Capitulo 3.

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Marzo 16 de 1997

-Hija, Eileen... ¿Estás lista mi amor? El señor Mclister ya está abajo esperándote.

-Ya voy mamá. ¡En un momento!

-Ya no tardes más...

Eileen bajaba las escaleras cuando sonó el teléfono.

-El teléfono mamá, contestaré. Debe ser papá. —Saltó el último escalón para correr hasta el teléfono pero...

—No, Mmm, Mmm...y en lo absoluto señorita.—Eileen se frenó en seco y miró a su madre de manera afligida. — Usted debe ir a la escuela. Cuando regreses te prometo que te contaré la razón de tu padre.—Recalcó.

—¿Es una promesa mamá? —Preguntó ahora con un tono más flexible.

—Seguro que sí mi amor. Anda, ve y no hables con tu chófer jovencita.

-Lo intentaré mamá. -De esa manera Eileen salió y abordó el carro que la llevaría a la escuela. Diciendo con sus manitas su último hasta luego de la mañana. Y de pensar que aquella niña por cuánto la he protegido de muchas cosas. Aunque me siento cansada y aborrezco el hecho de estar en medio de una lastimosa sed de traición y deudas. Dudo mucho que Rafael llegue a solucionar sus problemas y aún así hacer que nuestra hija no se lleve la peor parte. De cualquier manera, ¿Cuál sería la peor parte? Que me la roben de mis brazos, que me la quiten legalmente y no poder hacer nada, y ese sería mi miedo, el peor de todos...

La vida de mi hija no debe ser un fracaso porque no me aceptaría a mi, que soy su madre, que se condene su destino.

Rafael es un hombre de retos, pero precisamente son esos retos que nos han llevado a la huida y a nuestra separación. Y no de acuerdo con él, me limito a no seguirle la corriente, le temo a que un día le haga a esta familia la más cruel desgracia que jamás haya conocido. Observé el teléfono y aún seguía timbrando. Sabía que era Rafael, y por un momento pensé que podía irme a cualquier lugar de esta ciudad y cuando regresara ya no sonaría más. Esperé dos segundos más y...

—Hola!

—La niña ya se fue?

—Acaba de irse. Podrás llamarla por la noche despues de la cena. Adiós Rafael.

—¡Espera, espera. No cuelgues!

—No tengo nada que hablar contigo. Y mucho menos para que me vengas a llenar de parásitos la cabeza, cuando justamente intento no recordar nada de lo que nos has hecho a tu hija y a mi.

—No hablaré de nada que no quieras hablar. Solo necesito que me escuches. ¡Es urgente Abigail!

—Ufff por Dios Rafael. ¡Si se trata otra vez de tus deudas con los bancos, no tengo ni un mango eh!

—No, no es eso. Escucha, y escucha muy bien lo que diré...

—Mmm de acuerdo. Espero que esta vez me des razón para no colgarte de una vez. —Miró el teléfono, y sacando su lengua y abriendo más sus ojos, era sin duda la Abigail más espontánea que no se haya visto en toda su vida. Luego, volvió a ponerse el teléfono.

—¡Te lo prometo! Necesito verte, ¿Puedo irte a visitar?— Y desde una cabina, Rafael miró la bocina y también sacó la lengua. Y este, no era el Rafael más espontáneo, era el Rafael que detestaba sentir impotencia por su esposa.

—No me cojas por los cuernos Rafael porque no ando ni de chiste ni con ganas.

—Ya, ya, ya, ya no me escatimes más... Estaré en una hora.

—Esta bien!. -El pitido irónico del teléfono resonó en los oídos de Abigail.

Una hora después...

Tocan el timbre.

-julieta! Julieta!

-Señora, la escucho.

-Julieta, de por Dios mujer abre la puerta. ¿Por qué tengo siempre que gritar para que salgas? ¡Haced tu trabajo! -expresó desde la cocina. -¡Para ello te pago!- agregó algo tediosa.

-Señora Abigail, es don Rafael.

-Deja que pase ese mequetrefe del demonio.

-Si señora. Que entre por favor, y espere en la sala.

-Gracias Julietica... ¿Como has cambiado no?

-Ay! no mi jefecito, solo hago mi trabajo usted lo sabe.

-No te preocupes, anda ve y haced lo que estáis haciendo. Yo espero a la doña espanto.

-Hasta luego don Rafael.

-Hasta luego.

La empleada doméstica subió las escaleras a seguir sus labores de aseo en las habitaciones. Abigail, se suma entonces a la sala en donde espera desesperado su ex-esposo.

—Ya estoy aquí. Anda, qué mosca te picó ahora.

—Lo siento, lamento que te haga pasar por estas cosas. Lo que vengo a decirte es de importancia para el futuro de los dos.

—Pues andá, suelta, ya me tienes angustiada Rafael.

—Abigail, se trata de los Ponce. Han ganado la tutela. Ahora serán dueños de todo nuestro patrimonio. Y, Abraham lo han asesinado esta mañana a las afueras de la ciudad. Al parecer, iba huyendo de los Ponce.

—Por Dios Rafael dime qué esto es un cuento más tuyo. Esto no es cierto Rafael no es cierto.

—No, no, no es cuento mío. No veo la razón para decirte esto si en verdad no fuera verdad. Esto no se trata de que me dejes volver a esta casa, se trata de que debemos huir lo antes posible. Los Ponce en cualquier momento llegarán a sacarnos o...

—O qué, Rafael... O qué?

—O a sacarnos de la vía.

—Dios mío! Esta es tu maldita culpa Rafael. Tu culpa, y como es tu culpa, es tu maldito problema. Andá, vete y no vuelvas por acá. Sacaré a mi hija de aquí sin tu ayuda.

—Por favor Abigail, no me des la espalda. Déjate ayudar una vez más. Te juro que no volveré a defraudar tu confianza, ni la de Eileen que son todo lo que tengo valioso en esta vida. Por favor, ¿te lo pido, sí?

—Mmm maldita seas Rafael. Dejaré que metas tus asquerosas manos en nuestras vidas otra vez, pero te juro que si a Eileen o a mí nos pasa algo que yo deba saber, nunca más Rafael, óyeme bien... Nunca más volverás a vernos en tu vida. Ahora, déjame sola. Busca quién carajos nos sacará del país.

—Ya tengo el contacto. Solo necesito algo de dinero. Plis?—frunció el ceño.

—Dinero, dinero, todo el tiempo pidiéndome dinero. Toma, ves al banco. Solo haré una llamada y ya está. -Rafael tomó el cheque y marchó.

Ángel De La Muerte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora