capítulo cinco

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La noche anterior, alguien había dejado flores de amapola en los escritorios de las aulas, llenando el aire con su aroma dulce y embriagador. Nadie sabía quién había sido, pero el efecto del perfume prometía un día curioso. Claude y Jamie, aún molestos por su discusión reciente, habían acordado pasar la tarde juntos jugando a la pelota en el parque. Aunque Claude tenía sus reservas, la idea de recuperar su amistad le daba fuerzas para aceptar.

Sin embargo, a medida que avanzaba el día, un ambiente inquietante se apoderó de las aulas. Cuando comenzaron las clases, el aroma de las amapolas comenzó a afectar a los maestros de maneras inesperadas. Al principio, mostraban distracción, pero pronto, la frustración y la irritación comenzaron a brotar, creando un ambiente electrificado.

La señora Green, maestra de matemáticas, fue la primera en estallar. —¡Silencio! ¡No puedo pensar con este olor! —gritó, lanzando un libro sobre el escritorio. El eco del impacto resonó en la habitación, y los estudiantes se encogieron, sintiendo el peso de su ira.

En el aula de historia, el profesor Thompson también se dejó llevar. —¡¿Por qué nadie está prestando atención?! ¡Esto es un desastre! —exclamó, su voz reverberando en las paredes. Los alumnos, nerviosos, intentaron concentrarse, pero el aire denso parecía absorber su energía, dejando solo confusión y ansiedad.

La tarde transcurrió con un Ambiente pesado, lleno de Estrés.

Mientras tanto, Claude y Jamie permanecían al margen de la tormenta. Se sentaban juntos, intercambiando sonrisas y bromas sobre el juego que planeaban, disfrutando de su conexión sin prestar atención al caos a su alrededor. El mundo exterior parecía desvanecerse mientras ellos se enfocaban el uno en el otro, sumidos en sus propios sentimientos y conflictos.

Sin embargo, a medida que los gritos aumentaban y los nervios se desbordaban, la incomodidad comenzaba a filtrarse en su burbuja. Claude miró a su alrededor, notando las expresiones ansiosas de sus compañeros.

—¿No crees que está un poco... raro hoy? —preguntó, frunciendo el ceño.

Jamie asintió, pero mantuvo su sonrisa. —Sí, pero no dejemos que eso arruine nuestro día. Vamos a jugar en el parque, eso es lo que importa.

A pesar de sus palabras, el ambiente en el aula se tornaba cada vez más hostil. Los maestros seguían alzando la voz por la más mínima distracción, y los estudiantes, sintiéndose atrapados, comenzaron a mostrar signos de estrés. La tensión era palpable, como un resorte a punto de romperse.

Aun faltaba pocos minutos para que acabarán las clases aún que ambos ya querían irse lo más rápido posible.

Claude, al percibir el aumento de la tensión, sintió que la alegría del día se desvanecía. —Quizás deberíamos salir un poco antes de que esto se ponga peor —sugirió, inquieto.

—Buena idea —respondió Jamie, sin dejar de sonreír—Solo nosotros dos, en el parque. No dejemos que nada nos detenga.

Decididos, se levantaron, listos para escapar del caos. Claude sintió una mezcla de alivio y emoción al salir del aula, dejando atrás la atmósfera tóxica que los rodeaba.

Mientras se alejaban, la promesa de una tarde de diversión se hacía más real. Era un paso hacia la normalidad en medio de la tormenta que los rodeaba. Aunque el aire estaba impregnado de ira y estrés, él y Jamie estaban decididos a encontrar un respiro en el parque, lejos de las amapolas que habían causado tanto estruendo.

La aventura que les esperaba brillaba con una luz propia, un recordatorio de que, a pesar del caos que les rodeaba, su amistad podía resistir cualquier tormenta.

Después de salir del aula, Claude y Jamie caminaron hacia casa, dejando atrás el caos de las aulas. La brisa fresca les despejaba la mente mientras el aroma de las amapolas se desvanecía poco a poco. Al llegar a casa, dejaron sus mochilas y buscaron una pelota de fútbol.

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⏰ Última actualización: Nov 02 ⏰

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EL origen de la ira: En el Jardín de Amapolas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora