Subidon de Adrenalina

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—Abuelo Max... ¿Cuánto falta? —preguntó Gwen con voz arrastrada, casi moribunda por el aburrimiento. Tenía el rostro apoyado sobre la mesa del camper, la expresión de alguien que ya había perdido toda esperanza.

Max, quien manejaba el vehículo con calma, esbozó una ligera sonrisa al notar el tono desganado de su nieta.

—Ya casi llegamos. ¿Dónde quedó todo ese entusiasmo que tenían antes, chicos? —dijo, con un dejo de burla en su voz, mientras mantenía la mirada en el camino oscuro.

—Llevamos dos horas manejando, abuelo. Son casi las tres de la mañana... —se quejó Gwen, interrumpida por un largo bostezo—. Además, tenemos clases mañana. No pensé que cuando dijiste "comenzar", sería literalmente en mitad de la noche.

Con un suspiro resignado, Gwen volvió la vista hacia su primo, buscando ver si él tenía algo que añadir. Sin embargo, lo que encontró fue a Ben completamente dormido, sentado de forma incómoda en su silla, babeando y con los brazos cruzados como si se hubiera rendido ante el agotamiento. La joven lo observó por unos segundos, sorprendida por lo despreocupado que se mostraba, considerando la información que habían recibido hacía apenas un par de horas.

—Abuelo, tengo algunas preguntas sobre los extraterrestres de los que hablaste antes —murmuró Gwen, frotándose los ojos en un intento por despejar el sueño que la embargaba.

Max, observando a su nieta a través del retrovisor, sonrió levemente, aunque de una forma casi imperceptible.

—Claro, siempre es bueno tener una charla en familia. Ven, siéntate en el asiento del copiloto. Y no te olvides del cinturón.

Con una ligera queja en su cuerpo cansado, Gwen se levantó del comedor y se dirigió al asiento delantero. Se sentó, ajustó el cinturón y miró a su abuelo, notando el extraño buen humor que parecía rodearlo.

—Hmm... ¿Cómo es que la gente no sabe que hay extraterrestres en la Tierra? ¿No debería ser algo público ya?

Max no respondió de inmediato. Se tomó su tiempo, como si estuviera ordenando las palabras antes de hablar.

—En términos generales, tienes razón. Algo de esa magnitud ya debería haberse filtrado a la sociedad, pero no ha pasado gracias a los Plomeros. Aunque, claro, las principales naciones del mundo ya están al tanto. Pero, en términos de acuerdos y normas, son los Plomeros quienes rigen las interacciones entre especies. Piénsalo de esta manera: ¿por qué la sociedad no tiene conocimiento sobre los hechiceros y las maldiciones?

Gwen frunció el ceño, reflexionando en silencio sobre la pregunta de su abuelo.

—¿Es... porque no todos pueden ver la energía maldita? —aventuró, aunque su tono no sonaba del todo convencido.

Max negó suavemente con la cabeza, corrigiendo la suposición de su nieta.

—No, es porque el sentido común colectivo ayuda a creer que no existen. La gente común no cree en fantasmas porque usan la lógica de: "si nunca he visto uno, es porque no existen". Aun así, algunos mienten diciendo que los han visto, solo por la atención que podrían recibir. Pero, eventualmente, esa mentira cae, porque no tienen cómo probarlo. Y la sociedad, al ver que una persona no puede defender su idea, la descarta como una locura o un engaño.

—Y entonces se refuerza la idea de que no existen los fantasmas... —concluyó Gwen, comenzando a captar el punto de su abuelo.

—Exacto. Y lo mismo ocurre con los extraterrestres a ojos del público. Es un tema morboso que la gente quiere entender, pero con tantas versiones diferentes, es imposible comprobar una sola verdad. Por supuesto, no le quitemos crédito a los Plomeros. Ellos manejan el primer contacto con los aliens y, lo que la gente podría haber escuchado, ellos ya lo habrán encubierto hace tiempo. Solo permiten que se filtren pequeños rumores, lo suficiente para mantener el patrón que te mencioné antes, Gwendolyn.

Nah, It's Hero Time   | JujutsuKaisen×Ben10 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora