✰✰✰✰✰✰✰✰✰Habían pasado apenas unas semanas desde que Max había llegado a México, y aunque las calles y el ambiente eran completamente nuevos para él, había algo que lo fascinaba. Las tradiciones, las costumbres y hasta el aire que se sentía distinto a lo que estaba acostumbrado en su antiguo hogar. Todo lo que veía lo absorbía con la curiosidad de un recién llegado. Sin embargo, había una sensación persistente, una extraña mezcla de emoción y algo que no podía identificar. Era como si algo, o alguien, estuviera siempre observando desde las sombras, aunque no pudiera ver claramente qué o quién era.
Aquella tarde, después de clases, Memo y Pato lo habían invitado a dar un paseo. Los había conocido recientemente, pero ambos le habían caído bien. Eran extrovertidos y amables, siempre listos para hacerle sentir bienvenido en este nuevo lugar. Memo era un chico risueño, lleno de energía, mientras que Pato tenía una calma que a veces contrastaba con su propio sentido del humor irónico. Juntos, formaban un dúo inseparable, y ahora Max comenzaba a formar parte de su círculo.
— ¿Qué tal si vamos al centro? — sugirió Memo mientras caminaban hacia la salida del colegio — Ya casi es Día de Muertos y están poniendo las ofrendas en la plaza. Quiero enseñarte cómo es todo aquí, Max —
Max sonrió, aunque por dentro todavía se sentía un poco fuera de lugar. No importaba cuánto tiempo pasara, siempre había algo que le recordaba que era nuevo en este entorno. Pero estaba decidido a disfrutar el día.
— Sí, claro — respondió — Me encantaría ver eso. He escuchado mucho sobre el Día de Muertos, pero nunca lo he vivido de cerca —
Pato asintió con entusiasmo mientras comenzaban a caminar juntos hacia el centro de la ciudad.
— Es algo que no se puede comparar con ninguna otra festividad — comentó — Es especial porque es como si los muertos volvieran por un momento para estar con los vivos. Es algo muy emocional —
Max asintió, aunque la idea de los muertos regresando le causaba un ligero escalofrío. No estaba seguro de cómo se sentía al respecto, pero algo en el tono de voz de Pato lo hizo reflexionar. Parecía que había más en esta festividad de lo que simplemente veía a primera vista. Mientras avanzaban, las calles se llenaban de colores, y Max notó que había una energía vibrante en el ambiente. Las tiendas y las casas estaban adornadas con flores de cempasúchil, velas y figuras de papel picado que ondeaban con el viento. El olor a incienso y copal impregnaba el aire, dándole un toque místico
— Es increíble — dijo Max mientras observaba a su alrededor — Nunca había visto algo así. Todo es tan… vívido, tan lleno de vida, y estamos hablando de la muerte —
Memo sonrió, señalando una ofrenda que estaba siendo montada en la esquina de una tienda.
— Es que aquí, la muerte no se ve como el final — explicó — Es solo una parte más del ciclo. En esta época, los que ya no están con nosotros regresan, y nosotros los recibimos con amor, con sus platillos favoritos, sus fotos, y todo lo que les gustaba en vida. Es como si por un momento todo volviera a ser como antes —
La explicación de Memo hizo que algo en el pecho de Max se apretara. Había algo hermoso en esa idea de celebrar la memoria de los que se habían ido, pero también había algo que lo inquietaba. No podía explicarlo del todo, pero sentía que todo esto lo conectaba con algo que aún no entendía.