Una mano aprieta el mástil de un violonchelo de aspecto impecable.
-Lo estás haciendo bien.
Cecile está sentada frente al violonchelo. Junto a ella está sentado Ronald Clifford, un quinceañero afroamericano de buenas maneras. Sostiene su propio violonchelo, está dándole clases de música.
-Ahora probemos la escala de A menor.
Cecile toca la escala de A menor increiblemente mal.
Sonya, que pasaba por el pasillo, asoma un ojo por el hueco de la puerta y guarda silencio.
-Una vez más Cecile, y recuerda que la tercera nota es bemol.
Ella vuelve a intentarlo y vuelve a fallar estrepitosamente.
-¡Dios, lo hago tan jodidamente mal!
-Relájate -dice Ronald- Respira profundamente -Cecile le hace caso- Te concentras demasiado en el movimiento del arco. Deja que fluya. -Se levanta y se sienta tras ella- Déjame ayudarte. -coloca sus manos sobre las de ella- Ahora cierra los ojos y prueba de nuevo.
Cecile cierra sus ojos y juntos repiten la escala. Suena mucho mejor. Ronald se toma unos segundos para contemplar su rostro. Es obvio que está pillado por ella. Una idea malévola cruza la mente de Sonya.
Ronald toma el violonchelo con ambas manos y toca una hermosa sonata de Bach, compartiendo el arco con Cecile. Él cierra los ojos mientras la música le embarga. Ella abre los ojos y observa su rostro. El sentimiento es mutuo.
Sonya entra en la habitación sigilosamente y golpea una mesa con fuerza, haciendo que un figura de metal caiga al suelo estrepitosamente.
-Lo siento. No pretendía interrumpir. La canción era hermosa. -dice sonriendo.
Ronald se aleja de Cecile tan rápido como puede.
-Sonya, este es Ronald Clifford. Me da clases de música durante el verano.
Ronald se levanta y le estrecha la mano.
-Encantado de conocerte.
-Eso seguro. -dice Sonya.
-Ronald es uno de los poco estudiantes de instituto que ya acude a Juliard. Está componiendo su primera opera.
-Está basada en la vida del Doctor Martin Luther King. -Ronald sonríe con modestia.
-El Doctor King es mi favorito. -dice Cecile mirándole a los ojos encandilada.
Ronald sacude la cabeza, pero se ríe. Cecile le mira y sonríe, Sonya pone los ojos en blanco.
-Supongo que nuestra hora se ha acabado. ¿Mañana a la misma hora? -pregunta Ronald como despedida.
Cecile no puede hacer otra cosa que asentir mientras le observa marcharse.