Omnisciente
La luna brillaba intensamente en el cielo, proyectando su luz plateada sobre los muros de la convento. La monja Alya se encontraba en su habitación, dando vueltas en la cama, con la mente inquieta. El silencio de la noche se había convertido en su enemigo. La paz que había conocido se había visto perturbada por pensamientos que no podía silenciar.Finalmente, decidió levantarse. Con un suave susurro de sus hábitos, salió de su habitación y caminó por los pasillos oscuros del convento, sintiendo la fría piedra bajo sus pies descalzos. Su destino era la capilla, un lugar que siempre le había proporcionado consuelo.
Al llegar, empujó la puerta de madera y entró en el sanctum. Las velas ardían tenuemente, creando sombras danzantes en las paredes. Se acercó al altar y se arrodilló, uniendo sus manos en oración. Pero en lugar de encontrar la calma, su corazón latía desbocado. La figura del padre Nicholas apareció en su mente: su risa, su mirada intensa, su manera de hablar que la hacía sentir viva.
Mientras rezaba, la puerta de la capilla se abrió suavemente y el padre Nicholas entró. Llevaba un hábito oscuro que acentuaba su figura. Sus ojos, al verla arrodillada, se iluminaron con una mezcla de sorpresa y alegría.
—Alya —dijo, acercándose—, ¿no puedes dormir?
Ella se levantó rápidamente, sintiendo cómo las mejillas se le encendían.
—No, padre. Solo necesitaba... buscar un momento de paz.
—A veces, el silencio puede ser abrumador —comentó él, tomando un asiento en uno de los bancos—. Pero, ¿qué es lo que te inquieta?
Alya dudó. La tensión en el aire era palpable, y una parte de ella anhelaba confesarle sus miedos, pero la otra temía cruzar esa línea entre el deber y lo prohibido.
—Simplemente... a veces siento que estoy en un lugar donde no pertenezco —finalmente admitió, con una voz apenas audible.
Nicholas la miró fijamente, inclinando la cabeza ligeramente.
—¿Y dónde te gustaría estar, Alya?
La pregunta la tomó por sorpresa. No era la respuesta que había esperado. Su mente divagó a un mundo donde las reglas no existían, donde pudiera ser más que una monja, donde pudiera ser simplemente Alya.
—No lo sé —respondió, sintiéndose vulnerable.
—A veces, el deseo puede ser confuso. Pero también es parte de nuestra naturaleza —dijo él, un brillo travieso en sus ojos—. Y hay algo hermoso en ello.
Alya se estremeció. Las palabras del padre Nicholas la envolvían como un cálido abrigo, pero también la hacían sentir expuesta.
—Padre, no debería hablar así. Somos... somos hermanos en la fe.
—Claro —respondió, acercándose un poco más—. Pero la fe no excluye la humanidad. Todos tenemos deseos, Alya. Algunos más... complicados que otros.
El coqueteo en su tono no pasó desapercibido. Alya tragó saliva, sintiéndose acorralada entre el deber y un deseo que había intentado reprimir.
—¿Qué está insinuando, padre? —preguntó, intentando mantener la compostura.
Nicholas se rió suavemente, un sonido que resonaba en el silencio de la capilla.
—Insinuar es un arte, mi querida Alya. Pero no quiero que te sientas incómoda. Simplemente creo que la vida está llena de posibilidades, incluso aquí, en este convento.
Alya sintió que su corazón latía con más fuerza. Había algo en la forma en que él la miraba, un entendimiento implícito que la hacía sentir tanto viva como asustada.
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F O R B I D D EN V O W S -Nicholas Chávez-
Fanfiction"Let's burn together" El padre Nicholas siempre había sido un hombre admirable y sobretodo disciplinado, sin embargo, la llegada de una joven monja le hará tener sus pensamientos más impuros "Forgive me god for all my sins"