Episodio dos.

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Verena Zamora
Tierra del Fuego - Argentina
30 de agosto.

Me reincorporé en mi asiento. La sala se encontraba llena de mis familiares en espera de que algo sensato saliera en la televisión.

Los nervios eran demasiados, en especial de mi parte; sin embargo, había quedado algo dentro de todo lo que nos reconfortaba:

Solo podíamos ser dos de la familia.

Eso disminuía las posibilidades de ir a la guerra.
Disminuía las probabilidades de pisar un campo de batalla sin estar preparados o sin haber alzado un arma alguna vez en nuestras vidas.

Disminuían nuestras probabilidades de mandarnos a morir en un matadero, con pisos de tierra y hogares abandonados.

Mi hermano se sentó al lado nuestro, acariciando mi hombro en un intento de ser reconfortante. Se acomodó mejor junto a nosotros y siguió observando su celular. Me quedé contemplando su rostro unos segundos, cayendo en cuenta de lo alegre que me ponía saber que aún no era mayor de edad.

Mi mamá se adentró a la habitación junto a mi tía, informándonos que dentro de poco dirían todo. Hoy no solo informarían lo necesario para entrar en la lista. Hoy dirían quienes estaban en ella.

Aquella lista de la que yo anhelaba salvarme.

Me levanté de mi lugar para poner música, en un intento de matar la espera.

—No van a quedar —insistió mi abuela —. Son muy jóvenes y... — volvió a suspirar, como si estuviera en busca de aire para que llegara a sus pulmones.

—No van a quedar. —Afirmó mi madre. —Vas a ver que no.

Seguimos en la espera. El gobierno aún no interfería en ningún canal de televisión, lo que nos hacía ansiar a todos aún más.

Fijé mi vista en la periodista que hablaba en la pantalla.

"—Aún no hay nada de información." —aclaró "—Carecemos de algo concreto. Nuestro presidente dijo que iban a interferir hace unos minutos para acatar todas las dudas, pero aún no hay señales. "

"—El pueblo está alarmado." —Retomó su compañero, luego de un pequeño y diminuto silencio. Tan escaso que era imperceptible, pero los nervios te hacían notarlo. "—Cada familia debe tener entre uno o dos integrantes que pueden quedar en la lista y eso los mantiene a todos preocupados."

Dirigí mi vista a mi primo, chocando nuestras miradas. Nosotros éramos esos dos integrantes de nuestra familia. Dos de los únicos tres nietos de mis abuelos. La transmisión se cortó, dejando el panorama templado de un color negro. Pude escuchar gritos de mi abuela avisando a los demás que ya habían comenzado.

Fernando Caputo mostró la cara frente a la cámara. El fondo celeste hacía contraste con su piel, sus ojos verdes, directos a la cámara chocando miradas con todo un país.

—Presidente de la Nación Argentina, puede hablar. —Avisaron desde detrás de la cámara.
Fernando saludó de forma cordial a todos, el rostro lleno de inocencia, como si no supiera que estaba haciendo.

Como si no supiera la cagada que se estaba mandando.

Acató que solo iba a responder y aclarar dudas puntuales; ni más, ni menos. Se negaba a entregar una palabra sobre opinión personal o cualquier intento de parar esto de parte de la prensa.

Estaba decidido y no se iba a echar para atrás.
Las preguntas atacaron al presidente en cuestión de segundos.

Siendo "puntual" y sin un antemano, comenzó.
—Fernando —nombró un periodista —, las edades acordadas siguen siendo las mismas ¿Cierto?

Guerra de dos mundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora