➳ Ruta 1

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Últimamente

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Últimamente... he tenido un sueño. Cada noche, es el mismo; siempre el mismo; en dónde yo, aparezco caminando sobre la superficie de un vacío lleno de agua. La suficiente cómo para ver al horizonte y ser todo una extensión de ella.

Encima de mí, un cielo azul completamente despejado. Este también se reflejaba, y parecía que lo que había debajo de mi era un segundo cielo. La verdad, era un paisaje muy hermoso.

Pero aún si todo a mi alrededor era agua, cuando llego hasta cierto punto, entre mis pies aparecen flores de bugambilias. Me doy cuenta de ellas porque siempre que me hacen cosillas, agacho la mirada.

Y están esparcidas de tal manera que forman un camino de pétalos sueltos.
Yo las sigo, mientras que veo como el agua que era cristalina, poco a poco va tomando un color oscuro... hasta que esa negrura se concentra en cierto lugar.

Parado a tan poca distancia ahora era capaz de distinguirlo. Había un hueco; un círculo armado y resguardado únicamente por bugambilias.

El agua en su centro es tan opaca que parece sucia a comparación del resto. Pero por alguna razón... no se esparce más de lo necesario como para contaminarla toda.

Para mi eso no parece ser un inconveniente, porque termino de acercarme y me agacho para mirar mi reflejo en ella. Incluso muevo algunos de los pétalos para hacer más grande el círculo.

Me veía preocupado. Pero no sabía por qué. ¿Acaso buscaba algo que daba por perdido? ¿O qué me angustiaba tanto como para hacer una mueca de dolor?

En tanto me preguntaba y pretendía visualizar algo más que mi reflejo, en medio de todo ese silencio...
   —*¡PAD!*— Un golpe seco se alcanza a oír, cuando una mano gris y con los dedos entintados de azul, toca la superficie.

Observo con sorpresa y espanto cómo trata de romper la barrera de agua, dando varios golpes con su palma. Lo hace con tanta insistencia que el cristal, hielo, o lo que sea que era lo qué le impedía salir, se empieza a craquelar.

No obstante, cuando parece que está a un golpe de romperse, la mano se detiene.
Se queda pegada unos segundos más, y luego, se vuelve a hundir hasta dejar de verse.

Y aquí es dónde ocurre lo extraño. Si de por sí mi angustia era mucha, tras ese suceso aumenta por tres, porque de inmediato me convierto en el que quiere romper el cristal.

Por mucho que lo golpee; por mucho que mis nudillos se tiñen de rojo, no se termina de romper. Cansado, empiezo a gritar. Pero no se escucha qué exactamente. Es como un eco distorsionado. Siempre que trato de concentrarme en identificar qué es lo que digo, no lo logro... porque es en ese instante, en dónde despierto.

Dada la casualidad que siempre es por una razón exterior. Una alarma, el canto de los pájaros, los claxon de los coches en el tráfico... ¿Esta vez? El temblor de un apartado bajo mi almohada fue lo que me trajo de vuelta a la realidad.

Te Encontré | AKRNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora