Capítulo 4

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Max estaba haciendo ejercicio en el gimnasio privado de su casa. Se sentía con energía, pero inusualmente distraído.

Siendo realista, todavía seguía debatiéndose entre si aquella vez era real o no. La noche siguiente a ese inusual y misterioso encuentro se había quedado despierto, esperaba volver a encontrarse con esa cosa, pero nunca apareció. Tampoco lo hizo a la noche siguiente ni las otras dos después, había pasado una semana y también esa atmósfera rara había desaparecido de su casa, ya no percibía el olor de antes y no se sentía fría.

Esa noche, el rubio se debatió si volver a esperar o no. Su excusa era que debía proteger a Victoria, pues estas últimas veces ella le había contado que dormía mejor y se le notaba de un humor increíble, había regresado a ser la muchacha alegre y amable de antes. En su cabeza, Max se convencía de que era gracias a sus desvelos.

Aunque en el fondo también existieran otras intenciones.

Tal vez era curiosidad, morbo, quizá era alguna especie de deseo atrapado y silencioso, pero necesitaba respuestas y no tenía ni idea de dónde buscar ni mucho menos por dónde empezar.

Creaturas extrañas con alas de murciélago, cola y cuernos.

Tenía que googlearlo, por supuesto. No importaba que se sintiera estúpido al describir de esa forma lo que vio, estaba en su habitación, en la comodidad de su cama, y encontrar que había todo un feedback que respondía a su búsqueda le hizo pensar que quizá no era el único ridículo con ese tipo de intereses.

Cliqueó. Lo primero que le apareció fue una página que hablaba sobre demonios, pero tras una mirada superficial supo que no encontraría nada ahí.
Volvió y deslizó un poco, siendo más cuidadoso de dónde se metía y leyendo las pequeñas descripciones que aparecen en la parte baja de las letras azules.
Una leyenda captó su atencion.

Demonios de bajo rango: Sukubos/incubos.

Cliqueó otra vez. Fue dirigido a un subreddit que hablaba de todo tipo de cosas, desde datos interesantes, sinónimos y significados, hasta usuarios describiendo cómo fue encontrarse con uno de esos.

La curiosidad de Max crecía. Ninguna de las narraciones en los comentarios se parecía a su experiencia. Se preguntó si quizá habían otros que hubiesen percibido algo de manera similar y simplemente no se atrevían a comentarlo.

Bajando un poco más se encontró con algo particular. Alguien había publicado instrucciones específicas sobre cómo invocar a uno de ellos. Y, por supuesto, guiado por la curiosidad, no tardó nada en leer.

Era un proceso largo, de una semana, quizá un poco ridículo, pero por dios ¿Qué perdía intentando? Solo le molestaba el particular detalle de no saber el nombre de la cosa de esa noche, al menos parecía que ellos debían tener nombres propios, pero Max no lo sabía.

De cualquier modo, su aventura comenzó. En ese mismo instante se aseguró de hacer una compra especial para estar seguro de que llegara al siguiente día y así poder iniciar el dichoso ritual.

Primer día.
Sentía un poco de vergüenza al tener que hacer lo que debía. Nunca antes había intentado estimularse con un juguete sexual, se masturbaba, igual que los muchachos de su edad, pero tampoco le tenía mucho gusto. Así que digamos que la parte de "Estimularse sin llegar a excitarse demasiado" podía cumplirla sin problema.

El segundo día fue igual. Imaginar el rostro de la creatura ayudaba un poco, pero no podía negar que era incómodo y vergonzoso.

El tercer y cuarto día fueron quizá un poco mejores. Se sentía más dispuesto, de alguna manera recordaba mejor las fracciones de esa cosa y se quería golpear a sí mismo al darse cuenta de que le gustaban. Tenía ojos amarillos que no recordaba haber visto, y sus pecas cafecitas contrastaban muy extraño en su piel, dándole una saturación curiosa a la imagen.

—Oye, Max...— Victoria llamaba a la puerta de la habitación de su hermano, haciendo que saltara del susto. Menos mal que todavía no empezaba con la rutina del quinto día.

—¡Adelante!— Guardó el juguete debajo de las sábanas y se aseguró de cubrirse bien, como si no estuviese apenado por lo que ella estuvo a punto de descubrir.

—Hey, hola.— La rubia pasó, quedándose en la entrada y cerrando la puerta detrás —Solo quería avisar que saldré este fin de semana a Los Cabos con Sam, así que, bueno, estarás solo en casa.

—¿Solo tú y Sam?— El muchacho preguntó con seriedad arrugando las cejas.

—Max— Ella ladeó la cabeza mirando con obviedad a su hermano menor —Ya no somos niños. Tú también deberías aprovechar para traer a alguien a casa, mamá y papá no vendrán en una semana.

El rubio arrugó la cara como si ella acabara de decirle la cosa más obscena del mundo.
—No, gracias. Acostarme con cualquier persona no es mi estilo.

—Yo no dije que te acuestes con cualquiera— Ella arqueó una ceja, mirando con picardía al muchacho —Ni siquiera insinué cosas sexuales. Hablaba de traer amigos, no sé, hacer una fiesta.

Max sintió su rostro colorearse de rojo en un instante y volteó a cualquier otro lado lejos de la mirada acusatoria de su hermana.
—Me lo voy a pensar.

Ella se burló — Cuídate, niño. No hagas cosas malas que no puedas arreglar.

—Sí. Avísame cuando estés allá.— La conversación fue corta, pero se sintió como un infierno aguantar la vergüenza que desbordaba.

En cuanto Victoria cerró la puerta y le dejó solo, por fin pudo soltar el aire. Maldita sea, había estado tan concentrado en llamar un ente sexual que incluso ahora hablaba de esa forma.

Culpó a sus hormonas, tenía que ser eso o no se explicaba que de repente alguien con su carácter estuviera siguiendo un ritual que vio en internet e incluso que comprara un juguete sexual. Si meses antes le hubiesen dicho que estaría haciendo eso, habría mandado al diablo a quien sea que se atreviera.

—Solo voy a terminarlo porque tampoco puedo echarme para atrás.— Se convenció.

El quinto día. Ese rostro manchado aparecía con más fuerza cada vez que cerraba los ojos y esta vez incluso se sorprendió haciendo sonidos mientras exploraba su propio cuerpo.
Estaba ansioso, este era el último día que debía esperar, la siguiente noche sabría si de verdad había funcionado o no.

—¡Achoo!

—¿Qué diablos?— Lance se rió de su amigo —¿Los demonios estornudan?

—Ugh...— Sekkr se quejó mientras limpiaba su nariz —Bueno, yo tampoco sabía.

•••

Lance se llama Lance porque ya me parece un nombre bastante de cuento, jaja.

Incubo | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora