Liam
Eros da una vuelta en cero en la pista, y el rugido del motor resuena en la noche como un eco de pura adrenalina. La emoción me envuelve mientras todos rodean su auto, sus caras iluminadas por las luces parpadeantes. Salgo, todavía sintiendo el impulso del momento, y veo a Saray que se me acerca, su rostro radiante de emoción.
—¡Eso fue emocionante! —exclama, su voz llena de alegría. Miro a Eros de reojo; está observándome mientras habla con Lucas, una sonrisa de satisfacción dibujada en sus labios.
—¡Sí, fue genial! Eros es un gran conductor —le respondo, una sonrisa sincera aparece en mi rostro. La atmósfera está cargada de entusiasmo, pero no pasa ni tres minutos cuando el ambiente se vuelve tenso al escuchar disparos a lo lejos. Una patrulla de policía se acerca, y la adrenalina se transforma rápidamente en un frío pánico. Lucas y Eros se apresuran a nuestro lado.
—¡Sube rápido! —me indica Eros, y no dudo en obedecer, sintiendo la urgencia de su voz. Justo cuando Eros está por entrar, un tipo se lanza sobre él, con una navaja en mano. Mi corazón se detiene por un instante.
Sin dudarlo, Eros esquiva el ataque con una agilidad impresionante. Responde con un puñetazo certero que deja al agresor en el suelo, y en un abrir y cerrar de ojos, se sube al auto y acelera, sacándonos de aquel lugar abandonado que, hasta hace un momento, parecía un paraíso de velocidad.
Después de unos treinta minutos de carrera, llegamos a un lujoso complejo de apartamentos. Eros oprime un botón en el tablero, y las puertas del garaje subterráneo se abren, revelando un espacio moderno y elegante.
—¿Dónde estamos? ¿Y dónde está Saray? —le pregunto, preocupado por la seguridad de mi amiga.
—Tu amiga está con Luca en un apartamento que está a una hora de aquí. Como ya es muy tarde, puedes dormir aquí —me dice, mirándome a los ojos con una ternura que me sorprende. La forma en que me observa me hace sentir un poco más seguro, pero la incomodidad de estar en un lugar desconocido con alguien a quien apenas conozco me persigue.
—¿Qué? Pero ni siquiera te conozco —respondo, mi voz es un poco más seria de lo que pretendía.
—¡Oh! ¿No me digas que tienes miedo de que te viole? —pregunta con burla, un toque de sarcasmo en su tono. Sin embargo, en sus ojos hay una chispa de lujuria que me deja sin palabras.
—Claro que no —le respondo, intentando mantener la seriedad—. Mejor abre la puerta para que pasemos —digo, cuando llegamos a la puerta de su apartamento tras subir en el ascensor.
Eros no dice nada más, simplemente abre la puerta, y entramos. La oscuridad del lugar me envuelve, y Eros se mueve con confianza, encendiendo las luces.
Lo que aparece ante mí es un verdadero penthouse: una sala decorada con muebles de cuero negro y azul eléctrico, que contrastan a la perfección. La decoración es moderna y acogedora, y una alfombra azul oscuro añade un toque de calidez al ambiente. Una escalera elegante lleva a lo que supongo son las habitaciones de arriba.
—Solo hay una habitación en condiciones, y es la mía. Espero que no te moleste dormir con alguien —me informa, su tono casual tiene un subtexto que no puedo ignorar.
—Ok —es lo único que puedo articular, sintiendo que la tensión en el aire se vuelve palpable.
—Entonces, sígueme —dice, comenzando a subir las escaleras. Lo sigo, mi mente dando vueltas sobre la inesperada cercanía entre nosotros.
Al llegar al piso superior, Eros abre la puerta de su habitación y me invita a pasar. El espacio es acogedor, con una cama grande y ventanas que ofrecen una vista espectacular de la ciudad iluminada. La vista es impresionante, pero mi atención se centra en él.
—¿Tienes hambre? Puedo pedir algo de comer —ofrece Eros, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros.
—No, estoy bien, solo... un poco confundido —admito, tratando de ser honesto.
Eros se ríe suavemente, una risa que suena cálida y sincera. —Es normal sentirse así después de todo lo que pasó. Pero te prometo que estás a salvo aquí.
Su voz es reconfortante, y poco a poco, la tensión en mi cuerpo comienza a relajarse. Mientras miro a mi alrededor, aprecio detalles que hacen que me sienta más cómodo: libros apilados en una estantería, una guitarra en una esquina.
—¿Te gusta la música? —pregunto, señalando la guitarra.
—Sí, es uno de mis pasatiempos. Quizás un día te muestro algo —responde, y hay un destello de entusiasmo en sus ojos que me hace sonreír.
—Me encantaría. —Las palabras salen antes de que pueda pensar demasiado. La idea de conocer más de él, de su vida, me entusiasma.
De repente, Eros cambia de tema. —¿Te gustaría dar una vuelta en mi coche de carreras mañana? Prometo que te vas a divertir.
Su invitación me sorprende, y no puedo evitar que una sonrisa se dibuje en mi rostro. La idea de estar a su lado mientras acelera me parece emocionante y un poco intimidante.
—¿De verdad? —pregunto, sintiendo cómo la expectativa se apodera de mí.
—Claro, no hay nada mejor que la sensación de velocidad. Te prometo que te sentirás vivo. Y además, tendrás la mejor vista desde el asiento del piloto —dice con una sonrisa traviesa, mirándome fijamente. Su confianza es contagiosa, y no puedo resistirme.
—Entonces, cuenta conmigo —respondo, sintiendo que cada vez estoy más ansioso por pasar tiempo con él.
La conversación fluye mientras seguimos conociéndonos, compartiendo risas y anécdotas. A medida que las horas pasan, el ambiente se vuelve más íntimo. La conexión entre nosotros es palpable, y siento que cada vez me estoy abriendo más a él.
Cuando la noche avanza y el cansancio empieza a hacer mella, me siento más a gusto. Hay algo en su presencia que me tranquiliza, algo que me hace sentir que todo va a estar bien.
—Gracias por esta noche, Eros —le digo, sintiendo que el momento se vuelve más significativo.
—No hay de qué, Liam. Estoy feliz de tenerte aquí. —Sus palabras, simples pero sinceras, crean un lazo entre nosotros que no puedo ignorar.
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Soy Eros
RomanceCuando Eros se mudó a un nuevo país, estaba decidido a dejar atrás su oscuro pasado y comenzar de nuevo. Encuentra refugio en el gimnasio "Dragón de Oro", donde desahoga su furia golpeando el saco de boxeo, manteniéndose a distancia de todos. Sin em...