Capítulo 5

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⟩𝓨𝓸𝓲 𝓔𝓪𝓼𝓽𝓸𝓷⟨

Tengo la manía de distraerme demasiado en clase.

He acabado prestando más atención a la discusión que estaba teniendo Tiffany por chat con su novio que a la chapa sobre las leyes de nosequé que estaba dando el tutor. Sigo sin saber como es humanamente posible teclear tan rápido en una pantalla. Sus pulgares se movían tan veloces que fácilmente podría alcanzar los 50 dígitos por segundo y el pedazo texto que estaba redactando era prueba contundente de ello.

Parece ser que esta vez el tipo la ha liado bien.

Recibí un codazo en el brazo el cuál me obligó a apartar mi atención del chisme. Miré a Carlos, quién se había sentado a mi lado. Ya le perdoné que me abandonara el otro día (seguramente yo habría hecho lo mismo), pero aún estoy algo molesto con él por eso.

Me llevé la mano a donde me había dado, frotando la zona fruncí levemente el morro en un mohín de dolor.

—Oye —protesté en voz baja.

—No me terminaste de contar qué pasó con el mafioso —susurró.

—Oh, sí.

Le conté como me había ido en la empresa de Dailo, la que había liado y el hecho de que mi pequeña bromita solo sirvió para incrementar mi deuda.

Carlos bufó y negó con la cabeza.

—Eres un desastre.

—¿Yo? —pregunté indignado.

—Yoi Easton —el maestro nos llamó la atención al oírnos hablar.

—Ya ya —Puse los ojos en blanco y me levanté—, ni falta hace que me lo diga, ya me conozco el discurso de memoria; “si no va a prestar atención salga de mi clase”. De todas formas menudo tostón. Ya podría hacer algo más didáctico. El sistema educativo está en decadencia.

Salí del aula notando la pesada mirada del profesor sobre mí.

—Disculpe, tengo que ir al baño —Carlos se levantó justo después y vino corriendo detrás—. Te va a acabar matando, Yoi.

—¿El señor Ramón? —Alcé una ceja— Realmente se nota que me odia, ¿pero tanto como para matarme? Ni que el hecho de no atender a sus clases sobre la importancia del poder legislativo fuera motivo suficiente para cometer homici…

—Hablaba del mafioso —me interrumpió—. No puedes fiarte de él.

—Creo que tú eres menos de fiar, ¿te recuerdo que me dejaste solo con él y huiste como un gallina?

Carlos abrió la boca como si quisiera protestar pero acabó cerrándola de golpe, resignándose a darme la razón.

—¿Se lo dirás a Valeria y a Lucia? —inquirió cambiando de tema.

—Ni hablar, prefiero mantenerlas al margen de esto.

—¿Y a mí? —preguntó llevándose las manos al pecho— ¿Por qué a mí no me mantuviste al margen también?

—Necesitaba apoyo moral. —Me encogí de hombros—. No seas tan quejica, no es para tanto.

—¿Que no es para tanto? —se detuvo enfrente de mí interrumpiendo mi paso—. No paro de sentirme vigilado, creo que los espías esos de tu mafioso me están acosando también.

—Imposible —descarté la idea con un gesto con la mano—. Si los gorilas de Dailo te estuvieran vigilando créeme que lo sabrías. Miden como dos metros cada uno y no hay manera de que pasen desapercibidos.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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