Episodio cuatro.

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Acomodé mis piernas en el asiento, no era para nada cómodo. La suavidad de la silla había olvidado subirse a nuestro avión, porque era más duro que cualquier otra que haya probado jamás.

Sí, hasta los bancos de una plaza podían ser más cómodos.

Mis ojos se enfocaron en una chica, tenía el cabello largo y cobrizo en una cola alta y bien recogida. Su voz apenas y se oía en el abrupto silencio del avión mientras intentaba, a fuerzas, dejar su mochila arriba de los asientos.

Una notificación me distrajo, prendí mi teléfono para enfocarme en lo importante.

Mi familia se había pasado toda la mañana mandando mensajes de preocupación y emoticonos de fuerza. Preguntando dónde y cómo estaba, si me sentía mejor, incluso mandaban pequeños textos con la esperanza de que todo saliera bien.

Prendí la cámara y les envíe una foto de la ventanilla.

El asiento a mi lado sufrió un gran golpe, una mochila de color gris sucio se depositó allí.
Un chico demasiado joven intentaba subir una de sus mochilas al compartimento, me quedé quieta en mi lugar y volví la vista hacia lo que estaba haciendo anteriormente.

—Hola —, me sonrió— nos volvemos a encontrar.

Lo había visto hacía unos minutos atrás en la entrada del aeropuerto, mientras todos esperábamos para conseguir algún asiento.

Me llamó la atención la gran cámara que tenía colgado de su cuello y como sus dedos apretaban amistosamente el botón, fotografiando los carteles de los familiares que venían a despedirse.

Fue desgarrador ver a tanta gente llorar, rogando por quedarse, rogando porque sus hijos no suban a un avión, rogando porque sus padres no los abandonaran.

Rogando porque alguno diga que es solo un chiste.

Muchos niños pequeños despidiendo a sus madres, agarrados de sus hombros y ellas besando sus frentes. Muchos padres abrazando a sus hijos, susurrándoles en el oído que los esperaban.

De camino al aeropuerto vi algunos carteles con frases simbólicas;

"El pueblo unido jamás será vencido"; "Vuelvan, soldados argentinos"; "¡Viva la patria!"; "País de mierda".

En lo personal, creo que la última es mi favorita.
Le respondí al chico con una sonrisa y seguí con mis asuntos hasta que él volvió a alzar la voz.

Traía una simple remera blanca, por encima una campera negra, mientras se arremangaba me preguntó cuánto duraría el vuelo.

—Creo que unas dos horas, pero no lo sé —. Respondí.

Él asintió y volvió a sacar la cámara. El ambiente volvió a tornarse tenso y silencioso mientras algunos aún subían y buscaban asientos disponibles.

Los minutos pasaron, la gente nueva dejó de aparecer y por los parlantes comenzaron a sonar avisos.

—Queridos soldados de nuestra patria tan querida, a sus oídos suena la voz del coronel García, encargado del vuelo y camaradas presentes. Les pedimos por favor que abrochen sus cinturones, apaguen dispositivos tecnológicos y recuerden la ubicación de las salidas de emergencia. Les informamos que el baño se encuentra al final del pasillo.

>> Estamos muy orgullosos de su sacrificio como ciudadanos, llegando a capital cada uno tomará la habitación que se le haya designado según su número de pasajeros en el hotel Tritone. Una locación muy bella de cuatro estrellas donde se alojarán por menos de tres días.

Un fuerte ruido comenzó a sentirse desde afuera, las pequeñas ruedas del avión empezaron a moverse a toda velocidad, hasta que despegaron del suelo. Una pequeña turbulencia nos hizo tambalear.

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⏰ Última actualización: Oct 22 ⏰

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