El gimnasio de la escuela estaba lleno de padres y familiares, decorado con serpentinas y globos de colores. La música suave llenaba el aire, y las luces brillantes iluminaban el escenario donde, en poco tiempo, Tate y su clase de segundo grado iban a realizar su gran baile. Fiddelford estaba sentado en la tercera fila, mirando nerviosamente su reloj mientras echaba vistazos hacia la puerta principal.
Stanley había prometido que estaría allí.
Fiddelford sabía que este tipo de eventos no eran precisamente el ambiente favorito de Stanley, pero aún así, él se había ofrecido a acompañarlo para ver a Tate. Solo pensar en eso hacía que el corazón de Fiddelford se sintiera cálido. Stanley no solo estaba tratando de acercarse a Tate, sino que también estaba demostrando que le importaban las cosas importantes para ambos.
Cuando la puerta del gimnasio finalmente se abrió, Fiddelford sintió un alivio inmediato al ver la figura alta y confiada de Stanley entrando. Stanley lo vio rápidamente, y caminó con una sonrisa ligera hacia donde estaba sentado. Parecía fuera de lugar, como si su traje elegante fuera un contraste curioso con la decoración festiva, pero había algo en su actitud relajada que encajaba perfectamente.
—Lo siento por la tardanza —dijo Stanley, tomando asiento a su lado—. El tráfico estaba horrible.
—Llegaste justo a tiempo —respondió Fiddelford, sonriendo de manera tranquila. Sabía que el simple hecho de que Stanley estuviera allí significaba más de lo que cualquiera de los dos podría decir en palabras.
Stanley miró alrededor del gimnasio, observando a los padres entusiasmados y a los niños que corrían por los pasillos, ansiosos por el espectáculo.
—Esto me recuerda a cuando era niño —murmuró Stanley con una sonrisa—. Siempre odié este tipo de eventos... hasta que me tocaba salir en escena. Entonces cambiaba todo.
Fiddelford rió suavemente, su mirada enfocada en el escenario mientras los niños comenzaban a organizarse.
—Para Tate, esto es lo más grande del año —dijo, con un toque de orgullo en su voz—. Ha estado ensayando su parte durante semanas.
La música cambió de tono, y un murmullo recorrió el gimnasio cuando la maestra subió al escenario para anunciar el comienzo del baile. Stanley y Fiddelford se inclinaron hacia adelante, expectantes. Los niños comenzaron a entrar al escenario en fila, cada uno vestido con trajes coloridos. Cuando Tate apareció, con su sonrisa radiante y un disfraz que hacía juego con sus compañeros, Fiddelford sintió una oleada de emoción. No pudo evitar sonreír como si fuera el momento más importante del mundo.
—Ahí está, mira —susurró Fiddelford, señalando a Tate con orgullo.
Stanley asintió, observando atentamente al niño que había llegado a conocer en las últimas semanas. Había algo en la inocencia y la energía de Tate que lo desarmaba completamente. Verlo allí, tan feliz y lleno de vida, hizo que Stanley sintiera algo muy profundo, una conexión con él que apenas comenzaba a comprender.
El baile comenzó, y todos los niños siguieron la coreografía con entusiasmo, algunos de manera más torpe que otros, pero todos disfrutando el momento. Tate, con su cabello rubio despeinado y su energía inagotable, destacaba en el grupo. Sus movimientos eran exagerados, pero llenos de alegría, como si no tuviera miedo de ser el centro de atención.
Fiddelford miraba a su hijo con una mezcla de orgullo y emoción, sus ojos brillando con lágrimas que intentaba contener. Stanley, notando la emoción de Fiddelford, sonrió suavemente y deslizó su mano por el respaldo de la silla de Fiddelford, en un gesto de apoyo silencioso.
Cuando la música terminó y los niños hicieron su reverencia final, todo el gimnasio estalló en aplausos. Fiddelford aplaudía con entusiasmo, mientras que Stanley, menos expresivo pero igualmente impresionado, también ofreció su aprobación con una sonrisa.
—Fue increíble —dijo Stanley en voz baja, mientras Tate bajaba del escenario corriendo hacia ellos—. Lo hiciste muy bien, Fidds. Tienes un gran chico.
Fiddelford, con el corazón lleno de alegría, asintió, sin poder contener más las lágrimas de emoción.
Tate llegó corriendo y se lanzó sobre Fiddelford con un abrazo enorme, riendo y hablando sin parar.
—¿Viste, papá? ¡Hice todos los pasos bien! —exclamó con orgullo.
—Lo hiciste perfecto, Tate. Estoy muy orgulloso de ti —respondió Fiddelford, abrazándolo con fuerza.
Tate se volvió hacia Stanley, mirándolo con una sonrisa aún más grande.
—¿Tú también lo viste, Stanley?
Stanley asintió, inclinándose un poco para estar más cerca de él.
—Lo vi, Tate. Fuiste increíble allá arriba. No creo que yo pudiera haberlo hecho mejor —dijo con una sonrisa.
Tate rió, obviamente encantado con el elogio, y luego tomó la mano de Stanley con naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo.
—¡Vengan, vengan! ¡Quiero que vean la mesa de dulces que hicieron! —exclamó, tirando de ambos para que lo siguieran.
Fiddelford y Stanley intercambiaron una mirada de asombro. En ese momento, se dieron cuenta de que algo hermoso y profundo estaba sucediendo entre los tres. No era solo el hecho de que Stanley estuviera conociendo a Tate, sino que ya estaba formando parte de sus recuerdos, de su vida cotidiana, y Tate lo estaba aceptando sin reservas.
Mientras seguían a Tate hacia la mesa de dulces, Fiddelford no pudo evitar sentir que estaban avanzando hacia algo más grande que ellos mismos. Tal vez este era el comienzo de algo mucho más profundo: una familia, algo que él nunca había pensado que sería posible. Stanley, siempre tan fuerte y reservado, ahora estaba siendo parte de ese sueño.
Cuando llegaron a la mesa, Tate les ofreció dulces con una sonrisa, y Stanley, con una risa suave, tomó uno para él y otro para Fiddelford. El gimnasio seguía lleno de ruidos y risas, pero para ellos, el tiempo parecía haberse detenido en ese pequeño momento, en esa conexión creciente que ya no podían ignorar.
Stanley miró a Fiddelford por un segundo, viendo la emoción en sus ojos, y luego le apretó suavemente el hombro.
—Este fue un buen día, Fidds —dijo con sinceridad.
Fiddelford, sonriendo, asintió.
—Sí, lo fue. Y solo acaba de empezar.
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Entre Susurros y Besos-fiddlestan
Fiksi Penggemar-En un mundo donde los secretos y los deseos se entrelazan, Fiddelford y Stanley navegan por los complicados caminos del amor en medio de la tensión de su trabajo y la vida cotidiana. Fiddelford, un asistente inteligente y reservado, se encuentra a...