Capitulo IX: A sus órdenes

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—Llegas tarde, Sargento— dijo Seokjin, con evidente irritación. El castaño lo miró con una expresión impenetrable y, sin mediar palabra, se sentó en el asiento del copiloto. Ambos se pusieron en marcha de inmediato.

—No puedo creer que estemos haciendo esto— murmuró con amargura el castaño menor —Vigilar un cargamento de su basura mientras él se llena los bolsillos a costa de nuestras vidas— añadió con sarcasmo —De verdad que somos muy buenos hijos— mencionó Taehyung, su vista fija en la ventanilla del auto.

Jin apretó el volante con fuerza, hasta que sus nudillos se blanquearon —Taehyung, ya sabes cómo son las cosas aquí. Una orden es una orden— respondió, tratando de sonar calmado, pero en su interior, la ira y el rencor bullían. "Lo hacemos por mamá... y para sobrevivir" pensó para sí mismo, con una amargura que contrastaba con la calma que intentaba proyectar.

El trayecto restante fue muy silencioso. Ninguno de los dos dijo una sola palabra hasta que el vehículo se detuvo frente a un almacén, desolado y oscuro, el punto de encuentro acordado.

—Tenemos que enfocarnos en la misión, asegurarnos de que todo salga bien y nos marchamos a casa— indicó Jin, con voz firme.

Taehyung asintió con la cabeza, pero en sus ojos se veía la impotencia —Terminemos con esta mierda de una vez— dijo con amargura,  mirando a su hermano fijamente —Hyung— llamó, haciendo que el otro lo mirara —Recuerda estas palabras: mi padre pagará por todo lo que le hizo a mamá— prometió antes de bajar del vehículo y cerrar con fuerza la puerta

El capitán sonrió levemente, a pesar de todo lo que estaba pasando. Taehyung era su hermano menor y él era capaz de hacer cualquier cosa para protegerlo de la ira de su padre. Incluso si mantenerlo a salvo implicaba que él lo odiara, era un precio que estaba dispuesto a pagar. El castaño mayor suspiró profundamente para mantener la calma y bajó de inmediato del auto.

En el punto de encuentro, un contacto les entregó dos bolsas idénticas. Cada bolsa contenía un traje completamente negro, un pasamontañas y un arsenal que su propio padre había provisionado. Había también un plano arquitectónico del muelle de Busan, que estudiaron con detenimiento. Seokjin, con la agilidad que lo caracterizaba, trazó una estrategia meticulosa, cada paso calculado para garantizar el éxito de la misión y, sobre todo, la seguridad de su pequeño hermano.

Ambos soldados se cambiaron sus uniformes militares por la vestimenta que se les había entregado. Una vez equipados, iniciaron su misión. Llegaron a su destino y se infiltraron sin problemas en el muelle. Con movimientos ágiles y coordinados, los hermanos se desplazaron hacia un edificio vacío muy cerca del lugar de desembarque. Desde ahí, la vista sobre el muelle se extendía ante ellos como un laberinto de acero y madera. Los barcos, colosos dormidos, yacían anclados en el agua quieta.

Eran las nueve y treinta. En ese preciso instante, un barco carguero, con las luces apagadas, tocaba puerto. No era muy grande, pero fue reconocido por ambos ya que se guiaba solo por las luces de la ciudad al frente.

—¡Qué puntuales!— dijo el menor con sarcasmo.

De repente, aparecieron alrededor de unos diez hombres, sus siluetas recortadas contra la luz de los faros. Al percatarse de ello, el capitán trató de observar a uno de ellos con detalle a través de su mirilla. Este llevaba un tatuaje de un dragón en uno de sus brazos, una marca distintiva de los Kkangpae.

Los hombres se dirigieron a paso firme hacia el carguero. Ambos soldados observaban cada movimiento de los hombres.

—¿Qué está pasando?— murmuró el menor.

—Parece que esos idiotas quieren robar la carga— murmuró Jin, con una sonrisa sarcástica.

—Hyung, deberíamos intervenir— no pudo completar su idea. El mayor colocó un dedo en sus labios, señalando a su hermano que se mantuviera en silencio. Se asomó nuevamente por la mirilla, observando cada movimiento de los hombres. Todos estaban armados hasta los dientes y estaban descargando tres grandes cajas marcadas con el sello de la fuerza armada de Corea del Norte. Su corazón palpitaba con fuerza en su pecho.

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