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POV OLIVIA JONES

Mi segundo día en "Kineros Robotics" comenzó con la misma mezcla de nervios y emoción. Wilhemina Venable seguía siendo una presencia intimidante, pero, de alguna manera, su firmeza me impulsaba a dar lo mejor de mí. Quería impresionarla, aunque no estaba segura de por qué. Quizás porque era mi jefa, o tal vez porque había algo más, algo que no podía entender del todo.

La mañana transcurría tranquila hasta que escuché una risita al final del pasillo. Levanté la vista del monitor y vi a una mujer alta, de cabello rubio, caminando con confianza hacia la oficina de Wilhemina. Estaba vestida con un traje impecable, casi tan elegante como el de Venable, pero había algo en su actitud que irradiaba un aire más relajado, menos severo.

Antes de que pudiera decir nada, la mujer entró directamente en la oficina de Wilhemina sin ni siquiera tocar. Me quedé paralizada por un momento, recordando lo estricta que había sido Venable conmigo sobre las reglas y la etiqueta. Sin embargo, parecía que esta mujer no compartía las mismas preocupaciones.

Decidí seguir trabajando, aunque mi curiosidad me distraía. Después de unos minutos, escuché la puerta abrirse de nuevo y, sin querer, levanté la vista. Ahí estaba Wilhemina, de pie junto a la mujer, riéndose. Riéndose.Nunca la había visto hacerlo en las breves interacciones que habíamos tenido.

Mi corazón dio un vuelco cuando la mujer la abrazó rápidamente, un gesto breve pero lo suficientemente íntimo como para que mi mente comenzara a correr a toda velocidad. "¿Son... novias?", pensé, sintiendo una punzada de incomodidad. De alguna manera, esa idea no me gustaba.

Volví a mirar a la pantalla, tratando de ignorar el nudo que se estaba formando en mi estómago. "¿Por qué me importa tanto?" me pregunté. Apenas conocía a Wilhemina, y si ella tenía una relación con alguien, no era asunto mío. Aun así, no podía evitar sentir que algo dentro de mí se había alterado.

POV WILHEMINA VENABLE

—Cate, ¿cuántas veces te he dicho que toques antes de entrar? —le dije, aunque con un tono más relajado de lo habitual.

Cate Blanchett era, en muchos sentidos, la única persona que podía cruzar los límites de mi vida profesional sin que realmente me molestara. Su presencia era como una brisa fresca, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

—Oh, por favor, Wilhemina. Sabes que te encanta cuando me salto tus estúpidas formalidades —dijo, acercándose para darme un rápido abrazo antes de dejarse caer en una de las sillas frente a mi escritorio.

Rodé los ojos, pero una sonrisa se formó en mis labios. Cate y yo éramos amigas desde hacía años, pero para cualquiera que no nos conociera bien, nuestra relación podía parecer algo más. De hecho, era divertido ver las especulaciones en las mentes de algunos empleados cuando nos veían juntas. Sin embargo, nunca había prestado mucha atención a lo que los demás pensaban de mí.

—¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? —le pregunté, cruzando los brazos frente al escritorio.

—Me aburría en la oficina y pensé que era momento de venir a molestarte un poco —respondió con una sonrisa traviesa.

—Sabes que estoy ocupada. No tengo tiempo para tus visitas improvisadas —le dije, aunque sabía que lo decía más por hábito que por verdadera molestia.

—Siempre tienes tiempo para mí —contestó, segura de sí misma—. Además, ¿cómo va tu nueva secretaria? ¿Ya la has hecho llorar o sigue siendo valiente?

—No he tenido tiempo de hacerla llorar. Es... competente —respondí con seriedad, pero Cate me conocía demasiado bien como para que mis respuestas la engañaran.

—¿Competente? Eso no es muy común en tu mundo, Venable. Algo en ella debe de haberte llamado la atención —Cate se inclinó hacia mí, con una mirada inquisitiva. Sabía que estaba tratando de provocarme, como siempre lo hacía.

—Tiene potencial. Pero eso no significa que baje mis estándares —dije, sin querer darle más detalles sobre Olivia.

Cate se rió y me miró con esa expresión que tanto odiaba porque sabía lo que significaba: estaba divirtiéndose a costa mía.

—Bien, bien, no te presionaré más... por ahora —respondió finalmente, levantándose—. Debería volver a mi trabajo antes de que empiecen a quejarse de que estoy desaparecida.

Le di un asentimiento y la observé mientras se iba, sin poder evitar sentir un ligero alivio por su partida. Cate siempre tenía la habilidad de remover lo que prefería mantener bajo control.

POV OLIVIA JONES

Cuando la mujer, Cate, se marchó, el silencio volvió a reinar en la oficina. Intenté concentrarme en mis tareas, pero las imágenes de ese breve abrazo seguían rondando en mi mente. Estaba claro que Wilhemina no era alguien que compartiera fácilmente su vida personal, y aunque no era mi lugar, me sorprendía la facilidad con la que aquella mujer había irrumpido en su espacio. Eso decía mucho sobre su relación.

Mientras intentaba seguir trabajando, la puerta de la oficina de Wilhemina se abrió de nuevo, y su figura se asomó en el umbral.

—Olivia, ven a mi oficina un momento —dijo con su tono autoritario habitual, sin indicios de la risa o la calidez que había mostrado con Cate.

Me levanté de inmediato, nerviosa y preguntándome si había hecho algo mal. Entré en su oficina, que seguía impecable como siempre, y me quedé de pie esperando instrucciones.

—Siéntate —ordenó mientras se sentaba detrás de su escritorio. Una vez que me acomodé, sus ojos se fijaron en mí con esa mirada penetrante que siempre lograba ponerme nerviosa.

—A partir de hoy, quiero que te encargues de organizar las reuniones con nuestros principales inversionistas. Te enviaré la lista y necesitaré que todo esté impecable. Estos clientes son muy importantes para nosotros y no podemos permitirnos ningún error.

—Lo haré, señorita Venable. Todo saldrá perfecto —respondí, anotando mentalmente cada una de sus instrucciones.

Pero mientras hablaba, no podía evitar recordar el momento que había presenciado antes. ¿Era posible que Wilhemina fuera más cálida de lo que aparentaba? Tal vez la distancia que ponía entre nosotras no era más que una fachada. Me di cuenta de que, sin querer, mis pensamientos sobre ella estaban invadiendo cada rincón de mi mente. Y eso, más que cualquier otra cosa, me asustaba.

Cuando salí de su oficina, me sentía más confundida que nunca. ¿Qué había en Wilhemina Venable que hacía que fuera tan difícil apartarla de mis pensamientos?

Deseos morados - Wilhemina Venable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora