➳ Ruta 0

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Mi puño atravesando tu estómago fue lo que dio fin a nuestra fatídica batalla.

La sangre que se desbordaba por mi antebrazo, era la misma que escupiste a borbotones por la boca.

   —"Supongo que... se acabó"

Sí. Así tenía que ser. Ambos estábamos "de acuerdo".

Aunque al principio me negué. Me negué incontables veces a aceptarlo. Pero tú... con tu dulce sonrisa, e irradiando un aura más brillante que el mismo sol, ese que nunca me fue posible ver por mi fisiología, me dijiste:
   —Tranquilo. Todo estará bien— y yo te creí.

No debí creerte. Debí escuchar a mis sentimientos egoístas y mantenerte conmigo, aún si eso significaba hacerlo en contra de tu voluntad. Eso es lo que un demonio habría hecho; es lo que mi naturaleza me habría demandado.

Pero... ¿Por qué será? Simplemente, por muy fuerte e irresistible que fuera la idea... no pude llevarla a cabo. A pesar de que era mi mayor deseo; a pesar de que siempre bromeaba con eso y no había día en que no te lo dijera al menos una vez, tú nunca quisiste convertirte; nunca quisiste ser como yo...

Y eso era un problema, uno muy grave; pues era precisamente eso lo que nos separaba; lo que nos impedía anhelarnos.

No... Miento. Aún si eso no nos lo permitía, en algún punto, no pude evitar anhelarte; no pude evitar desearte; no pude evitar amarte.

   —"¿Eso también aplica para ti, Kyojuro?"— me preguntaba.

Me preguntaba si alguna vez me desearías. Si también querrías algo de este ser francamente cruel y despiadado.
¿Querrías su corazón? ¿Querrías algo más que sólo cortarle la cabeza y ponerle fin a su vida llena de atrocidades y actos que tú considerabas delitos morales a la humanidad? La verdad... lo dudaba. Lo veía imposible. No había manera de que tú, llegaras a gustar de mi, tanto como yo lo hacía de ti.

No obstante, esa incertidumbre tú la borraste en un instante, cuando un día, decidiste entregarte a mí.

No sabía en su momento porque habías tomado tal decisión, pero la calidez de tu cuerpo sobre mi tez helada; tus manos abrazando mi dorso con la misma fuerza en que sostenían la espada cada que yo cometía una embestida; fue la sensación más agradable que alguna vez pude haber experimentado en mi larga existencia.

La sensualidad de tus curvas provocaron que mi líbido, algo que creía inexistente, se alborotara y encendiera en pasión.
Tanta pasión... que me impulsó a sostenerte entre mis brazos; a delinear con la yema de los dedos tu silueta; la silueta de la persona que admiraba y a la vez amaba. Alguien tan fuerte, tan distinguido, tan asombroso... Un humano. Alguien que lamentablemente algún día fallecería porque su vida era efímera... no como la mía.

Fue entonces que lo descubrí. Descubrí por qué lo habías hecho. Fue tu regalo. Fue el regalo más grande que pudiste darme... antes de proponer acabar con tu vida.

Me alteré. Horrible.

   —¡No quiero, Kyojuro! ¡No quiero hacerlo! ¿¡Por qué me pedirás algo cómo eso!?

   —¡Entiéndelo, Akaza! Yo... he cometido una deshonra... ¡No puedo seguir con vida!
  
   —¡¿Quieres decir que te arrepientes de haberte acostado conmigo?! ¡Entonces no lo hubieras hecho en un inicio!
  
   —¡No es eso!... Aunque también forma parte del problema... ¡Pero no me arrepiento!
  
   —¿¡Entonces qué!? ¿¡Qué es tan grave que quieras desaparecer!? ¿¡Qué es tan problemático que ya no solo podemos seguir escondiendonos!?

Te Encontré | AKRNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora