Día 6...

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Atsushi comenzó a luchar contra el líder de los lobos, que fue el primero en llegar hasta él, seguido de otros seis lobos que se lanzaron al unísono. El chico no quería lastimarlos, pero tenía que huir de ahí, así que comenzó a golpearlos, haciéndolos volar por los aires, estrellándose contra los troncos de los árboles o cayendo al suelo. Sin embargo, así como caían unos, otros se lanzaban contra él, sin darle espacio para tomar un respiro. Y al estar en ese claro rodeado de árboles, huir iba a ser imposible.

La nieve que caía hacía el suelo resbaladizo. La presión de no querer lastimar a los lobos, pero no poder permitir que lo hirieran, era mucha. Aun así, no pensaba rendirse y, uno a uno, fue golpeándolos las veces que fue necesario. Pasaron varios minutos, y Atsushi empezó a cansarse; su cuerpo comenzó a recibir heridas por todas partes, pero cada vez menos lobos lograban ponerse de pie. Parecía que el final estaba cerca.

A lo lejos, Akutagawa, que se acercaba al sitio, comenzó a escuchar ruidos. Al ir acercándose para averiguar qué ocurría, vio en el suelo el mapa que se había llevado Atsushi por la mañana, señal inequívoca de que el detective estaba cerca y que el alboroto era causado por él. Akutagawa aceleró el paso para poder alcanzarlo.

—¡Chico tigre! —se oyó el grito a lo lejos, de parte del chico de la Port Mafia.

—¡Maldición! ¡Akutagawa, aléjate! —gritó Atsushi lo más fuerte que pudo, sin perder tiempo buscando dónde estaba, pues tres lobos ya se ponían de pie, y él se lanzó a golpearlos, haciéndolos volar.

Por fin, Akutagawa apareció en el claro, observando la terrible escena: lobos tirados por todos lados, sangre por doquier, y en medio de todo, Atsushi con varios rasguños y la ropa desgarrada, transformado en tigre.

—¡¿Pero qué...?!

—¡Akutagawa, vete, debes...! —exclamó Atsushi, aterrado, corriendo hacia él y saltando por encima de su cabeza. Akutagawa, impactado, se giró justo a tiempo para ver cómo Atsushi detenía en el aire a un lobo que iba a atacarlo por la espalda, chocando ambos en el vuelo y cayendo al suelo, donde comenzaron a pelear de manera violenta. La sangre volaba por todos lados, hasta que Atsushi logró hacer retroceder al lobo por un momento.

—¡Rashoumon! —exclamó Akutagawa, aprovechando la oportunidad para atacar al lobo, solo para ver a Atsushi interponerse, lo que lo obligó a detener el ataque—. ¡¿Qué demonios haces?!

—No les hagas daño, solo tienen hambre —respondió Atsushi, casi sin fuerzas, mientras el líder de los lobos, el mismo que casi había atacado a Akutagawa, se ponía de pie y, aullando, hacía que los demás lobos se retiraran.

—¡Voy a matarlos! —gritó Akutagawa, furioso.

—No, no puedes matar... —dijo Atsushi, con una ligera sonrisa en su rostro, mientras flaqueaba y caía de rodillas al suelo—. Me lo prometiste... —y con esas palabras, su cuerpo perdió la transformación en tigre y se desplomó sobre la nieve.

—¡Chico tigre! —exclamó Akutagawa, corriendo a levantarlo del suelo, tomándolo entre sus brazos. Atsushi estaba inconsciente, y su camisa blanca se teñía de rojo por la herida que le había dejado el lobo al golpearlo en el pecho—. ¡Hey, tienes que levantarte! —insistía, moviendo su cuerpo, pero era inútil.

Puso su mano derecha sobre el pecho del chico para sentir su corazón, que aún latía. Eso lo alivió, pero al retirar la mano, la vio manchada de sangre, como los múltiples rasguños que cubrían el cuerpo de Atsushi. Impactado, y al no poder despertarlo, lo dejó sobre la nieve, ahora manchada de sangre. Tomó el abrigo que le había llevado y lo envolvió con gran dificultad. Una vez logrado, hizo un esfuerzo y lo cargó entre sus brazos para salir de ahí.

