Jeremy.
—Entonces. —Annelise suspira—. ¿Qué tienes para decir?—Enarca una ceja.
Ella es distinta. Muy distinta a la Annelise que yo había dejado en Nueva York antes de venir a Brixton para estudiar la universidad.
La que antes era sonrisas y extrovertida, ahora era cerrada y fría; era un poco tímida y valiente al mismo tiempo; ahora era valiente, pero también cerrada por completo al exterior; antes... sus ojos brillaban con cariño cuando me veía.
Ahora no veía nada.
Mientras mis ojos recorren su angelical rostro, no puedo encontrar ni una sola pizca de aquella chica que fue mi mejor amiga.
Ese título me lo puso sola. Era tan radiante y abierta que un día simplemente dijo "eres mi mejor amigo, así que yo soy tu mejor amiga también y dios te libre de que alguna otra chica diga que eres su mejor amigo, Jeremy, porque te raparé mientras duermes".
Esa chica ya no existe.
Ahora veo a una mujer. Una que, por los golpes de la vida, se volvió cerrada y fríamente cordial. Nada de abrazos, sonrisas o bromas. Nada de invitaciones a ver películas o a acompañarla de compras.
Cuando llegó, solo tuve su indiferencia. Y la merezco.
—No tengo una justificación para lo que hice, si eso es lo que deseas. —Me enderezo, sentándome en la cama para apoyar mi espalda en el cabecero de la cama—. Tú eras... tú. Demasiado sentimental, demasiado creyente en en el romance y esas mierdas.
Ella ríe secamente.
—Y tú siempre odiaste las relaciones y todo lo que significan. —Respira profundo, negando mientras juega con uno de los tantos anillos que adornan sus dedos—. Entonces, ¿mi pecado es creer en el amor? ¿Mi error fue ese?—cuestiona y yo frunzo el ceño.
—¿Tu pecado?—pregunto.
—La razón por la que te fuiste. Lo que hice mal fue decirte en algún maldito momento que deseaba una pareja que me amara como mi padre a mi madre. —Rueda los ojos—. No me arrepiento.
—No esperaba que lo hicieras. —Suspiro—. Durante el primer año fue todo por mi negativa a acercarme a ti creyendo que con el tiempo querrías otra cosa de mi. Luego... cuando volví a Nueva York tú ya evitabas cualquier cosa que me involucrara.
No la culpo. Hizo lo mismo que yo hice al principio; con la diferencia de que ella tenía una razón justa para no querer verme y yo solo fui un imbécil sin una pizca de consideración por mi única amiga.
—Si. Y sigo sin querer tener ninguna relación más allá de los negocios contigo. —Se encoge de hombros.
—¿Y por qué estás aquí?—cuestiono y ella frunce el ceño.
—Para mi último año de universidad, quería ver Brixton antes de comenzar a meterme en el mundo de la Bratva. Bueno, comenzar a meterme de lleno. —Rueda los ojos.
Oh. Mierda. Bueno.
Cuando la vi aquí la primera vez, en realidad creí que mi visita a Nueva York había hecho que ella decidiera arreglar las cosas entre nosotros.
—Oh, dios, creíste que estaba aquí por ti. —La burla que llena su rostro es un maldito golpe en mi ego, sin duda.
La única mujer que siempre ha podido pincharme el ego es ella. Ella y sus comentarios burlescos que siempre me descartaban como opción, cuando aprendía a disparar y ella se burlaba de mis fallos.
Ella. Siempre.
»¿Sabes qué?—Ella niega—. Sea cual sea la razón por la que me dejaste así, mensaje recibido. De todas formas, gracias por enseñarme que las amistades deben quedarse en eso. —Se encamina a la puerta con esa forma de caminar suya digna de una modelo de la semana de la moda—. Adiós, Jeremy.