Checo...?

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Cuatro años habían pasado desde que Checo dejó este mundo, pero el dolor seguía latente en el corazón de Max. Cada Día de Muertos, la ausencia de su amor se hacía más palpable. Este año, sin embargo, había decidido honrar su memoria de una manera diferente. Max se preparó para visitar la tumba de Checo, llevándole flores frescas como símbolo de su amor eterno.

Con un suspiro profundo, se dirigió a la florería del barrio, un lugar que siempre había sido acogedor y familiar. Al abrir la puerta, un suave tintineo sonó, y el aroma de flores recién cortadas lo envolvió.

— Hola... vengo en busca de unas rosas blancas — dijo Max, acercándose al mostrador donde un chico atendía.

Cuando el chico se dio vuelta, Max se quedó paralizado. Ambos se miraron fijamente, sintiendo una conexión inmediata, como si el tiempo se hubiera detenido. El chico era la viva imagen de Checo, desde su sonrisa hasta esos ojos que parecían conocerlo desde hace años.

— Sergio... — susurró Max, sin poder evitarlo.

— ¿Sergio? No... me llamo Michel — respondió el chico con una voz amable, aunque la confusión se reflejaba en su rostro.

— Perdóname... te pareces tanto a... a una persona que tanto amaba — dijo Max, sin poder apartar la mirada, como si pudiera ver a Checo a través de Michel.

Michel sonrió tímidamente, sintiendo el peso de las palabras de Max. Una corriente eléctrica pasaba entre ellos, un vínculo inexplicable que parecía cruzar los límites de la realidad.

— ¿Quieres las rosas? — preguntó Michel, tratando de romper la tensión.

Max asintió, aún embelesado por la similitud. Después de pagar, se despidió con un ligero nudo en la garganta. Aunque se sentía culpable por la conexión que había sentido, una parte de él sabía que era solo un encuentro, un reflejo del amor que había perdido.

Más tarde, en el cementerio, Max se acercó a la tumba de Checo, un espacio adornado con flores de colores vibrantes. Con cuidado, dejó las rosas sobre la piedra, sintiendo el nudo en su corazón.

— Pecas... conocí a un chico que... se parece tanto a ti... es tan lindo... — dijo Max, cerrando los ojos mientras una lágrima caía por su mejilla — Pero yo te prometí amarte... —

— Lo sé, güerito... — respondió una voz suave detrás de él.

Max abrió los ojos de golpe, encontrándose frente a la imagen de Checo, tan real y hermoso como siempre lo recordaba.

— ¿Qué...? — dijo, confuso, incapaz de comprender lo que estaba viendo.

— Yo te mandé a Michel... — dijo Checo, su voz llena de ternura — No quiero que estés solo en esta vida. Sé que prometiste amarme, pero mereces ser feliz... así que si él te gusta, está bien —

Max sintió un torbellino de emociones en su interior, un tumulto de amor y pérdida que se entrelazaba.

— Pero pecas... — murmuró, sin saber qué decir.

— En otra vida, Maxie, seremos tú y yo... ¿sí? Ahora vive tu vida... ámalo como me amas a mí. No va a ocupar mi lugar, si es lo que piensas... siempre estaré presente en él — dijo Checo, tocando suavemente su mejilla.

Día de muertos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora