Cap10-Celos hasta el límite

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Era una tarde como cualquier otra en la oficina. Fiddelford estaba ocupado revisando unos informes cuando la puerta de la oficina se abrió de golpe. Miró hacia arriba y se encontró con Mike, un nuevo socio comercial que acababa de unirse a la empresa. Era joven, seguro de sí mismo, y siempre traía una sonrisa amigable en el rostro. Desde que había llegado, Mike se había mostrado muy interesado en trabajar junto a Fiddelford, lo cual no habría sido un problema si no fuera por una cosa: el interés de Mike parecía ir más allá de lo profesional.

Stanley, quien estaba al otro lado de la habitación, sintió de inmediato una incomodidad que lo atravesó al ver a Mike dirigirse hacia Fiddelford con una familiaridad que no le gustaba nada. Al principio, Stanley intentó ignorar la sensación creciente en su pecho, pero a medida que Mike se acercaba más, inclinándose sobre el escritorio de Fiddelford y riendo por algo que él había dicho, Stanley comenzó a sentir un ardor que no podía controlar.

Fiddelford, siempre amable y profesional, le devolvía las sonrisas a Mike, aunque sin ningún interés más allá de la cordialidad. Pero eso no fue suficiente para calmar la tormenta que se desataba dentro de Stanley.

"¿Por qué está tan cerca de él?", pensó Stanley, apretando la mandíbula. "¿Y por qué está riéndose de todo lo que dice?"

—¡Fidds! —llamó Stanley con una voz más fuerte de lo habitual, interrumpiendo la conversación.

Fiddelford levantó la vista sorprendido, mientras que Mike también lo miraba con una ceja levantada, claramente extrañado por el tono de Stanley.

—¿Sí? —respondió Fiddelford, sin entender el porqué del tono de su jefe.

—Necesito que me ayudes con algo, ahora mismo —dijo Stanley, caminando hacia el escritorio de Fiddelford sin siquiera mirar a Mike. La tensión en su voz era evidente.

Fiddelford frunció el ceño ligeramente, pero asintió.

—Claro, déjame terminar esto y...

—No, ahora —insistió Stanley, esta vez sin dejar espacio a discusión.

Mike soltó una pequeña risa, cruzándose de brazos con una sonrisa descarada.

—Vaya, parece que alguien está un poco ansioso por tener tu atención —dijo en tono de broma, pero el comentario fue como gasolina en el fuego que ardía dentro de Stanley.

Stanley se giró hacia Mike, clavando su mirada en él, sus ojos oscuros reflejando una furia contenida.

—Mike, ¿tienes algo más que hacer aquí? Porque parece que estás perdiendo el tiempo en algo que no es tu trabajo —dijo Stanley en un tono frío, pero claramente cargado de rabia.

Mike levantó las manos en un gesto de paz, sonriendo como si no le afectara.

—Tranquilo, solo estaba charlando con Fiddelford. No sabía que tenías la agenda tan apretada para él —dijo con un guiño que hizo que Stanley apretara los puños.

—Fiddelford tiene cosas más importantes que hacer que perder el tiempo contigo —respondió Stanley, dando un paso hacia Mike, haciendo que el otro retrocediera un poco—. Así que te sugiero que te ocupes de lo tuyo.

El ambiente en la oficina se había vuelto denso, y Fiddelford, notando la tensión, intervino rápidamente.

—Stanley, no es para tanto. Mike solo me estaba explicando un informe —dijo, intentando calmar la situación.

Pero Stanley no estaba dispuesto a escuchar razones. Había algo en la manera en que Mike se dirigía a Fiddelford que lo volvía loco de celos, y ver cómo Fiddelford intentaba suavizar la situación solo lo hacía sentir más inseguro.

—¿Ah, sí? —dijo Stanley, mirando a Fiddelford con una mezcla de enojo y vulnerabilidad—. ¿Y también necesitaba inclinarse sobre tu escritorio y reírse de todo lo que dices? ¿Es parte del trabajo?

Fiddelford lo miró, sorprendido por la intensidad de su tono. Stanley siempre había sido protector, pero esto era algo nuevo.

—Stanley... estás exagerando —murmuró Fiddelford, intentando hacer que Stanley se calmara.

Pero Stanley, lejos de tranquilizarse, dio un paso más hacia Mike, quien ya había perdido su sonrisa despreocupada.

—Escucha, Mike —dijo Stanley, con un tono que no admitía réplica—, no sé qué es lo que crees que estás haciendo, pero más te vale recordar que Fiddelford no está disponible para cualquiera que se le cruce por el camino.

Mike, notando el peligro en la mirada de Stanley, decidió no arriesgar más.

—Entendido —dijo con una sonrisa incómoda—. Solo era una charla, no te preocupes.

Con eso, Mike recogió sus cosas y salió de la oficina, dejando un silencio incómodo entre Stanley y Fiddelford.

Cuando Mike se fue, Fiddelford se levantó de su escritorio y se acercó a Stanley, mirándolo con una mezcla de preocupación y ternura.

—Stanley, ¿qué fue todo eso? —preguntó suavemente—. No tenías que actuar así.

Stanley respiró hondo, tratando de calmarse, pero el resentimiento seguía ardiendo dentro de él.

—No me gustó cómo te miraba, Fidds. Ese tipo... no tenía buenas intenciones —admitió, todavía con los puños apretados—. No podía soportar la idea de que alguien más...

—¿De que alguien más qué? —preguntó Fiddelford, mirándolo a los ojos.

Stanley, finalmente dejándose llevar por la sinceridad de sus emociones, se acercó a él, bajando la voz.

—De que alguien más pueda siquiera pensar que tiene una oportunidad contigo. Eres mío, Fidds. Y no voy a dejar que nadie más se acerque de esa forma —dijo con una intensidad que dejó a Fiddelford sin palabras por un momento.

Fiddelford, viendo la vulnerabilidad detrás de la furia de Stanley, sonrió suavemente y puso una mano en su brazo, en un gesto tranquilizador.

—Stanley, no tienes de qué preocuparte —dijo, acercándose más a él—. No me interesa Mike ni nadie más. Ya lo sabes.

Stanley lo miró con una mezcla de deseo y alivio, relajándose ligeramente al sentir el toque de Fiddelford. Pero aún así, su necesidad de dejar claro su territorio lo dominaba.

—Lo sé, pero no puedo evitarlo. Eres todo para mí, y ver a alguien más siquiera intentar acercarse... me vuelve loco —admitió Stanley, su voz apenas un susurro mientras su mirada se clavaba en los ojos de Fiddelford.

Fiddelford sonrió, divertido pero enternecido por la intensidad de Stanley.

—Bueno, entonces solo tendrás que acostumbrarte a la idea de que soy tuyo... y solo tuyo —respondió, acariciando suavemente el brazo de Stanley.

Stanley, incapaz de contenerse más, tomó a Fiddelford por la cintura y lo atrajo hacia él, inclinándose para besarle con un fervor que dejó claro lo posesivo y apasionado que se sentía en ese momento.

Fiddelford respondió al beso con la misma intensidad, sabiendo que, aunque los celos de Stanley podían ser abrumadores a veces, todo se debía a cuánto le importaba. Y aunque no lo admitiría en voz alta, le gustaba esa pasión desbordada que Stanley tenía solo por él.

Entre Susurros y Besos-fiddlestanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora