Valeria se inclinó acercándose a mi pene, se acomodó para que nuestras miradas se cruzaran y después de besarlo y lamerlo en la punta, lo metió en su boca repetidamente. En sus ojos se notaba cómo aumentaba su excitación a medida que lo chupaba. Con sus manos lo acariciaba y acariciaba mis testículos también. Cuando me tuvo en el límite, lo dejó de chupar, se limpió los labios mientras me miraba fijamente a los ojos. Nuestras miradas hablaban del infinito deseo que nos poseía. Se limpió ahora la boca recorriendo sus labios con su lengua y se mordió el labio inferior. Sin decir palabra se inclinó nuevamente y acercó sus deliciosas tetas a mi pene y empezó a frotarlo entre ellas, su lengua ocasionalmente jugaba con la punta de mi pene. Me llevó de nuevo al límite y suspendió. Se arrodilló encima mío, ubicando una pierna a cada lado de mi y acercó su vagina a mi pene. Se sentó sobre mí lentamente haciendo que mi pene entrar en su vagina y en esa posición de vaquera, se movió sensualmente, primero despacio y luego más rápido, su cadera mostraba maestría para estos movimientos, ella tomó mis manos y las puso sobre sus tetas para que se las acariciara mientras llegábamos al éxtasis. Con sus manos se acarició el cabello desordenadamente a medida que sus gemidos aumentaban en volumen y en cadencia. Explotó sobre mí en dos orgasmos simultáneos que duraron muchos segundos y finalizando el segundo no me pude contener y me vine también, sus gemidos fueron más agudos cuando sintió mi semen caliente dentro de sí. Dormimos plácidamente desnudos y abrazados.
A la mañana siguiente, desperté antes que Valeria y me pareció buena idea llevarle el desayuno a la cama. Estando en la cocina ni sentí cuando ella llegó.
- Buenos días, guapo. ¿Con qué me querías sorprender de desayuno.
- Oye, no te sentí llegar, me asustaste.
Me giré para saludarla y la vi casi desnuda. Llevaba solamente una camisa blanca mía que tomó del closet, sin abotonar. Lucía sensual y deseable. Mi cocina forma un único espacio con el área de sala y comedor, separada por un mesón que en ocasiones sirve como comedor y en otras solo como mesa para pasar los alimentos al comedor. Valeria se recostó en ese mesón de frente a mí.
- Y no me vas a saludar, guapo.
- Buenos días. - La miré de arriba a abajo como detallando su desnudez. - Te luce mucho esa camisa.
- Ay sí, perdona el atrevimiento. - Bajó la mirada como queriendo simular que sentía vergüenza. - ¿Pero cierto que se me linda?
- Muy linda. - Respondí acercándome y tomándola de la barbilla para que me mirara a los ojos.
En un movimiento ágil e imprevisto se subió al mesón, me tomó de la camisa y me acercó a ella. Abrió sus piernas para que quedáramos más cerca. Yo la tomé de la cintura y sin decir nada más, solo mirándonos a los ojos, nos besamos. Fue un beso sensual pero lento, ella acariciando mi cabeza y yo su espalda.
- ¿Alguna vez lo hás hecho en este mesón?
- Jajaja. ¿Qué dices...?
Mirándome fijamente a los ojos se acostó boca arriba en el mesón, tomó mi mano y la guio hasta su entrepierna desnuda, sentí el calor de su conchita y cómo se empezó a poner húmeda a medida que la frotaba. Nos besamos, apasionadamente nos besamos y luego ella abrió la camisa y me ofreció su desnudez. Besé su pecho, sus senos, su vientre, mientras me desnudaba.
- No, hasta ahora no lo he hecho en este mesón, ¿por qué lo preguntas? - Continué la conversación a medida que me subía al mesón y me ubicaba entre las piernas de Valeria.
- Porque por ahí dicen que siempre hay una primera vez para todo....
Su frase terminó con un gemido cerrando los ojos y arqueando su cuerpo como reacción al roce de mi pene en su conchita. La sentí tan mojada y lista que la penetré con fuerza y ella lo disfrutó tanto que gimió de nuevo pero se tapó la boca con la mano, instintivamente, porque sintió que había gritado muy fuerte. Me acomodé sobre ella en posición de misionero. Ella acariciaba mi espalda y mi cabeza y yo sentía sus gemidos justo en mi oído. Besaba su cuello sin dejar de mover mi pelvis rítmicamente empujándole una y otra vez mi pene dentro. Sentía sus deliciosos senos presionando mi pecho, sus piernas ocasionalmente me rodeaban la cadera y así lograba que la penetrara mejor. Valeria levantó sus piernas y las dobló, me invitó a acomodar mi pecho en sus piernas y desde esa posición penetrarla nuevamente. Su gemido me confirmó que así la penetración era aún más placentera. En esa posición el orgasmo de los dos fue más intenso.
- Jamás me imaginé que quisieras que yo fuera tu desayuno, guapo.
- Jajajaja, ¿Ah sí? Mejor no hablemos de quién se desayunó a quien y ven que esto ya está casi listo.
Desayunamos desnudos y después volvimos a la habitación y dormimos buena parte de la mañana.
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VALERIA
RomanceNuestra historia empezó en una de las semanas más locas de mi vida y evolucionó en esta historia.