Dos años antes.
Abigail.
Fui asistente de presidencia en una compañía que comercializaba café al exterior. La empresa estaba a nombre de Gerardo Ponce, el hijo mayor de los Ponce. Durante tres o cuatro años, me sorprendió que, a pesar de contar con un gerente altamente capacitado para asumir la responsabilidad de su empresa, aún necesitara de mi apoyo. Logré incrementar las ventas en un 45 % durante mi primer año de trabajo, después un 55, luego avancé al 70% y por último en un 85% y se convirtió en el porcentaje más alto desde los inicios de la compañía. Soñaba con la esperanza de ascender algún día y repente ya estaba rompiendo las cifras de una manera significaba...
El presidente anterior no alcanzó ni el 35% de la meta estipulada mes a mes, a pesar de que se hacía efectivo un bono de hasta el 10% de la producción, y nunca obtuvo ese bono en diez años de trabajo. Así que ocupé ese puesto porque me interesaba demostrar lo que era capaz de hacer para que pudiera competir con la demanda de diferentes empresas dedicadas a comercializar el mismo producto. En ese momento, la persona más idónea y capacitada para asumir el cargo de gerente administrativa era yo, y justamente, debieron pasar alrededor de cuatro años aproximadamente para que un día cuando todo lo sientes estar vacío e inestable, me llamó a su oficina mi jefe.
Sin embargo; ese día en particular, no quería intervenir en los asuntos extraordinarios y extraoficiales de la empresa, situación a la que nunca me habría imaginado pensar al haber sabido de lo que se trataba aquel misterioso llamado.Don Gerardo, con su egocentrismo a tope, un hombre de largo bigote canoso, orejas pequeñas, moreno, alto y extremadamente exclusivo en su personalidad; siendo a la vez un ser grotesco y lúcido, con una presencia imponente y un carácter controlador... Vestía un traje elegante y brillante, complementado con zapatos negros de charol, una camisa impecable y pantalones a juego. Porsche y Prada son sus marcas favoritas, y traía puesta unas gafas Chopard que no dejan lugar a dudas sobre su maravilloso precio.
—Tome asiento por favor. —Me dijo. —Solo no intervenga aún, o a menos que yo le pregunte algo. ¿Entendido?—Viendo su computadora, me exigió silencio con cierta arrogancia.
—Entendido señor. —Me miró de reojo. Vi como medio se bajó las gafas y alzó sus cejas. Nótese la autoridad a tan muy cercana vista, pues su energía era una sensación de nervios y pena.
—¿Cuanto lleva con nosotros? —preguntó. Ahora sin las gafas y mirándome a los ojos... —Ah! Y antes que me responda cada una de estas preguntas solo se limitará a contestar concreta y decidida. Sin tapujos señorita Gasparini. ¡La escucho!
—Tres años y 11 meses señor.
—Cargo?
—Asistente de presidencia.
—Asistente de presidencia?—Preguntó desconcertado.
— Si señor. —Tragué saliva. —Su asistente. —Agregué. Y no entiendo por qué...
—Le dije sin tapujos. —Carraspeó abriéndome los ojos. —Entiende bien, que está al frente de una de las entrevistas más difícil que podrá usted enfrentar en su vida? ¿Es consciente de eso?
—Lo lamento señ...
—Sin disculpas señorita. ¿No ha entendido aún?
—Perdone señ...
—Maldita sea, ¿Y dice usted que es mi asistente? ¿Qué clase de asistente es, mi nuera acaso señorita? —Decidí no contestar.
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Ángel De La Muerte...
ActieNo hay Inocentes asesinos, sino culpables inocentes. Y ella, deberá elegir quien ser...