1. El Comienzo del Engaño

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"Mientras los demás reían, ajenos al juego que se jugaba ante ellos, Harry evaluaba las piezas que pronto movería."

Es al inicio una simple mancha en el suelo, pequeña, pero una evidencia clara de lo sucedido, no quedan dudas.

Harry se encuentra allí de pie y no se permite apartar la mirada de la sangre que brota de forma lenta y tortuosa del mortifago, cada gota derramada es una pincelada en una obra de arte creada por la muerte y también una señal de la vida que esa noche abandona el mundo, un alma que buscara una redención en el más allá o que le espera una condena eterna en la purga de sus pecados.

Es quizá un acto egoísta, pero le brinda satisfacción ver la sangre, recordar que segundos atrás el hombre le rogaba, que su aparición en la escena le fue un motivo de esperanza, pero no, Harry no estaba allí para salvarlo, Harry estaba allí para verlo morir.

Entonces por simple curiosidad Harry se pregunta cuál de todas las heridas en el cuerpo del mortifago será la causa de su muerte.

— ¿Cómo se encuentra Remus? —le pregunta su padrino.

El hombre suelta el cuchillo interrumpiendo la tortura que ejecuta, fue al estilo muggle y Harry no sabía que su padrino podía ser tan violento.

Cambia su atención, dirige la mirada hacia el hombre mayor, Harry ve en sus ojos que quiere seguir, lo analiza en silencio, no a Sirius Black, analiza cuál es la respuesta que debe darle, una que no aumente la violencia en el hombre.

Las luces del jardín crean la ilusión de compañía a su alrededor, terroríficas para aquel que tema de ella, lo cual no es el caso de Harry, las sombras no lastiman, los seres humanos, sí. Y esa es una lección que la vida le ha demostrado en varias ocasiones.

Supone que la primera vez que vio morir a alguien fue a su madre, pero es menos que un recuerdo, es una imagen borrosa, con personas cuyas siluetas se han desdibujado. La segunda vez ocurrió el año anterior, Voldemort lanzó un avada a un mortifago que se ubicaba cerca de su puesto, probablemente con intenciones de asustarlo, pero Harry no se asusta fácil. En la tercera ocasión su padrino atacó para que él no tuviera que hacerlo y la cuarta... la cuarta es el cadáver en el suelo.

A lo largo de los años la mente de Harry se había perdido en las posibilidades, en cómo se iba a sentir en ese instante, ese trascendental segundo en que el origen de una muerte fuera obra suya. Él no lo hizo, no dio esas puñaladas que van a acabar con la vida del mortifago, pero sí dio la orden, fueron sus palabras las que marcaron un antes y un después, fueron sus palabras las que lo condenaron a muerte.

Pero no le parece que algo haya cambiado, sigue siendo un chico de 16 años con cabello azabache, ojos verdes y una cicatriz en forma de rayo.

—Harry —Sirius pronuncia su nombre con el tono de un hombre que ha perdido la paciencia.

El menor no contesta, su atención vuelve al mortifago, que en un último acto de aferrarse a la vida se ha movido, se queda sin aliento y Harry puede apreciar el segundo exacto en que el corazón del hombre deja de latir, esa última exhalación, ahora sus ojos son un vacío que no reflejan nada.

—Ya era hora que está basura muriera, duró bastante —afirma el mayor.

Harry evita dar una respuesta, lo piensa un instante ¿En qué momento se cruza la línea entre la defensa y el asesinato?

Si existe una línea que lo divide Harry imagina que esa noche se ha cruzado, no hay lugar para los papeles de víctima, en medio de una guerra ambos bandos atacan, ambos pierden personas y ambos obtienen victorias, entonces no es de sentido que uno sea el malo y otro el bueno, no, aunque quizá uno sea el menos malo.

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