Capítulo 9

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Debía durar solo algunos meses. Sekkr había sumido que el encanto de Max solo sería cosa de que encontrar a alguien que se adecuara a sus gustos y necesidades. Satán sabe la cantidad de veces que impuso a alguien en su vida durante estas semanas, pero la historia siempre era la misma siempre. No funcionaba. Sin importar qué tan compatibles  parecieran, jamás llegaban a nada más.

Últimamente incluso se quedaba con él a dormir, permitía que le abrazara al acostarse juntos y terminaban entre risitas antes de que ambos cayeran dormidos, pero Sekkr se negaba a admitir que los esfuerzos del rubio daban frutos en él. Todavía necesitaba mantenerlo lejos.

—¿Por qué te llamas de esa manera? Es difícil de pronunciar.— El rubio estaba concentrado en su mano, jugaban a las cartas luego de una de sus sesiones.

—Es nórdico. Me sorprende que lo preguntes hasta ahora.— Sekkr bajó una carta, estaba tan cerca de ganar por quinta vez consecutiva. 

—No me había animado a preguntar antes. No teníamos esto.— Los ojos de Max se levantaron para poder apreciar la reacción de su compañero ante esas palabras.

Sekkr se quedó quieto por un momento, como si tuviera miedo de reconocer que sí había algo a lo que se negaba ávidamente. Y para Max era suficiente con esas reacciones, porque con ello sabía que sus intenciones serían correspondidas tarde o temprano.

—Bueno, tu tienes nombre de perro.— Se defendió el pecoso.

—¿Disculpa?— El rubio quedó boquiabierto y ofendido.

—Lo digo en serio ¿Max?— Arqueó una ceja —Hay una cantidad asombrosa de perros con ese nombre.— Ante la ofensiva, terminó de atacar ganando por sexta vez el juego. —Si es difícil para ti supongo que está bien si usas un apodo. 

—¿Un apodo como cuál?

—Un nombre que puedas pronunciar, genio.— Obvió el demonio rodando los ojos y recogiendo las cartas de la cama.

Max pensó por un instante y luego sonrió —Sergio. Se parece a tu nombre pero es más fácil de pronunciar.

—¿Sergio? ¿Hubo alguien con ese nombre en tu vida?— El pecoso revolvía las cartas con un poco de agresividad, no miraba a Max.

—Oh, sí. Era maravilloso, muy tierno, amable, juguetón— Conforme la lista avanzaba, podía notar la molestia del diablillo creciendo, el movimiento de su cola lo delataba —Pero soltaba mucho pelo, así que no podía subirlo a mi cama, mis padres me regañaban por eso.

—¿Me pusiste el nombre de un perro?

Max se acercó quitándole las cartas al pecoso y robando un beso de sus labios —Estamos a mano, así ambos tendremos nombre de mascotas.— Sonrió sobre su rostro. Si esto era un regalo de Dios o el diablo, estaba eternamente agradecido con la deidad que le hubiese permitido tener a aquella creatura en sus brazos. Era maravilloso en todos los sentidos.

Pasaron muchas más semanas. A Max se le notaba dispuesto, más motivado a ir a la universidad. Había optado por aplicar a la facultad de arquitectura y consiguió calificar con éxito semanas atrás. 

Sergio seguía volviendo a casa eventualmente por el día humano, hablaba con Lance sobre su situación con Max y fue éste mismo quien le hizo ver que quizá sí estaba seriamente comprometido con su relación con el rubio. Sergio seguía arriba en puntos de tabla pero casi nunca aparecía en el infierno, y nadie lo sabía, pero el esperma que recibía pertenecía al mismo humano desde meses atrás. Si aquello no significaba que estaba enamorado, entonces no sabía qué era. 

—Tengo algo de lo que quiero hablar contigo.— Era de noche otra vez. Como muchas otras, esta vez no se habían encontrado para tener sexo, sino simplemente para conversar y pasar un buen rato jugando o simplemente juntos en silencio. Max levantó los ojos de su computadora para poner atención a Sergio. —No quiero sonar estúpido, pero necesito estar seguro de algo antes de ir al punto principal de la conversación. 

—¿Pasa algo malo?— El  muchacho se dirigió a la cama con el demonio, sentándose a su lado —Lo que sea, sabes que voy a escuchar ¿Verdad?

Sergio se mordió el labio inferior, sentía que no estaba seguro de lo que diría y realmente le asustaba la respuesta. Tenía miedo del poder que le había concedido a un humano, tenía miedo de un humano por primera vez en toda su existencia.

—Max, si mientes lo sabré, así que por favor solo dí la verdad ¿Está bien?— Le miró, Max asintió y a Sergio le tomó un par de segundos más volver a hablar —¿Me amas?

El rubio sonrió pero su silencio asustó a Sergio, quien de inmediato se sintió como un iluso por lo que había pensado que pasaría. Era un idiota, un tonto, le había creído a un humano ¿Cómo podía ser tan ingenuo?

—No desde el primer día, pero que bueno que lo preguntas ahora porque la respuesta definitiva es sí.— Se encogió de hombros. No restándole importancia a la conversación, más bien asumiendo su derrota. —Si dijera que te amé desde el primer día mentiría y sería injusto, porque entonces me habría enamorado de lo que pensaba de ti y no de lo que eres. Pero ahora sé quién eres y sé a quién estoy amando. 

Maldita sea, quizá en vida Sergio fue una buena persona, tal vez salvó al mundo o quizá solo tenía mucha suerte, porque todo este amor le había aparecido de la nada, por una simple coincidencia y ya. Pero agradecía haberse cruzado con Max aquella noche, agradecía haber fallado en su tarea. Agradecía a Max.

Se fue sobre él abrazándole y llenando su rostro de besos una vez que ambos estuvieron sobre el colchón. Ya estaba cansado de pretender que era un frío ser sin sentimientos, estaba enamorado de Max y no había nada reprochable en ello. 

—Si puedes amarme hasta el final de nuestras vidas, tomaré cualquier riesgo por ti.— Cerca del rostro del rubio, Sergio acarició la mejilla del mismo. —Porque cuando deje de pertenecer al infierno, mi alma será estrictamente tuya. Si tu mueres, yo muero.

—Seré feliz de compartir la vida y la muerte contigo, ya seas Sekkr o Sergio, todavía te amo.

Aquella fue la primera noche en la que ambos pudieron decir que, más que sexo, realmente hicieron el amor. Ambos se disfrutaron y mostraron tal devoción al otro que era casi poético de una forma bastante gráfica.

Incubo | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora