Capítulo 9

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Cinco días habían pasado desde que Jungkook se vio obligado a quedarse en casa y, Jimin, aunque intentaba concentrarse en su trabajo, no podía evitar sentir un vacío dominar sus pensamientos. La oficina parecía desprovista de luz sin la "molesta" presencia del ojiazul. Cada vez que pasaba por su escritorio, una punzada de nostalgia lo invadía, como si cada rincón le recordara lo mucho que lo extrañaba. Incluso su lobo lloriqueba en ocasiones queriendo aunque sea, ver por unos minutos al alfa.

Esa tarde, después de una jornada que se le hizo eterna, tomó una decisión: no podía seguir así. Por más que había querido negarse a la necesidad que claramente sentía por saber algo del peliazul, se había limitado a esperar a que regresara, negándose a escribirle o llamarle. Pero ya ese día no pudo aguantar más. Con el corazón acelerado, se puso su abrigo y salió rumbo a la casa de Jungkook.

—Solo quiero asegurarme de que esté bien. —Se repetía a sí mismo, intentando calmar la inquietud que crecía en su pecho.

Al llegar a la pequeña y pintoresca casa, tocó la puerta y, después de unos momentos, Jungkook apareció con una sonrisa suave, aunque un tanto apagada. Su cabello azul desordenado y esa mirada brillante hicieron que el corazón de Jimin se acelerara aún más.

—Hyung, qué sorpresa —dijo con voz suave, su tono revelando un atisbo de alegría al verlo.

—Solo pasaba por aquí y pensé en traerte algo —respondió Jimin, levantando la bolsa con unas golosinas que se había detenido a comprar un par de cuadras atrás. Sin embargo, en el fondo no podía negar que lo que realmente quería era ver al alfa y asegurarse de que estuviera bien.

El menor lo dejó entrar con una sonrisa, y mientras se acomodaban en el sofá y comenzaron a hablar sobre el trabajo y su recuperación. Jimin no pudo evitar notar cómo el ambiente entre ellos empezaba a cambiar, ahora hablaban tranquilamente, con tanta confianza que se le hacía un poco extraño.

Sin embargo, hubo un momento en el que las cosas comenzaron a ponerse raras. Jungkook parecía más inquieto de lo habitual y sus ojos brillaban con una intensidad inesperada. Jimin sentía un cosquilleo en el estómago cada vez que sus miradas se encontraban.

—¿Te sientes bien? —preguntó el pelinegro con preocupación genuina, buscando esos ojos grandes y azules que habían comenzado a parecerle hermosos.

—Sí, solo tengo un poco de calor, pero estoy bien —respondió con una sonrisa tímida. Pero había algo más en su tono, un nerviosismo palpable que Jimin no podía ignorar.

A medida que la conversación avanzaba, el zeta comenzó a darse cuenta que Jungkook había comenzado a expulsar fuertes feromonas que le picaban en la nariz. Su cuerpo se tensó, sintiendo a su lobo disfrutar estar rodeado del aroma a lirio y nuez moscada, su aroma comenzando a notarse también. Intentó desviar lo que estaba ocurriendo con una  conversación sobre temas más ligeros, pero era imposible no notar cómo sus feromonas comenzaban a entrenezclarse, haciendo que el aroma a canela y nuez moscada se combinaran.

—Tal vez deberíamos umm... hacer algo para distraernos —sugirió el mayor, tratando de mantener la situación bajo control al notar lo que sucedía.

Jungkook estaba entrando en celo.

Estuvo a punto de ponerse de pie para marcharse, pero el peliazul se inclinó hacia él, su mirada intensa y brillosa provocando un torbellino de emociones en su pecho.

—Jimin… —empezó a decir Jungkook con voz gruesa, llevando una mano a su cuello, acariciando delicadamente el lugar donde en un futuro, habría una marca.

En ese momento, el pelinegro sintió cómo las palabras se quedaban atrapadas en su garganta. Anheló en ese momento tener la fuerza para alejarse y salir corriendo de esa casa; sin embargo, el deseo reprimido era fuerte y estaba comenzando a hacerse imposible de ignorar.

Zeta » Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora