el ente mirando con molestia al mayor.

—Oh, ¿En serio? Creí que si te habías revolcado con alguien más.—Gruñó el mayor moviendo con brusquedad sus dedos en su interior.

Bill por su parte no podía ocultar su incomodidad con sus gestos a la vez que apretaba sus dedos en los anchos hombros del mayor, pero a los minutos aquella incomodidad se transformó en lo que tanto anhelaba, puro placer. Sus gemidos se hicieron presentes y pidió por lo bajo que el mayor lo tomara, pero Stanford no estaba dispuesto a cumplir completamente sus deseos.

TOXIC || BillfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora