El primer día de clases siempre traía consigo una mezcla de emociones para Daniel. Al ser un estudiante de último año en el instituto, pensó que había visto de todo, pero nunca se imaginó que conocería a alguien que cambiaría su perspectiva de la vida. Todo comenzó en una mañana de septiembre, cuando una nueva alumna hizo su entrada en el aula.
La puerta se abrió y una chica de cabello castaño y ojos intensos entró. Se presentó como Valeria. Daniel no pudo evitar sentir un pequeño cosquilleo en el estómago. Había algo en su mirada que capturó su atención de inmediato. Valeria parecía nerviosa, pero su determinación brillaba a través de su timidez. Daniel decidió que, aunque era un chico de pocas palabras, haría todo lo posible por acercarse a ella.
A medida que los días pasaron, Daniel se dio cuenta de que Valeria era diferente. Mientras todos en la clase hablaban y reían, ella a menudo se mantenía al margen, observando con una mezcla de interés y desconfianza. Daniel sintió un impulso natural de querer conocerla mejor, así que, después de varios días de espera, finalmente se armó de valor y se acercó a ella durante el almuerzo.
“Hola, Valeria. ¿Te gustaría unirte a nosotros?” preguntó, señalando a su grupo de amigos. Valeria lo miró, sorprendida por la invitación. Después de un breve momento de duda, aceptó con una leve sonrisa. Daniel sintió que había logrado algo importante.
Durante las semanas siguientes, Valeria se integró poco a poco en el grupo. Daniel la observaba con admiración mientras se adaptaba a la vida escolar. Sin embargo, también notó que había algo que la inquietaba. A menudo, cuando hablaban de sus familias, ella se volvía evasiva. A pesar de esto, Daniel no podía evitar sentirse atraído por su misterio.
Una tarde, mientras caminaban juntos hacia la biblioteca, Daniel decidió que era el momento de profundizar en su amistad. “Oye, Valeria, ¿quieres contarme más sobre ti? Siempre me pareces un poco distante, y me gustaría conocerte mejor”.
Valeria se detuvo y miró al suelo. Daniel sintió que había cruzado una línea, pero estaba decidido a no rendirse. “No tienes que compartir nada que no quieras. Solo me gustaría ser tu amigo”.
Después de un momento de silencio, Valeria finalmente habló. “Es solo que… he pasado por cosas complicadas. Mi familia y yo nos mudamos aquí para empezar de nuevo, pero a veces siento que mi pasado me persigue”. Sus ojos se llenaron de una tristeza que hizo que el corazón de Daniel se encogiera.
“Lo siento”, dijo Daniel, genuinamente. “Si alguna vez necesitas hablar, aquí estoy”.
Valeria lo miró, sorprendida por su sinceridad. “Gracias, Daniel. Eso significa mucho para mí”. Desde ese día, su conexión se volvió más fuerte. Valeria comenzó a abrirse un poco más, compartiendo fragmentos de su vida anterior. Habló de su antigua escuela, de amistades que se desvanecieron y de momentos difíciles que la habían llevado a mudarse.
Una tarde, mientras estudiaban juntos en la biblioteca, Daniel decidió dar un paso más. “Valeria, si estás dispuesta, me gustaría saber más sobre esos momentos difíciles. A veces, compartir lo que llevamos dentro puede aliviar el peso”.
Valeria miró a Daniel, sus ojos llenos de dudas. “Es complicado, pero te lo contaré. En mi antigua escuela, pasé por acosos. Mis compañeros se burlaban de mí, y eso afectó mucho mi confianza. Cuando decidí cambiar de escuela, pensé que podría dejar todo eso atrás, pero a veces me siento como si todavía estuviera atrapada en esos recuerdos”.
El corazón de Daniel se rompió al escuchar su historia. “Lo siento tanto, Valeria. Nadie debería pasar por eso. Eres increíble por haber tenido la valentía de venir aquí y empezar de nuevo”.
Valeria sonrió, sintiendo un rayo de esperanza. “A veces, me siento sola, pero saber que hay alguien que se preocupa por mí me hace sentir mejor”.