Los Padres

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Aquellos dedos, suaves como pétalos de flores, se enredaron en un mechón de mi cabello

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Aquellos dedos, suaves como pétalos de flores, se enredaron en un mechón de mi cabello. Y sentí un dolor nauseabundo enseguida, una punzada aguda y visceral que quemaba como fuego en la frente. Me deslicé hacia atrás, sobre la grava. “¡Ay...! ¿Qué fue eso...?” 

Oh, Poka, iba a quitar la abeja, ¡pero te moviste!”, dijo mi salvadora sin suerte, mientras yo me quejaba y lamentaba. Podría decir que, tan pronto como el dolor inicial se estabilizó, una nueva sensación punzante y palpitante se apoderó de mí. ¡Malditas abejas! Fabrican una miel tan deliciosa, pero castigan a los humanos —especialmente a los franceses— con sus poderosos dientes. ¿Tienen dientes, verdad? 

Esto realmente duele...”, dije, incorporándome lo suficiente como para ya no tener que luchar contra las ganas de sentarme en el suelo y llorar. “¿Q-quisiste quitar la abeja...?”, pregunté al dulce aire frente a mí. “Creo que será mejor que nos vayamos, no quiero molestarlas...” Mi última frase no fue respondida de inmediato, y Blondie, aparentemente, parecía perdida en sus pensamientos. ¿Quizás se sentía culpable? ¡Vamos, la culpa fue mía! Molesté a los insectos husmeando donde no debía. “¿B-Blondie?”, la busqué con la punta de los dedos —¿puedes creer que acerté su posición?—, finalmente alcanzando su abrigo. “Soy una tonta, ¿no...? Al menos intentaste quitarla. No hace falta...” 

El dolor seguía martillando, casi como variaciones en las cuerdas de una guitarra. Aun así, me concentré en Blondie. Apreté la tela de lana, como si solo así pudiera sacarle una frase. Con todo, en el fondo, también quería que me llevara de inmediato a la salida; tanto era así que me apresuré a agarrarla, anticipando que su siguiente paso sería guiarme. Retrasarme para llegar al coche resultaría en —sin querer exagerar— mucho de mi sangre esparcida por las paredes, quizás una situación más aterradora que un ataque de las productoras de miel. Me digné a esperar las palabras de mi mejor amie, pero ella parecía... murmurar, reír, algo más.

Quizás se ríe de mí, y no estaría equivocada al hacerlo. 

¡Oh, Poka, discúlpame! No quiero sonar cruel, es solo que es cómico. Tú, con esa mancha en la frente, estás radiante, un hecho indiscutible. Pero no te atrevas a juzgarme como malintencionada tan rápidamente. ¡Por poco no logré sacar la abeja! Faltaba un tris, una fracción de segundo, pero te moviste. No sé, vamos, por qué acercaste la cara hacia adelante, como si buscaras algo. ¿Estabas buscando el aguijón? No te engañes, Poka: la medicina promulgada por las picaduras de abeja no siempre es precisa en todos los parámetros científicos. No es que te juzgue por usar medicina alternativa, solo te informo que, según mi experiencia como jardinera, dejar todo en manos del curso natural de las cosas no siempre resulta exitoso. Mira; según la mayoría de los programas de televisión, está en auge la idea de evitar responsabilidades relacionadas con fertilizantes y pesticidas artificiales: se prefiere el uso de limón, cáscara de huevo o, si lo crees, incluso injertos de ese tipo de materiales. Sin embargo, se observa que la formación de las estructuras vegetales es mucho más precisa cuando se utilizan las capacidades humanas para su desarrollo. Muchas plantas, a las que se les permitiría una vida plena y llena de flores, terminan con tallos quebrados o devoradas vivas, gracias a la ignorancia e hipocresía de algunos jardineros que rechazan el progreso humano y se condenan a sí mismos con métodos retrógrados y naturales. En mi caso, aunque soy partidaria del cultivo natural, ya que es lo ideal según los estándares académicos, también recurro a algunos subterfugios que escapan de estos dos mundos. Las abejas, por supuesto, son el mejor método naturalista, pues son polinizadoras excelentes y dominan completamente la creación de las plantas. Esa es la razón por la que hay tantas aquí, incluso algunas colmenas en los árboles cercanos. ¡Sin ellas estaría perdida, Poka! Pero, volviendo a los métodos humanos: sí, también los utilizo, pero no me atrevo a profanar las plantas con tanto conocimiento científico. Sería inútil perder tiempo estudiándolas y explicándolas, cuando todo es simple y tiene sentido para quienes son más hábiles. En fin, considérate besada por la naturaleza, Poka. Has sido bendecida por las abejas, porque eres una de las flores más especiales.

ℙ𝕠𝕜𝕒 (¡La Niña Ciega Inútil!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora