El día había comenzado como cualquier otro en la oficina, pero todo cambió cuando una nueva modelo, Jessica, llegó a la empresa para trabajar en una campaña publicitaria. Era deslumbrante: alta, con cabello largo y una sonrisa perfecta. Desde el primer momento que vio a Stanley, Jessica no disimuló su interés, buscando cada oportunidad para estar cerca de él. Fiddelford lo notó de inmediato, y aunque intentó mantener la calma, cada gesto coqueto que Jessica le hacía a Stanley encendía una pequeña chispa de celos en su interior.
Al principio, Fiddelford intentó ignorarlo. Sabía que Stanley no era el tipo de hombre que se dejaba impresionar fácilmente por una cara bonita. Pero a medida que el día avanzaba, Jessica se volvía cada vez más descarada. Se reía de los chistes de Stanley, tocaba su brazo cuando hablaban y, en un momento, incluso dejó caer a propósito algunos documentos para que Stanley se inclinara a ayudarla a recogerlos.
Fiddelford, que observaba todo desde su escritorio, comenzó a sentir una presión incómoda en el pecho. Sus ojos se entrecerraron cada vez que Jessica tocaba a Stanley, y aunque no quería admitirlo, los celos estaban comenzando a afectarlo.
—¿Todo bien, Fidds? —preguntó Stanley, acercándose a su escritorio durante un breve descanso.
Fiddelford forzó una sonrisa, mirando rápidamente hacia Jessica, que aún no había quitado sus ojos de Stanley.
—Sí, claro. Todo bien —mintió, volviendo a centrarse en su trabajo, aunque su tono fue más frío de lo habitual.
Stanley lo notó de inmediato, levantando una ceja.
—¿Seguro? Pareces... diferente —dijo, acercándose más y apoyando una mano en el hombro de Fiddelford.
El contacto de Stanley siempre lo calmaba, pero esta vez, Fiddelford no pudo evitar soltar una pequeña risa irónica.
—Es solo que parece que tienes una nueva admiradora —respondió, haciendo un gesto sutil hacia Jessica, que estaba al otro lado de la sala.
Stanley siguió su mirada y luego soltó una risa despreocupada.
—¿Jessica? Nah, solo está siendo amable. No es nada —dijo con un tono casual.
Pero para Fiddelford, no era nada casual. Se removió en su asiento, intentando controlar la sensación de incomodidad que crecía dentro de él.
—¿Amable? Claro... —murmuró, sin poder evitar que la amargura se filtrara en sus palabras.
Stanley frunció el ceño, notando el cambio en el comportamiento de Fiddelford.
—¿Estás celoso? —preguntó, su voz mezclada con sorpresa y diversión.
Fiddelford apretó los labios, odiando lo expuesto que se sentía. Siempre había sido el más racional de los dos, el que podía controlar sus emociones, pero ahora mismo, sentía que su lógica se desmoronaba bajo la influencia de los celos.
—No es eso... es solo que... —empezó a decir, pero sus palabras se quedaron en el aire cuando vio a Jessica acercarse de nuevo, esta vez con dos cafés en la mano.
—Stanley, pensé que podrías necesitar un descanso —dijo ella con una sonrisa coqueta, ofreciéndole una de las tazas—. Espero que te guste el café con un toque de canela, ¿cierto?
Stanley, aún sin ver lo que estaba ocurriendo, aceptó la taza con una sonrisa agradecida.
—Gracias, Jessica, qué detalle —respondió, sin notar la mirada de Fiddelford.
Jessica sonrió, inclinándose un poco más de lo necesario al entregarle el café, lo cual no pasó desapercibido para Fiddelford. Fue la gota que colmó el vaso.
—Yo también necesitaba un café, pero parece que a algunos se les olvida —dijo Fiddelford en voz baja, con un sarcasmo que sorprendió incluso a Stanley.
Jessica lanzó una breve mirada a Fiddelford, claramente notando su tono, pero lo ignoró con una sonrisa arrogante.
—Oh, lo siento, Fiddelford. No me di cuenta. Tal vez la próxima vez... —dijo ella, antes de girarse hacia Stanley una vez más—. Si necesitas algo más, estaré por aquí.
Cuando Jessica finalmente se alejó, Stanley miró a Fiddelford con una mezcla de confusión y diversión.
—¿De verdad estás celoso por esto? —preguntó, acercándose más a él—. Sabes que no me interesa.
Fiddelford lo miró, intentando mantener su compostura, pero el nudo en su estómago lo traicionaba.
—No es que esté celoso... —empezó a decir, pero cuando Stanley levantó una ceja, suspiró y se rindió—. Está bien, tal vez un poco. Pero... ¿la viste? No para de coquetearte.
Stanley soltó una carcajada y se inclinó hacia Fiddelford, poniendo sus manos sobre sus hombros.
—Fidds, ¿en serio crees que alguien como Jessica podría hacerme siquiera pensar en otra persona que no seas tú? —dijo, su tono suave pero lleno de convicción—. Eres tú el que me tiene, el que me importa. Nadie más.
Fiddelford lo miró, y aunque sus palabras aliviaron un poco su inseguridad, aún quedaba ese rastro de celos dentro de él.
—Lo sé... es solo que no puedo evitarlo cuando la veo tan... encima de ti —admitió en voz baja, bajando la mirada.
Stanley sonrió, levantando la barbilla de Fiddelford con suavidad para que lo mirara directamente a los ojos.
—Déjame aclararte algo —dijo con una sonrisa traviesa—. No hay competencia. No la hay ni la habrá. Porque lo único que quiero es a ti, y si te soy sincero... me gusta verte un poquito celoso. Es... tierno.
Fiddelford bufó, pero no pudo evitar que una sonrisa se formara en sus labios.
—Tierno, ¿eh? —murmuró, sintiéndose un poco más relajado.
—Sí, tierno —repitió Stanley, inclinándose para darle un beso suave en los labios, un gesto pequeño pero lleno de significado—. No te preocupes por Jessica o por cualquier otra persona. Solo estoy interesado en ti.
Fiddelford, finalmente dejando ir sus celos, correspondió al beso y asintió.
—De acuerdo, lo intentaré... pero no prometo que no querré darle un empujón la próxima vez que intente coquetearte —bromeó, ganándose otra carcajada de Stanley.
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Entre Susurros y Besos-fiddlestan
Fanfiction-En un mundo donde los secretos y los deseos se entrelazan, Fiddelford y Stanley navegan por los complicados caminos del amor en medio de la tensión de su trabajo y la vida cotidiana. Fiddelford, un asistente inteligente y reservado, se encuentra a...