Azami, la hija del director Yaga, ha vuelto a casa después de años, solo para encontrarse con su primer amor, Gojo, ahora profesor en el colegio que su padre dirige. La personalidad de Azami ha cambiado y está decidida a enamorar a su profesor, enfr...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Extrañaba esa sensación, la vibra apurada y animada de Japón había estado siempre presente en ella, pero estar ahí, parada en un lugar que hacía años no visitaba y que aún así siempre iba a llamar hogar era simplemente increíble.
Cuando era pequeña deseaba vivir siempre en Tokio, su familia era muy unida, y al ser un lugar tan céntrico no le faltaba nada.
Hasta que los problemas comenzaron a llegar, Masamichi era un gran padre, pero un pésimo esposo, estaba luchando tanto por convertirse en el director de la Academia de Tokio, que perdió a su familia.
Poco después de eso, Nako, la madre, volvió a hacer su vida, consiguió un ascenso que las llevó a mudarse a Rusia, donde la mujer contrajo matrimonio con un amable chef que conoció en un curso de cocina. Su vida había cambiado repentinamente teniendo doce años.
Le dolió dejar su país natal, fue doloroso despedirse de toda su familia, dejar el lugar que siempre amó, y abandonar a su amor platónico. Gojo Satoru.
Un albino, alto, con unos ojos que te matarían con un momento de contacto visual -O así lo recordaba su imaginación infantil.- El hombre perfecto. Era alumno de su padre, y lo vió muchas veces en su niñez, no le importaba mucho, era como un príncipe, y ella quería casarse con un príncipe como él, justo como en las películas de Disney.
—Puedo dejarte con tu padre mañana, disfrutemos de un día de relajación por hoy. —la pelirroja negó. Con fuerza apretó la manilla de su maleta.
—Sinceramente... —suspiró sin saber cómo continuar. —Contacté a papá apenas abordamos el avión, y le pedí quedarme con él al menos un año.
Los ojos rosas de su madre la miraron insegura, no le molestaba la idea, pero las últimas veces que se había puesto en contacto con su hija, fue algo cortante y parecía estar apurado. No quería que Azami se sintiera incómoda con él.
—Volvimos para quedarnos, Viktor estaría encantado de que le enseñemos Japón. —su madre sonrió de forma forzada, apretando el brazo de su marido. —¿Verdad que sí cariño?