Akutagawa comenzó a avanzar entre la nieve que caía tenuemente, mientras el terreno le dificultaba el paso. Sentía el rostro sin sentido de Atsushi recargado en su pecho. El camino se alargó debido a su lento andar, y cada tanto revisaba si su rival ya había despertado, solo para descubrir que seguía inconsciente.

Al llegar a la cabaña, ya había caído la noche, y tras cerrar las puertas, la tormenta de nieve comenzó a intensificarse, como si hubiera sido un milagro que no les tocara antes. Akutagawa acostó a Atsushi en el sillón frente a la chimenea, la encendió y fue a la cocina por el botiquín. Al regresar, observó al chico, que parecía dormir. Le quitó el abrigo, se arrodilló a su lado y abrió su camisa para revisar la herida en el pecho, que aún sangraba, aunque en menor medida que en el claro del bosque. Sin embargo, no fue lo único que vio...

El pecho de Atsushi tenía diversas cicatrices, algunas más grandes que otras, esparcidas por aquí y allá. Ninguna era reciente; todas eran cicatrices de las batallas que había enfrentado desde que se convirtió en detective, muchas de ellas contra él mismo, quien había intentado capturarlo o matarlo.

Sintiendo cómo la sangre le hervía del coraje, levantó la mirada hacia el rostro sereno del chico, donde notó que su palidez solo era interrumpida por el color rojizo de sus mejillas, quemadas por el frío, como esa misma mañana cuando lo había visto al despertar.

Ahora, le debía la vida no una, sino dos veces... Eso lo irritó aún más, y justo cuando estaba por levantarse para dejarlo ahí y no tener que lidiar con la ira que sentía, notó que un leve hilo de sangre se deslizaba por la comisura izquierda de los labios de Atsushi. Entonces recordó la mirada que le había lanzado esa mañana, antes de irse corriendo con el mapa. Esa mirada que había rondado en su mente todo el tiempo mientras lo buscaba en el bosque.

—Tienes razón... —susurró, y con el costado de su dedo índice derecho limpió la sangre del labio de Atsushi—. Soy un imbécil.

Suspirando profundamente, comenzó a limpiar las heridas de Atsushi, mientras afuera la tormenta se hacía más y más intensa, como la rabia que sentía al pensar en lo estúpido que había sido todo este tiempo, dañando a alguien que no lo merecía, solo por un capricho, por no querer sentirse inferior... o por celos.

Cuando terminó, se quedó sentado a los pies del sofá, mirando el fuego crepitar por un largo rato. Suspiró hondo y, tratando de relajarse, apoyó la cabeza en el asiento del sillón, cerrando los ojos por un momento, cayendo dormido. Habían pasado tantas cosas en esos días que estaba exhausto, y ahora tenía que lidiar con ese sentimiento que lo mantenía inquieto.

De repente, ya de madrugada, despertó al sentir la cálida y suave mano de Atsushi rozar apenas sus cabeza.

Se quedó inmóvil, expectante de lo que haría el chico tigre, quien solo acariciaba suavemente sus cabellos, mientras susurraba con voz suave:

—Akutagawa... me alegra que, estés bien...

Akutagawa no dijo nada. Tampoco se movió. Quizás porque con ese toque, por fin estaba sintiendo tranquilidad... o porque esperaba que Atsushi dijera algo más, creyendo que no lo oiría. O simplemente porque la mano de Atsushi era tan cálida, y, pese a todo lo que había pasado, estaba ahí, tocándolo con suavidad mientras el chico se alegraba de que él estuviera bien.

Era irónico, pero en ese momento no importaba nada. Absolutamente nada.

Hasta que un fuerte golpe en la puerta de entrada acabó con el momento. Akutagawa se puso de pie instantáneamente, al igual que Atsushi. Ambos se miraron un segundo, cuando, de entre las sombras y rodeado por el frío helado que comenzaba a entrar en la cabaña, vieron frente a ellos a Mikhail, su enemigo.

—Parece que por fin atrapé a mis presas...


Continuará...

Nota de la autora: Sushito siempre tratando de cuidar de todos. Él es amor ♥

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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Cómo perder a un hombre en diez días... Shinsoukoku Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora