Emma era la mejor amiga de infancia de Billy Loomis y Stu Macher, siempre fue el consuelo del corazón salvaje de Billy. En la enferma mente de Loomis, Emma solo era una muñeca de su propiedad.
En un parque de Woodsboro, los niños jugaban y corrian por el lugar, aunque un algunos padres estaban allí discutiendo o charlando entre ellos. El tema actual de los padres era la nueva pareja que se habia mudado hace poco al pueblo.
El matrimonio Jacksonwill, habian comprado una de las casas mas grandes del pueblo, pero habia un "problema" a los ojos del pueblo, era un matrimonio homosexual con una hija adoptiva.
James Jacksonwill era doctor, actualmente trabajaba en el hospital del pueblo, era uno de los mejores medicos de la zona y un tipo muy amable. Vincent Hall, el esposo del Dr.Jacksonwill era un pastelero, que hacia las cosas mas delisiosas del pueblo. Como olvidar a la pequeña Emma Jacksonwill, una niña muy bonita que era demasiado alegre.
—No te alejes mucho de nosotros—Dice Vincet mientras acomodaba la chaqueta de su hija.
—Si papá—James niega divertido ante la paranoia de su esposo.
—Ve y diviertete—El doctor empuja a su hija a la zona de juegos. La niña emocionada con una muñeca entre sus manos corrio a jugar con lo niños.
Vincent tenia una mueca de preocupación, su pequeña Emma siempre habia sido molestada por los otros niños por tener dos papás. El mejor que nadie sabia que los niños no eran los que largaban tanto veneno, era solo las palabras de adultos en bocas inocentes.
—¿Si le hacen algo?
—Tranquilo, todo estara bien—Abraza al rubio con cuidado.
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Mientras la niña jugaba un niño vino y le quito su muñeca, cuando quizo defenderse otro niño la tomo por los brazos. Su muñeca habia sido destruida por esos niños, mientras ella lloraba, los niños se burlaban de ella.
De la nada un niño castaño alto golpeó a los otros dos, haciendolos huir llorando por sus madres. El castaño se acerco a la niña y se puso de cuclillas al frente de ella, su mirada reflejaba curiosidad y algo mas...Como un capricho.
—Deja de llorar—Limpia sus lagrimas—Una muñeca no debe llorar—Sonrie y acomoda el cabello negro de ella.—Soy William, aunque puedes decirme Bill.
—S-soy Emma—Se presenta entre gipidos.
—Emma ¿Quiéres jugar conmigo?—Emma lo mira emocionada y empezó a asentir.
Un niño rubio llegó detras de Billy, miraba curioso a Emma, Billy al ver al niño rubio se acerco a el y le susurro algo.
—Se llama Emma. Jugara con nosotros—Susurró en su oído. El rubio no hizo preguntas solo se encogío de hombros—Emma el es Tsu, es mi amigo.
Los niños jugarón toda la tarde, los padres de Emma veían la situación muy conmocionados, su pequeña niña al fin tenia amigos.
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Esa noche llovia a cantaros, el frío se hundia en la piel y llegaba a los huesos. Un chico estaba arrodillado debajo de un arbol, ignorando por completo el frío y el agua que caía del cielo. Su mirada estaba perdida en el cielo.
—¡BIlly!—Levanto la mirada para ver a su amiga y querida Emma.
Ella estaba empapada, una chaqueta la cubria del frio y en su mano traia otra de color negro. Emma corrío a abrazar al muchacho, el solo hundio su rostro en el cuello de la pelinegra para llorar en silencio.
—Lo siento tanto—Susurró mientras acaricaba el cabello castaño del varón.—Ponte esta chaqueta, te enfermaras—Le coloca la chaque ta de manera cuidadosa en los hombros.
—Ella me abandono—Fue lo único que atino a decir Loomis.
—Lo que tu madre sufrio no se lo deseo a ninguna mujer, pero te abandono, no merece tu llanto—Lo consuela como puede.
—Todo esto es culpa de Maureen Prescott.
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