Sarah
Los domingos son una sensación rara de querer hacer todo y nada al mismo tiempo.
Me encontraba sentada de espaldas al cristal gigante que daba vista a la mitad de la ciudad desde mi oficina, revisando los documentos que se agregarían a la próxima demanda de divorcio de uno de mis clientes.
Estaba perdida en mis pensamientos hasta que Diana, mi secretaria entro a mi oficina hecha un manojo de nervios.
—¡Dios mío!, ¿de verdad aún no ha elegido el vestido?
La mire mientras hacía un asentimiento lento con la cabeza.
—A ver muéstremelo.
Me quedé en silencio.
Obviamente no había elegido vestido, ni siquiera recordaba que el sábado estaba tan cerca.
A veces creía que mi cerebro intentaba bloquear esa fecha a toda costa.
Se supone que el día más feliz de una mujer debería ser el día de su boda. Y digo "se supone" porqué yo no paraba de hacerme escenarios falsos en mi cabeza en donde la boda no se podría realizar o que alguien pudiera llegar a impedirla.
Diana empezó a caminar histéricamente por toda la oficina.
—Esto es serio, el diseñador ha llamado más de diecisiete veces. Solo hoy.
—Tranquila. me llevé la mano derecha al rostro, —Tráeme la revista de diseños. Hoy mismo elijo uno. Diana salió de la oficina casi corriendo a buscar la dichosa revista con una sonrisa en su rostro.
Diana era algo así como, la típica secretaria que de tanto meterse en tu vida privada, tarde o temprano terminaba convirtiéndose en tu amiga. Hasta llegar al punto de venir un domingo a la oficina solo por acompañarme. Valoraba mucho la forma que tenía de ayudarme, además era la única persona que conocía a parte de Cameron en prácticamente todo el continente.
Desde que Cameron y yo nos conocimos en esa mezquita en Palestina mi vida no hizo otra cosa más que cambiar.
Yo me encontraba rezando junto a mis hermanas y él llegó como un turista.
Cameron lo describe como "Amor a primera vista" cada vez que cuenta la historia en sus reuniones.
Yo personalmente no lo descubriría así.
Solo lo vi como uno más, uno más de todos esos hombres que necesitaban una mujer hermosa como trofeo para exhibir en una sociedad material machista.
Después de todo, mi padre había fallecido recientemente. Solo éramos mi mamá, mis hermanas menores Fátima, Amira y yo. Mi deber era casarme lo más pronto posible.
De pronto a mi casa empezaron a llegar mil y un pretendientes de todo tipo.
Mamá siempre decía que yo era mujer hermosa, pero que eso me serviría para nada, a menos que "me casara con un buen hombre".
Desde que tengo uso de razón, algo me ha quedado claro toda mi vida; No siento atracción ninguna por los hombres.
Ese día estaba cepillando mi largo cabello negro frente al espejo. Hasta que sentí unos pasos detrás de mí.
La conversación que intentaba evadir desde hace casi dos meses, era inminente.
—Sarah, el señor Vanderbilt ha enviado flores otra vez.
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El Flechazo y La Secuela
Roman d'amourSarah es una mujer hermética, conocida porque nadie sabe nada de ella, a parte de que esta casada con el hombre más rico de Nueva York. Los rumores dicen que después de "la boda del siglo" los enamorados buscan casa. Y quién mejor que la Ingeniera...