Capítulo 7

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Se levantó de golpe cuando sintió el sol rozarle la punta de la cola, miró alrededor palmeándose la frente porque al final de cuentas no había logrado escapar de ese muchacho. Volteó a la izquierda encontrándose con un enorme bulto que respiraba tranquilamente, Max estaba dormido, plenamente tranquilo como si la noche anterior no hubiese tenido la más intensa y larga sesión de sexo con un demonio. 

El rubio se removió entre las sábanas dejando ver mejor su rostro, Sekkr lo miró.

Era guapo, tenía muchas pestañas pero eran rubias y se perdían por la luz. Sus cejas tenían un arco particular que le daban una forma agresiva a su mirada, un mentón fuerte y afilado, labios rosados entreabiertos para respirar mejor.

—¿Siempre los observas antes de marcharte— Max habló sin abrir los ojos, Sekkr se asustó retrocediendo por inercia —Pensé que ya no estarías cuando despertara.

Y ahora sí pudo ver aquellos ojos azules observarle con somnolencia. 

—No suelo quedarme más tiempo del necesario.— Habló sin desviar la mirada, como si analizara algo en su mente. Una teoría en su cabeza le hizo lanzarse sobre Max rebuscando algo.

—Oye, qué...— El rubio observó confundido la manera en la que el diablillo buscaba en él, hasta que dicho se detuvo a horcajadas de su cuerpo y observando algo en su costado, a la altura de las costillas.

—Sabía que no eras normal.— Sekkr pasó los dedos sobre un lunar en la zona, aquello le hizo sentir un escalofrío —Sabía que había algo raro contigo.

Max arrugó las cejas buscando observar la marca y luego al contrario, que seguía encima —Es una marca de nacimiento, antes estaba en mi espalda pero con los años se movió. A veces los humanos tenemos de esas ¿Qué es lo raro?

—Max, no eres humano.

—¿Cómo?

—Bueno, en esencia sí, pero no eres un humano promedio.

—¿Ah?— El rubio se sentó en la cama sin hacer que Sekkr bajara de su regazo —¿Ah?— Volvió a preguntar aun sin entender para nada lo que estaba pasando. 

—Un cambión. Era hasta obvio. Tu complexión, tu... tamaño— Refiriéndose a su miembro —No estás molido luego de no una, sino ocho veces en la noche. Era lógico y no lo noté desde el inicio.— Maldecía y culpaba a la falta de trabajo de campo y su inexperiencia.

Max solo lo estaba observando perplejo ¿Y ahora en qué mierda se había metido? ¿Cómo diablos le decía que no era lo que  ha sido toda su vida así como si nada y sin explicaciones? 

El demonio lo notó y como buena rata de biblioteca, procedió a explicar —Un cambión es un humano que ha sido concebido entre un incubo— Se señaló a sí mismo —Y una humana.— El ceño de Max se frunció entendiendo lo que estaba insinuando —Significa que tu madre fue implantada por uno de los míos. Tu padre no es tu padre.— Y claro, eso hacía sentido al por qué se había sentido intrigado por Victoria en primer lugar.

Por su parte, Max ni siquiera empezaba a procesar lo que había escuchado. En qué cabeza cabía, primero demonios con colas y cuernos, ahora mierdas sobre medio demonios y luego insinuar la infidelidad de su mamá. Claro que era hijo de Jos, tenían prácticamente la misma maldita cara. Negó repetidas veces —No sabes lo que dices.

—¿Yo? Soy un demonio, sé de lo que te hablo.— Sekkr se cruzó de brazos, si algo no permitía nunca era que  se cuestionaran sus conocimientos.

—He crecido como  un niño normal en una casa normal, soy un tipo normal. Entiende eso.— Quizá negarse arreglaría algo.

—¿Entonces cómo explicas que fuiste a la habitación de tu hermana justo a tiempo? Pudiste verme cuando se suponía que no. Pudiste soportar mi mantra ¿Qué te hace creer que es algo de humanos normales?

—Mi madre no es ese tipo de mujer.

—Ninguna lo es, Max. Ellas no lo escogen, nosotros...— Se detuvo para pensar en lo que iba a decir. Asumir esa responsabilidad frente a alguien que parecía no estarse tomando bien las cosas era peligroso. —Él seguramente solo seguía órdenes.

¿Él? ¿Cómo se atrevía después de todo lo que dijo?

Sekkr fue lo suficientemente listo como para notar el drástico mal humor del Max, así que bajó de él mientras parecía seguir procesando lo que había escuchado. Era peligroso exponerse así, pero la situación lo había envuelto tanto y tan bien, que se había llevado demasiado lejos, había dicho mucho. 

—¿A dónde vas?— Max le miró con molestia. 

—No creo que sea sano que tu y yo estemos en el mismo lugar otra vez.— Sekkr retrocedía lentamente, debía irse, tenía la energía suficiente para ello y lo haría.

—No. No puedes, dijiste mierdas sobre mí, sobre mi madre. Vienes y te coges al hijo de alguien ¿Y es todo lo que dices?— El rubio parecía verdaderamente indignado, como si le hubiesen insultado de alguna manera, empezaba a ponerse de pie para alcanzar al demonio —No es justo, pero no sé por qué esperé algo bueno de un ser como tu.

De un ser como qué exactamente. 

No hubo tiempo de pensar, antes de que Max pudiera tomarlo del brazo, el demonio desapareció sin dejar nada más que un pequeño rastro de fuego en el piso, justo por donde había estado dibujado el pentagrama. 

Sekkr no podía permitirse otro riesgo con un humano de aquellos que tenían la facultad para herirlo. Max no terminaba de procesar todo lo que había escuchado, sería difícil hacerlo cuando ni siquiera lo creía.


Los días pasaron, Max seguía su vida intentando por todos los medios olvidarse de lo que había vivido tiempo atrás, de ese fin de semana y de la creatura alada que dijo tantas cosas de él en apenas unos minutos. No muchos podrían presumir de haber invocado y controlado el poder de un incubo, y bueno, tampoco él. Sabía que nadie le creería, de no haberlo vivido, él tampoco se creería a sí mismo si se escuchara. 

Sin embargo, algo le molestaba. No conseguía sacarlo de su mente por completo, era como  si necesitara estar realmente ocupado para no pensarlo y aun así, su mente se las ingeniaría para traer algo a cuento, un destello de sus sonidos, de sus ojos brillantes o de su piel. Necesitaba verle otra vez, quería verle otra vez.

Incubo | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora