La liebre del río (Fábula)

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-Ojalá algún día me muera.- Susurró la niña mientras sus manos tocaban el agua de aquel río.
Llevaba horas llorando porque el conejo que había cuidado con tanto amor durante meses, se había escapado. Y aunque su reflejo se alcanzaba a ver un poco en el agua, sus ojos tristes no se distinguían en el reflejo gracias a la turbulencia que causaban sus pequeñas manitas.

-Ojalá algún día me muera.- Repitió con más fuerza cerrando sus ojitos y una liebre le escuchó a lo lejos, dicha se acercó y se horrorizó al ver que esas palabras venían de una niña tan pequeña y bonita, por lo que le habló sentándose a su lado.


-¿Por qué una chiquilla como tú diría semejantes palabras?- Le preguntó la liebre. La niña le miró y le contó con más llanto que su amado conejo había escapado a pesar de todo el amor que esta le dio.- ¿Por qué has de morir por un conejo ingrato? ¿No ves que aún eres muy pequeña y aún te faltan cosas por vivir?- Respondió la liebre intentando consolarle, aunque de verdad pensaba eso.

-Soy muy pequeña, pero nadie me va a negar que la vida está llena de traiciones y abandono. Así como papá traicionó a mamá y veo cómo  ella llora todas las noches... Yo no quiero llorar todas las noches como mamá lo hace.- Ante tales palabras, la liebre se quedó muda y miró al río, intentando buscar una respuesta que calmara el dolor que esa joven alma sentía.

-Bueno... Pero si la gente no llorara, los animalitos silvestres como yo no podríamos tomar agua de este río.- Dijo ingeniosamente la liebre.

-¿Cómo? ¿A qué te refieres?.- Cuestionó la niña pausando su llanto, como si esas palabras hubieran desactivado el botón de "llanto" y activado el de "curiosidad".

-Así es, cuando un humano llora, alimenta los ríos y arroyos... ¡Incluso los mares! Aunque es porque de primera se permitieron sentir. Sin las lágrimas de la gente de buen corazón, la vida como la conocemos no existiría.- Exclamó la liebre mientras sacudía su pelito café como si la sola idea de que no hubiera vida le atemorizará. La niña, por su parte, acarició a la liebre y le dedicó una amplia sonrisa al animalito.-Oh, también cuando los humanos sonríen, como tú lo acabas de hacer ahora, nacen flores por todos lados, así que procura sonreír mucho, también.- La niña al escuchar eso, asintió y se levantó limpiándose su vestidito rojo. Era hora de volver a casa, su madre le esperaba para la comida, sin embargo, le prometió a la liebre que volvería al día siguiente.
Y así lo hizo, se volvió una bella rutina ir a visitar a la liebre hasta que dicha enfermó y por más que la infante intentó cuidarle en sus últimos días de vida, la liebre finalmente falleció.
La niña lloró y lloró, pues su mejor amigo había partido de su lado.
Ella le hizo un pequeño hoyo que llenó con flores y ahí mismo le dio un entierro digno y susurró.
"Ojalá viva mucho, para que este rio  en el que te conocí, siga fluyendo".

-Frieden


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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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