Capítulo 2

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∆\𝕯𝖆𝖎𝖑𝖔 𝖁𝖆𝖘𝖎𝖑𝖆𝖐𝖎𝖘/∆

—Cancelen las tarjetas —Julián fue apuntado los comandos mientras me seguía por la agencia—. Y encuentren al capullo que me ha robado.

—¿Alguna indicación sobre lo que hacer con él?

Entramos al ascensor. Julián pulsó el botón del séptimo piso mientras yo meditaba mi respuesta.

—Traiganmelo. Me encargaré personalmente de él.

—Sí señor.

Es la última vez que hago una obra de buena caridad por un mocoso. Ese impresentable no tiene ni idea de quién soy, si lo supiera no hubiera osado robarme. En su lugar estaría postrándose ante mí y pidiéndome clemencia.

Mucho he hecho por esa sabandija malagradecida para que ahora se crea en el derecho de hacer lo que le dé la gana y salirse de rositas. Le voy a dar una lección que no olvidará jamás y me aseguraré de que en la vida se olvide de mi nombre.

—Señorito Vasilakis le recuerdo que su padre lo espera en la sala de reuniones —me informó Julián al salir del ascensor.

—¿Qué quería el viejo ahora? —mascullé frotándome la nuca. Últimamente tengo demasiada tensión acumulada sobre los hombros y el cuello. El trabajo me está matando.

—Tal vez quiera tratar temas de su cumpleaños, señor.

—¿De qué hablas? Cumplo en febrero, aún quedan cuatro meses para eso. Además, él bien sabe que no me gusta celebrar mi cumpleaños.

—No hablaba del suyo... señor.

Mierda.

—Oh... joder. Julián, ¿qué día es hoy?

—Jueves 3 de octubre.

Mierda, mierda, mierda.

—Soy hombre muerto.

—¿Quiere que me ocupe de los detalles de su funeral?

—Quiero que me consigas un secretario mínimamente decente que pueda recordarme las fechas de los eventos importantes a tiempo —farfullé.

—Eso hice señor, pero, cito textualmente, usted respondió —Julián pasó hacia atrás las hojas de su agenda— "Deja de joderme".

—Maldito yo del pasado, bastardo irresponsable. Si pudiera me daría una paliza a mí mismo. —Me detuve justo en frente de la puerta del despacho de mi padre.

—Tiene usted demasiada rabia acumulada, mi señor. ¿Quiere que le organice un día en el spa con pausa para el té y lectura incluida?

Miré a Julián. Él me devolvió una pequeña sonrisa mientras abrazaba su cuaderno contra su pecho. Fruncí el ceño ante su condescendencia.

—Por favor.

Julián asintió con la cabeza y se marchó, dejándome solo ante el peligro.

«Cobarde».

Suspiré hondo y cuando estuve a punto de tocar la puerta esta se abrió de repente delante de mis narices.

Mi padre apareció justo detrás. Bajó la mirada hacia su reloj de pulsera, arrugó la nariz y sin molestarse en mirarme ya comenzó con sus quejas.

—Llegas cinco minutos tarde.

—Julián me distrajo por el camino.

—Echándole la culpa a tus subordinados... muy maduro Dailo. ¿También le vas a culpar por tu aspecto desaliñado?

Un corazón oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora