Capítulo 2

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Quiero dedicar este capitulo a Catnisse34 porque ayer fue su cumpleaños y de todo corazón, espero que hayas sido muy feliz. Gracias por estar, gracias por leer. 💜💜

Sin más qué decir y esperando que disfruten el capítulo, continuemos.

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Algo se movió. Indudablemente algo estaba en esa habitación.

Se dió cuenta apenas entró, estaba seguro. No se imaginaba haberlo sentido, podía olerlo, lo percibió, no era la primera vez que tenía la sensación de ver algo por un momento microscópico, así que sabía perfectamente que no estaba alucinando ni nada parecido.

Se acercó rápido a su hermana y, al ver su cómoda, notó el blíster de su medicina junto a un vaso con agua. Ella estaba profundamente dormida, totalmente ignorante de la sensación de adrenalina que empezaba a crecer en el pecho del muchacho.

Una sutil y rápida corriente de aire le hizo voltear a su espalda pero tampoco encontró nada que sus ojos pudiesen captar, agitado, miraba a todos lados listo para golpear a lo que sea que estuviera ahí.

De repente lo vió. No era una imagen clara, más bien una silueta borrosa que le observaba desde lo alto del clóset de la habitación, lo único que podía verse en la oscuridad de la noche eran aquellos brillantes ojos violeta, como si de un animal salvaje se tratara.

Fue extraño. No sentía miedo y estaba menos molesto de lo que esperaba, más bien, se sentía como si algo en aquellas brillantes orbes lo mantuvieran embobado, paralizado. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda, como si involuntariamente se negara a quitar la mirada siguiendo los agraciados movimientos lentos de aquella silueta, parecía observarlo de vuelta, como si le analizara.

Un parpadeo bastó para que, de repente, la cosa en el clóset desapareciera de su vista y una fracción de segundo después sintiera una presencia sobre su espalda.

No podía moverse, aunque lo intentara, inconscientemente sabía que no tenía oportunidad de reaccionar. Sintió algo que percibió como una serpiente enroscándose en su muslo izquierdo, unas manos frías recorrieron sus hombros y un aliento se asomó sobre su nuca.

—Eres una creatura extraña.— Escuchó en un susurro sobre su oído, que hizo que su piel se erizara desde la punta hasta la coronilla —¿Qué clase de cosa eres?

La sensación de quietud parecía desplomarse de la mente de Max. De repente pudo mover uno de sus dedos, así que supuso que sería sencillo presionar un poco más para salir de esa parálisis. Y lo consiguió.

Una de sus manos terminó tomando lo que suponía que era el cuello de la creatura. Se sintió extraño, como si aquella piel fría en un instante se hiciera más cálida antes de empujarse a ambos fuera de la habitación. Lo que sea que estuviera dentro del dormitorio de su hermana, se aseguraría de dejarlo lejos.

Ambos terminaron en el suelo. La poca luz de la habitación contrastó con la iluminación tenue del pasillo de las escaleras, haciendo que su vista se sintiera nublada por un instante y obligándolo a parpadear fuertemente pero sin soltar el agarre.

Sentía a la cosa de la habitación retorcerse, intentando liberarse. La sensación de serpiente enroscándose volvió, pero esta vez sobre su brazo, era como un intento desesperado de liberarse.

—¿Qué cosa eres?— El rubio estaba asombrado ante la imagen frente a él en cuanto pudo verlo claramente. Una criatura de piel rojiza, un par de alas que parecían las de un murciélago, aquello que percibía como una serpiente no era más que una cola como aquellas que dibujan a los diablos de las caricaturas, cuernos oscuros, ojos brillantes y grandes colmillos que sobresalían de su dentadura.

La cosa jadeaba agitada, como si se hubiese rendido, más bien, como si tampoco entendiera lo que estaba pasando. Se notaba en ese rostro expresivo y extraño. Era curioso, tenía rasgos humanos, Max incluso podía jurar que veía pecas (Si era posible) sobre sus mejillas y nariz.

Un forcejeo le sacó de sus pensamientos y tuvo que poner más fuerza sobre aquella piel.

El ser toció, dejando ver también el pequeño detalle de su lengua larga y bífida, luchaba por liberarse desesperadamente haciendo uso de sus manos, piernas y cola, pero parecía ser inútil.

De repente algo cambió en el aire. Se sintió pesado, como si de pronto se sintiera más denso. Inhalaba con trabajo y cuanto más lo hacía, sentía su juicio nublarse, como si una especie de velo se ciñera sobre él y su percepción se alterara totalmente.

Algo se apoderó de él. No podía llamarlo tal como una posesión, más bien era, y a la verdad, como si algo dentro de su propio ser sacara a relucir las más primitivas conductas de él.
De la nada se encontró, no sosteniendo con fuerza, sino acariciando la piel de aquella criatura. Sus manos se deslizaron por el cuello hasta la zona de las clavículas, su mirada se escapó un poco más abajo, explorando la silueta bien definida que tenía enfrente.

Un traje de algo parecido al cuero, que dejaba ver partes de la piel rojiza del ser. Ceñido, un pecho voluminoso, su cintura pequeña y muslos gruesos. Era definitivamente una imagen diseñada para ser una bomba sexual y funcionaba en Max, estaba consiguiendo seducirle porque de repente sintió la necesidad de ver un poco más.

Usando sus grandes manos, dió vuelta de golpe a ese cuerpo que ante él era pequeño, dejando ver la atractiva y sensual espalda del ser alado. La ropa estaba totalmente abierta detrás, bajando atrevidamente desde los hombros hasta el borde de la cadera, exponiendo con vulgaridad el valle que recorría toda la espina dorsal.

Le tenía sometido. La creatura misma no supo cómo o en qué momento, pero ahora estaba debajo de aquel muchacho rubio siendo sujetado por el cabello con una mano, mientras la otra obligaba a que su cadera se mantuviera elevada.

No debería estar pasando esto, nada. Desde el inicio el plan era plantar la semilla en la mujer virgen y escapar, el tiempo daría paso a saber si aquella sería fértil o no. Su trabajo era recolectar datos, no ser apresado por un rubio cachondo que él mismo había provocado en su plan desesperado por no terminar siendo asfixiado y huir.

Pero ahí estaba. Con la espalda tan arqueada como gata en celo y un tipo de proporciones descomunales tocándole con tal propiedad que le asustaba.

Algo en la situación le daba malas señales. No era porque Max fuese hombre y él un incubo, en realidad le daba igual. Si bien existían los puristas que jamás se prestarían a recibir a otro hombre en su interior, para él era lo mismo alimentarse de hombres o de mujeres, pero algo hacía que sus alertas saltaran respecto al rubio.

Unos labios juguetones recorriendo la piel de su nuca le sorprendieron, no le tocaban, más bien, era como si quisieran percibir y dejar su aliento en la zona, y esa sensación hizo que experimentara una excitación sin precedente. Fue peor cuando, al retroceder, su trasero se topó con la entrepierna del chico, arrancándole un gruñido y a él un suave jadeo.

Era impresionante, totalmente impresionante. Nadie podía culpar el creciente apetito que se formaba en su cuerpo, después de todo era un incubo y eso es lo que hacen, tener sexo y era justo lo que estaba deseando.

Incubo | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora