[Una semana después]
—¡Buenos días, señoritas!— vociferó el teniente Jeon, su voz resonando a través del patio de entrenamiento.
—¡Buenos días, Teniente Jeon!— respondió el pelotón a una sola voz, con tono firme y disciplinado.
—Me alegra informarles que esta semana sus traseros siguen siendo míos así que mis órdenes serán las únicas que importarán en este lugar— Jeon sonrió con malicia, su mirada recorriendo el rostro de cada uno de los soldados frente a él.
Había transcurrido una semana desde los sucesos. El Sargento Kim se encontraba recuperándose, y desde aquel día, el Teniente Jeon había asumido su puesto. Y vaya que lo había hecho notar. En solo siete días, había llevado al pelotón al límite de sus capacidades, sometiéndolos a un entrenamiento brutal e implacable. Del capitán Kim, por otro lado, no se tenían noticias. Era como si se hubiera desvanecido de la faz de la Tierra.
—¡Mierda!, Otra semana más con este idiota — murmuró Min entre dientes, su voz apenas audible.
—Cállate, Yoon — siseó Hoseok, lanzándole una mirada acusadora.
—¿Tienes algo que compartir, dumpling? — preguntó Jeon con una mirada fulminante.
—¡No, señor! — dijo el pelinegro, sintiendo cómo la sangre le hervía por dentro.
—Eso pensé — respondió el teniente, retirándose, con una sonrisa burlona. —Bien, señoritas, se acabó el descanso, tomen su equipo. Esta vez quiero cuarenta repeticiones al circuito — ordenó Jeon, su voz resonando con autoridad.
—¡Señor, sí, señor! — Respondieron los soldados, rápidamente. Todos comenzaron a equiparse para la extenuante tarea. El circuito, una serie de ejercicios diseñados para poner a prueba su fuerza y resistencia, constaba de tres rondas de diez repeticiones cada una: flexiones, sentadillas, remo con barra, press de banca, abdominales, fondos y lunges.
Las repeticiones al circuito parecían interminables. El cansancio se apoderó rápidamente de los soldados, uno tras otro sucumbiendo ante el agotamiento. El sol del atardecer, implacable, castigaba sus cuerpos sudorosos, intensificando la sensación de agotamiento.
Yoongi observaba a Namjoon con una mirada penetrante, mientras este luchaba por completar la última repetición. Sus músculos tensos y su respiración agitada evidenciaban el esfuerzo sobrehumano que estaba realizando. Hoseok, a unos metros de distancia, tomaba un breve descanso, tratando de recuperar el aliento.
—¡Vamos, Kim! ¡Solo una más!— gritó Min, su voz resonando y sus ojos llenos de determinación, impulsando a su compañero a seguir adelante. A pesar del cansancio, Namjoon asintió con la cabeza, encontrando en las palabras de Min la fuerza necesaria para completar la última repetición.
El rubio forcejeó para completar el ejercicio, sus músculos ardiendo como brasas. Al terminar, se dejó caer al suelo con un pesado suspiro, jadeando por aire. El sudor resbalaba por su frente, mezclándose con el polvo de la tierra.
—Creo que voy a morir— murmuró, su voz ronca por el esfuerzo.
Yoongi se acercó, ofreciéndole una botella de agua acompañada con una sonrisa burlona. —No te quejes, porque te recuerdo que tú solo fuiste el que tomó la estúpida decisión de enlistarte— dijo, dándole un golpecito amistoso en el hombro.
El más alto tomó un largo trago de agua, tratando de calmar la sed que lo consumía. Se sentó, apoyando la espalda contra un trozo de concreto frío y duro. Mientras observaba el cielo, en ese momento no pudo evitar preguntarse cómo había llegado hasta ahí. Se suponía que el ejército sería su escape, una forma de dejar atrás su pasado y empezar de nuevo. Sin embargo, ya empezaba a dudar de su decisión. La exigencia física era intensa, pero lo que más lo atormentaba era la complejidad de sus sentimientos. Se había enamorado de un chico que terminó siendo su Capitán en Jefe y, por otro lado, estaba el sargento Kim, un chico seductor e interesante que lo hace dudar de sí mismo. En pocas palabras, el ejército, lejos de alejarlo del amor, lo había sumergido en un mar de emociones confusas y prohibidas.
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Asalto Frontal
FanfictionKim Seokjin, un capitán respetado y temido en su división, ocultaba un secreto que podría derrumbar su mundo cuidadosamente construido: su corazón latía por otros hombres. Atrapado en un juego de apariencias, debía mantener su verdadera identidad en...