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Max caminaba de regreso a casa, repasando mentalmente el encuentro que acababa de tener en el parque. La tranquilidad del lugar, la conversación con Checo, y sobre todo, la sensación cálida que le había dejado todo el intercambio lo acompañaban en cada paso. Mientras más pensaba en ello, más desconcertado se sentía. ¿Qué era lo que lo había dejado tan inquieto? ¿Era la forma en que Checo hablaba, o tal vez la extraña conexión que sintió al instante?
No podía negar que algo en el chico lo había atraído. Esa sonrisa despreocupada, las pecas que adornaban su rostro, el aire de misterio y calma que parecía envolverlo. Max suspiró, sacudiendo la cabeza, intentando despejarse de esos pensamientos. Había venido a México para empezar de nuevo, para dejar atrás los problemas que lo habían alejado de su familia en Holanda. Sin embargo, algo en ese encuentro le decía que este nuevo comienzo traería sorpresas que no había anticipado.
Al llegar a la casa se encontró a un gato con manchas afuera de la puerta
— hola bonito — dijo acercadose, el gato maullo y se acercó a Max, dejando que lo acariciara — tienes dueño? — pregunto pero no vio un collar o algo que dijera que tenía dueño — bueno... no creo que mi tío se enoje si tengo un lindo gatito — dijo cargandolo, abriendo la puerta
cuando entro, el aroma de la comida recién hecha lo recibió. Era evidente que su tío Mariano ya estaba preparando la cena, como siempre lo hacía a esta hora. Entró y dejó su mochila en el perchero, sacudiéndose el polvo de los zapatos antes de avanzar hacia la cocina.
Mick, su hermanastro, estaba sentado en la mesa con el celular en las manos, absorto en su mundo, como de costumbre. Parecía estar en algún grupo de mensajes con sus amigos, dado que las carcajadas ocasionales lo delataban. Mariano, por su parte, estaba frente a la estufa, meneando un guiso que desprendía un aroma delicioso a especias y algo que Max no pudo identificar, pero que definitivamente lo tentaba.
— ¡Hey, Max! y ese gato? — pregunto su tío
— no tiene dueño... puedo quedarmelo? — pregunto
— claro, creo que tengo por ahí algunas cosas para gato... mañana compraré su comida — dijo su tío — o podríamos darle pescado y algún atún —
— atún suena bien — respondió Max dejando que el gato subiera por las escaleras
— ¿Qué tal la caminata? — preguntó Mariano, sin apartar la vista de la olla, pero con una sonrisa ligera en su rostro.
Max se encogió de hombros, intentando sonar casual mientras se sentaba a la mesa. — Bien... conocí a alguien en el parque —
Mick levantó la vista del celular por primera vez en un buen rato, claramente intrigado. — ¿Alguien? ¿Cómo quién? —
Max notó que el tono de Mick tenía un aire burlón y, al instante, sintió cómo una leve oleada de calor subía por su rostro. — Un chico... Checo. Nos pusimos a hablar un rato —
Mariano, que seguía ocupado con la comida, soltó una ligera carcajada antes de voltear a mirarlo con una ceja levantada. — ¿Checo, eh? ¿Y qué tal? ¿Te cayó bien? —
Max asintió, sin querer entrar en detalles sobre lo mucho que Checo le había intrigado. — Sí, fue amable. Me habló sobre el parque y el Día de Muertos —
Mick dejó el celular a un lado y lo miró con una expresión traviesa. — Ah, ya veo... así que ya empezaste a hacer amigos aquí, ¿eh? ¿Qué tal te pareció ese tal Checo? —
Antes de que Max pudiera responder, Mariano intervino con una sonrisa divertida y un brillo en los ojos que delataba su broma. — ¿Y no será que nuestro Max se está enamorando? —
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Día de muertos (Chestappen)
Ciencia FicciónEn otra vida pecas?, en otra vida Maxie...