XXVI

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Sigue sonando el móvil.

Lleva así varias semanas.

Es algún día de julio, hace días que ni miro el calendario, tampoco he tenido ni fuerzas ni ganas de comer.

Raúl está golpeando la puerta, una y otra vez, Raúl está insistiendo demasiado, he mandado un poco a la mierda a Raúl, se ha ido enojado, ¿qué cómo lo sé? Ha cerrado la puerta de la entrada con un gran golpe, un golpe que suena a 'adiós.

Mi compañero de piso y mi mejor amigo de Madrid se ha ido.

Siempre fastidio todo, pero era lo mejor.

Mi madre está preocupada, ha llamado, sólo le cojo a ella, me ha preguntado que ha pasado, pero realmente, ¿qué es lo que ha pasado?

'Que lo has dejado ir, Ella.'

¿Y de verdad este dolor merece la pena?

Se supone que al dejar ir al amor de tu vida, no te sientes así, tan vacía, tan nostálgica, tan sumamente mal. Me falta el aire al hablar con mi madre, no doy respirado, hace noches y días que estoy así, mi madre lo nota, decide que es hora de bajar, le digo 'no te preocupes, se me pasará, de verdad.'

'¿Estás segura?' No lo sé.

'No abraces al diablo que te sonríe como un ángel.'

Fue lo último que me dijo antes de descolgar.

¿De verdad el amor tiene que doler? ¿De verdad el enamorarse de una persona es así? ¿se sufre tanto?

Mi madre me dijo que 'cuando se ama de verdad, pero de verdad a un ser, se hace lo que sea por esa persona, se deja de pensar en uno mismo para sólo hacer sonreír a la otra parte de ti.'

'La otra parte de ti.'

Estamos tan pendientes de encontrar a esa otra parte de nosotros que olvidamos el amor propio.

Sigo jodida.

Realmente jodida.

Déjà vuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora