recuerdos del pasado

176 30 24
                                    


✰✰✰✰✰✰✰✰✰

El ambiente en la escuela estaba lleno de una energía especial, casi festiva. Faltaba poco para el Día de Muertos, y las clases parecían más relajadas mientras todos hablaban sobre las ofrendas que pondrían en casa. Max, Memo y Pato estaban en su descanso, platicando y riendo en la cafetería, disfrutando de las pequeñas delicias que vendían en el lugar. La mezcla de aromas de pan de muerto, chocolate caliente y el famoso atole llenaba el aire, dándole un toque acogedor a la jornada.

— ¿Ya tienen todo listo para el Día de Muertos? —  preguntó Memo mientras tomaba un sorbo de su bebida  — Yo solo tengo un par de cosas que comprar, pero tengo muchas ganas de hacer la ofrenda en casa. Me encanta ayudar a mi mamá —

— Yo todavía no tengo idea de qué poner —  respondió Pato, rasguñándose la cabeza en un gesto de confusión.  — Pero quiero que sea especial, al menos como el año pasado. Recuerdo que hicimos un altar enorme con fotos de mis abuelos y sus platillos favoritos. Y el pan de muerto, claro, no puede faltar. —

Memo sonrió ante la mención del pan de muerto.  — No hay nada mejor que eso. —

— ¿Y qué planeas hacer tú, Max? —  preguntó Memo, dándole un pequeño golpe en el brazo.  — ¿Vas a ayudar a tu tío a poner la ofrenda o solo vas a comer? —

Max se rió, un poco avergonzado.  — Probablemente lo segundo, pero intentaré ayudar un poco. Mi tío siempre se pone serio con estas cosas. Quiere que esté perfecta. —

— Tienes que venir a la ofrenda de mi casa, —  agregó Pato, con entusiasmo.  — Siempre hay comida riquísima y mis tías se pelean por ver quién prepara los platillos. Te aseguro que no querrás irte. —

— Eso suena genial, —  respondió Max, sintiéndose agradecido por la invitación.  — Quizás me pase después de salir de la escuela —

El timbre sonó, indicándoles que era momento de regresar a clase. Max sintió un ligero nerviosismo al pensar en Checo. Habían estado conectando profundamente en las últimas semanas, y aunque se habían visto a menudo, Max se daba cuenta de que quería explorar ese vínculo aún más. Pero había algo que le pesaba en el corazón, una necesidad de ser honesto con Checo sobre sus planes para el Día de Muertos.

La tarde avanzó lentamente, pero finalmente el día terminó. Max salió de la escuela con su mochila al hombro y se dirigió al parque, donde solía encontrarse con Checo. El clima era fresco, con una brisa suave que hacía que las hojas de los árboles se movieran como si bailaran. Mientras caminaba, pensaba en cómo abordar el tema con Checo. Sabía que quería contarle que no podrían verse al día siguiente, pero temía la forma en que reaccionaría.

Cuando llegó al parque, vio a Checo sentado en su banco habitual. La luz del atardecer iluminaba su rostro, haciéndolo lucir aún más atractivo. Max sintió un cosquilleo en el estómago al acercarse.

— ¡Hola, Checo! —  lo saludó Max, sonriendo mientras se sentaba junto a él.

— ¡Hey, Max! ¿Cómo estuvo tu día? —  preguntó Checo, girándose para mirarlo a los ojos.

— Normal, ya sabes. Hablamos un poco sobre el Día de Muertos, —  respondió Max, tratando de mantener la conversación ligera.  — Pato me dijo que su familia va a hacer una ofrenda enorme. Me invitó a ayudarlo. —

Checo frunció el ceño ligeramente.  — ¿Pato? —

Max asintió.  — Sí, un compañero de mi escuela, planeamos vernos mañana después de la escuela. La idea es poner la ofrenda juntos. Siempre ha sido una tradición en su casa, y quiero ayudar. —

Día de muertos (Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora