[𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄] 𝟧-𝖲𝖠𝖬𝖠𝖭𝖳𝖧𝖠: '𝖤𝖫 Ú𝖫𝖳𝖨𝖬𝖮 𝖠𝖣𝖨Ó𝖲'

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"A menudo, el remordimiento no es por lo que hicimos, sino por lo que no dijimos."
— Charles Bukowski


Samantha entró tambaleándose en la sala, incapaz de controlar sus pasos. Las últimas 72 horas sin dormir habían borrado cualquier frontera entre la realidad y el delirio. Las lágrimas caían, incontrolables, como si no hubiera fin para el dolor que la devoraba desde dentro. Había asistido al funeral por razones que ni siquiera comprendía; quizá esperaba encontrar algo de paz en medio del caos, o tal vez solo buscaba castigarse.

Kevin ya no estaba. Se había quitado la vida una semana después de que ella lo dejara, y el peso de esa decisión la aplastaba. Se estaba enamorando de él, pero no supo cómo manejarlo. Así que huyó.

Ahora, ese mismo miedo que la hizo correr la asfixiaba. Kevin, quien era el ser más lleno de vida que había conocido, se había marchado para siempre. Y todo por culpa de las palabras que nunca tuvo el valor de pronunciar. Las lágrimas se mezclaban con sus sollozos, mientras se aferraba al dolor que la consumía. Sus gritos, desgarradores, no pasaron desapercibidos. Sin embargo, la familia de Kevin, rota, pero digna, se acercó a ella. La ayudaron a sentarse cerca del féretro, le tomaron las manos, le hablaron en voz baja. La familia de Kevin la perdonaba.

Y ese perdón era la mayor de las crueldades, porque ella no podía perdonarse.

Su mente comenzó a divagar, el cansancio la empujaba a un estado en el que los pensamientos y la realidad se confundían. Cerró los ojos y, por un segundo, se vio a sí misma diciéndole a Kevin todo lo que no tuvo el valor de decir. "Estoy enamorada de ti, pero no sé cómo manejarlo", le decía en ese mundo imaginado. Y Kevin sonreía, con esa sonrisa suya tan llena de vida, y le prometía que lo enfrentarían juntos. Samantha sonrió entre lágrimas, perdiéndose en esa fantasía... hasta que lo vio.

Primero fue un destello en su visión periférica. Luego, al entrecerrar los ojos, lo vio sentado a su lado.

Era Kevin.

Observando su propio funeral.

Un pánico visceral la envolvió. El aire en sus pulmones se volvió denso, sus manos temblaron. Quería hablarle, decirle todo lo que había guardado, pero su cuerpo no la obedecía. Kevin estaba allí, tan real, tan cálido como lo recordaba. Le tomó la mano con esa calma que siempre había tenido, como si nada hubiera pasado, como si no estuviera muerto.

—No... no... —balbuceaba, con su voz quebrándose entre sollozos.

Kevin la miraba con esa ternura que una vez la hizo sentir segura, y ahora, eso solo intensificaba su dolor. Quería gritarle, decirle que lo amaba, que todo fue un malentendido, que huyó porque no sabía cómo quedarse. Pero no podía. Las palabras se atragantaban en su garganta, y todo lo que salía era un llanto ahogado. Quería detener el tiempo, hacer que ese momento durara para siempre, porque esta vez ella no iba a huir.

—Cariño... —murmuró Kevin, mientras la acariciaba con una suavidad que la desarmaba—. Tienes que aceptar que nunca vamos a tener esa conversación. El dolor te está consumiendo.


Samantha tembló. La heroína hacía su efecto. Dos lágrimas cayeron por su rostro mientras la realidad volvía a golpearla.


Kevin no estaba allí.

Ella, yacía en su sofá, con la aguja aún clavada en su brazo. En la habitación reinaba la penumbra, y la única compañía que tenía era la música que resonaba en el aire.

Shallow de Lady Gaga seguía sonando, una canción que había escuchado con Kevin muchas veces. La melodía de la canción llenaba la sala, mientras Samantha se hundía cada vez más en la oscuridad.


I'm off the deep end, watch as I dive in
(Me voy al fondo, mira cómo me sumerjo)

I'll never meet the ground
(Nunca tocaré el suelo)

Crash through the surface, where they can't hurt us
(Atravesando la superficie, donde no pueden hacernos daño)


Y Samantha lo entendió. Ahí, en el fondo, ya no podía doler más.

Se rompió en llanto una última vez, en completo silencio.

Las palabras nunca salieron. Y ahora, ya no importaba. Porque el dolor, como ella, se había quedado sin voz.

 Porque el dolor, como ella, se había quedado sin voz

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𝐄𝐍𝐓𝐑𝐄 𝐓𝐎𝐑𝐌𝐄𝐍𝐓𝐀𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora